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Desde las dos orillas del Estrecho: “Ser mujer y de pueblo ya no es ninguna una excusa”

Las dos orillas unidas por el emprendimiento femenino en los entornos rurales.

Ana Carretero

Sevilla —

Han sido pioneras en sus pueblos, han predicado en el desierto empresarial de entornos aparentemente deprimidos económicamente y sin querer han comenzado a resquebrajar el techo de cristal que las separaba de un mundo tradicionalmente de hombres: el de la agricultura, la ganadería, los trabajos forestales o la manufactura de productos artesanales. Las dos orillas se unen esta vez gracias al emprendimiento femenino, temas que estos días se analizan en un seminario de la Fundación Tres Culturas a través del testimonio de distintas mujeres empresarias andaluzas y marroquíes que intercambian experiencias para establecer sinergias y dar a conocer sus ideas de negocio. Más allá del asesoramiento jurídico o la búsqueda de contactos, estas mujeres encuentran en este foro el lugar idóneo para compartir vivencias y empoderarse.

La historia de Isabel López y sus socias empieza en un curso de hacer jabón. “Estábamos en una asociación de mujeres del pueblo y siempre hacíamos muchos cursillos”, explica. 11 años después tienen una empresa, Olea Cosméticos, y la clave de su actividad es la pericia a la hora de combinar tradición e innovación. “¿Qué hay en Jaén?, olivos. Nosotras miramos a nuestra alrededor y decidimos probar suerte con lo que siempre hicieron nuestras abuelas y madres, que era utilizar el aceite de oliva para todo”, cuenta. El camino no fue fácil y no sólo por las propias dificultades de crear una empresa: “Éramos un grupo de mujeres sin formación. Nuestos maridos autónomos: uno panadero, el otro electricista”

“Al principio no dormíamos por las noches pensando en el dinero que debíamos”

Isabel describe su incursión en el mundo empresarial con orgullo y cierta nostalgia envuelta en humor. “Nos quedamos de piedra el día que nos dijeron que teníamos que hacer el registro sanitario y para eso, claro, necesitabas instalaciones con los requisitos que pedía la normativa. Al final nos embarcamos en un laboratorio y tras muchos cursos, muchas ferias y mucho preguntar, hemos logrado sacar el negocio adelante”. Tampoco fue un camino de rosas acceder a la financiación: “Fuimos al banco, nos vieron a un grupo de mujeres y no sabían qué cara poner. Al principio no dormíamos por las noche pensando en el dinero que debíamos”.

Olea Cosméticos está en Pegalajar, un pueblo de 3.000 habitantes del Parque Natural de la Sierra Mágina, en Jaén. Isabel recuerda la revolución que supuso el comienzo de su negocio. “Ya sabes cómo son en los pueblos. Me veían arrastrar la maleta para irme de viaje y le decían a mi marido: allá va con la maletilla”, cuenta bromeando. “Y allí que íbamos. De diez puertas a las que llamabas, te servía haber tocado en una. Así lo hicimos hasta que un día se presentó la ministra Elena Espinosa en el pueblo y fue todo un acontecimiento”. Entre sus productos destacan los jabones, los geles y una nueva línea de protección solar de aceite de oliva ecológica. Todos ellos se pueden adquirir a través de su web. “Hay un jabón que es como la virgen de Lourdes, sirve para todo: para la cara, el acné juvenil, como gel íntimo”, añade.

Sin embargo, aún les queda mucho por conseguir: “La distribución es un problema para empresas como la nuestra que aún no podemos pagar a una distribuidora única”, afirma. Para esta empresaria, en Andalucía sigue sin fomentarse una cultura del emprendimiento empresarial efectiva: “¿Nos han ayudado? Mucho, pero la mayoría de las veces se hacen la foto y se van. Nos dejan con montañas de papeles y al final somos nosotras las que, a base de trabajo, tenemos que resolver”. López concluye con convicción: “Ser mujer y de pueblo ya no es ninguna excusa para que no puedas hacer las cosas”.

“En mi tierra las mujeres son las jefas. Son las dueñas de las granjas y su dinero”

Mahjouba Daoudi sólo tiene un objetivo estos días en la cabeza: contactar con empresas cárnicas que le cuenten cómo curan las carnes de aquí para probarlo allí. Mahjouba es saharaui, concretamente vive en El Aaiún, y decidió competir en un concurso de talentos de la segunda cadena de televisión marroquí con su hermano. “Eran 5.800 participantes y quedé tercera. Al final le gané a mi hermano”, cuenta entre risas. Ibil Sud (Dromedario Sur) es la cooperativa que lleva impulsando desde hace algo más de tres años.

“Los jóvenes no saben ya nada de sus costumbres. Abren el frigorífico y ya está. Nosotras queríamos renovar y mejorar costumbres ancestrales”, sostiene. Sus productos se basan en la carne y la grasa del dromedario y son tanto alimenticios como cosméticos. “En el Sáhara cuidamos mucho la piel, y la grasa del dromedario es buenísima. La respuesta todavía no es la queremos porque no somos capaces de responder a la demanda y porque seguimos trabajando en la curación de la carne. Por eso he venido para conocer formas europeas de tratar la carne”. Los problemas de liquidez también son un problema para esta emprendedora: “Nos pagan tras 90 días y, mientras, nosotras tenemos que hacer los pagos por adelantado”, apostilla.

Daoudi ha viajado por todo el mundo dando a conocer una forma de cocinar y tratar el dromedario, que en Marruecos era habitual tiempo atrás y que, poco a poco, va ganando adeptos. “Nosotros todavía no podemos exportar. Tenemos que arreglar cuestiones sanitarias, pero yo creo que vamos a ir abriendo un mercado nuevo. Primero, gracias a la población marroquí residente en los países vecinos como España y Francia y seguro que después los europeos”, cuenta. “En mi tierra las mujeres son las jefas. Son las dueñas de las granjas y su dinero; el hombre es nómada, viajero, busca mercados”, explica.

14,4 kilómetros de mar que separan Andalucía de Marruecos pero que se descubren más pequeños en historias distintas en la forma, pero muy parecidas en el fondo.

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