El Prismático es el blog de opinión de elDiario.es/aragon.
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Las cosas insignificantes son en general las más significantes, y aunque cueste aceptarlo lo insignificante es lo que acaba por construir sociedades más libres y solidarias, más serenas y valientes, más femeninas y cultas, o lo que es lo mismo sociedades a las que los grandes poderes económicos y políticos no quieren y desprecian, porque lo mejor es tenernos encadenados al miedo para que así nada cambie, porque el cambio es abismo, porque el cambio es incontrolable y ellos, los que siempre lo han controlado todo, tienen que seguir haciéndolo para seguir gozando de los favores que a sí mismo se han otorgado gracias a un derecho divino que les permite saber qué es lo insignificante y qué lo significante.
La gran crisis de 2007, que nos hicieron creer era una crisis económica y que por ello debíamos agazaparnos y obedecer, lo fue y es económica, pero sobre todo lo ha sido política y social, de valores, y así hemos visto cómo a lo largo de la última década hemos perdido derechos como ciudadanos, hemos perdido valores como sociedad y cada vez más arrinconados vemos de qué forma avanza el racismo, la violencia, la homofobia, el populismo, el odio a lo distinto y la desvergüenza de políticos que ya no llaman a las cosas por su nombre, sino con el nombre que les interesa en cada momento.
Si se leyera más poesía, sería más difícil engañarnos, porque simplemente nuestra mirada sería oblicua y no podría ser dirigida por aquellos que siempre han mirado en una única dirección: la suya. Si se escuchase más y se gritara menos todos seríamos más felices y hasta sería posible que las voces de los jefes, los sermones de los hombres y los consejos que aconsejan dejaran de ser la carta magna sobre la que hay que avanzar y que tan lejos andan de la verdad que se vive en las calles, de la realidad que se respira en el costado de la mujer que espera y sufre o del país que no quiere admitirse y no alcanza a comprender que sus ciudadanos se han hecho adultos y son diversos.
España tiene miedo a dejar de ser España, porque lo significante es España y lo insignificante son los pueblos que la integran y una vez más se confunde lo significante con lo insignificante y yo quiero una España valiente que sepa mirar y comprender que lo insignificante es el significado de su existencia. No nos debe asustar el futuro; sí, en cambio, que a través del miedo una vez más y unos cuantos quieran que tengamos una España detenida en el espejo de su pasado que tanta tragedia, muertos y odio nos ha traído.
Me gusta el lugar en el que vivo, se llama Aragón y lo amo, y pertenece a un significante mayor que es España. Me gusta que partidos insignificantes, pongamos por caso Chunta Aragonesista, llamen en este Aragón nuestro a las cosas por su nombre y sepan luchar por lo propio, que es exigir respeto, tratamiento entre iguales porque iguales somos y sin menospreciar a nadie luchar por Aragón, para que quienes en él viven opten a formar parte de otro orden de entender el mundo y que básicamente se esconde en el color de la tierra, el olor de la lluvia y tus inmensas posibilidades, Aragón, que muchos otros antes han despreciado y olvidado. Lo insignificante es esa forma de mirar y entender el mundo para hacer un mundo donde todos quepamos, sabiendo quiénes somos, porque solo desde el yo y el conocimiento y amor por el tú seremos capaces de volar y pensar libres. De respetarnos y protegernos cuando la lluvia de azufre crezca y crezca y ya no podamos contarnos siquiera nuestra historia. El mundo es una burbuja a punto de romperse que solo será salvado por la suma de todos los insignificantes, que somos el significado del futuro.
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