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Ser monja en el siglo XXI: feministas, preocupadas por la política y críticas con la Iglesia

De izquierda a derecha, sor Elisabeth, sor Pilar y sor Juana María. Por B.S.A.

Blanca Sáinz

Las niñas ya no quieren ser princesas... Y las monjas tampoco. Feministas convencidas, rehuyen de autodenominarse 'asexuales' y se interesan por todo lo que ocurre en el mundo -primarias del PP incluidas-. Ya no viven recluidas sin enterarse de nada, votan “como cualquier ciudadano” y además se sienten en la obligación de hacerlo “aunque a veces haya que votar a la opción menos mala”.

Estas monjas del siglo XXI poco tienen que ver con la idea que se sigue teniendo de ellas. Serenas, cariñosas y curiosas, Sor Elisabeth, Sor Juana María y Sor Pilar abren el Convento de las Carmelitas Descalzas de Ruiloba para recibir a este periódico independiente. “¿Y eso de independiente qué quiere decir?”, preguntan al principio para acabar reconociendo que quizá la Iglesia también debería empezar a serlo.

Los medios digitales y su funcionamiento abrieron una charla que duró casi dos horas y solo pudo ser interrumpida por la hora de la misa. La sanidad y la educación preocupan especialmente a las religiosas, así como la gente con necesidades especiales que no está siendo atendida. En todo momento, estas tres monjas se muestran críticas con la política y con el sistema, como muchos otros ciudadanos.“Somos conscientes de los chantajes de los políticos y reivindicamos el blindaje de las pensiones como una de las necesidades primordiales de un país desarrollado”, reclaman demostrando que están al día de unos los temas de mayor actualidad.

La llamada

Tras resolver sus preguntas sobre el papel de los medios de comunicación y comentar la actualidad política, la conversación se adentra por el terreno espiritual. Sor Juana María rompe el hielo y habla abiertamente de cuándo y cómo recibió 'la llamada'. Explica que al principio dudó sobre ser seglar -no pertenecer al clero pero practicar activamente la religión- y que finalmente se decantó por la vida contemplativa “después de unos días de reflexión en una casa de ejercicios espirituales en Madrid”. No fue hasta el discernimiento cuando sintió el famoso fenómeno: “Comencé a sentir fuertemente en mi corazón que Dios me quería para una vocación contemplativa”, indica. Su reacción, lejos de ser espiritual, es bastante humana. “Lo primero que sentí fue un gran susto porque me acordé de un convento al que fui en Valladolid que era muy oscuro”, afirma recordando aquella sensación. Sin embargo, después de terminar sus estudios, Juana María entró en el Convento de Ruiloba el 15 de agosto de 1982. Y hasta hoy.

La historia de sor Elisabeth difiere bastante de la de su hermana: “con 11 o 12 años quedé enganchada a las hijas de María Auxiliadora”, unas monjas pertenecientes al mismo convento que los padres Salesianos. Originaria de Paraguay, realizó sus estudios secundarios e intermedios en este convento, e incluso se quedó como postulante e hizo los votos, aunque no fue hasta que “cayó” en sus manos “la vida de Santa Teresita del Niño Jesús” cuando sintió 'la llamada'. “Sentí que eso era lo que Dios me pedía a mí”, declara. Y se 'truncó' su plan de ser maestra para ingresar en las Carmelitas Descalzas en 1987, hasta que en 2003 llegó a España y en 2012 se instaló en el Convento de Ruiloba.

Por el contrario, sor Pilar sí terminó sus estudios e incluso llegó a ejercer como enfermera durante un año. “Aplacé un año la entrada al Convento para coger experiencia porque mi trabajo me encantaba”, declara. Con una hermana testigo de Jehová, reconoce pertenecer a una familia cristiana, aunque a su vez es la única que comenta abiertamente que tuvo novio: “Lo dejamos cuando yo me fui a estudiar enfermería a Madrid”, confiesa entre sonrisas. En su caso, y pese a ser “muy feliz” en el hospital Clínico de Madrid, desde los 14 años tuvo cierta inclinación hacia hacerse monja y llegó incluso a comentárselo al confesor de su colegio. En septiembre de 1980 ingresó en la orden de las Carmelitas Descalzas de Ruiloba con la idea de “llegar a todos los enfermos a través de la oración”, manifiesta.

Este fenómeno desconocido para la mayor parte de la población, es para ellas la razón principal por la que se encuentran en estado de clausura. “Cuando hay cualquier crisis tienes que volver siempre al momento inicial, a cuando sentiste la llamada. Esto no es algo que tú has elegido, sino que sientes que eres elegida para eso. Es muy distinto a que sea tu plan o tu proyecto. Es más bien que hay un plan superior que tú aceptas y asumes, y te vas dejando llevar… Siempre desde la libertad”, afirman.

Vida en el convento

Están tan convencidas de que su vida es tal y como debería ser, que quizá por eso su respuesta es tajante y unánime cuando se les pregunta si nunca han sentido la necesidad de salir de ahí: “No, nunca hemos pensado en dejarlo”. Sor Juana María lo compara con la vida de cualquier madre de familia “que ya tiene su vida montada y piensa en sus años de juventud”. A pesar de su firmeza, no le cuesta reconocer lo que cualquiera que no entiende esta vida espera que le diga: “A veces he echado de menos a mi familia o a mis amigos”, aunque no tarda en añadir que “este es mi sitio”, reitera.

Sor Pilar se une al pequeño debate y cuenta su experiencia. “No he tenido nunca la sensación de que esto no fuera lo mío, pero sí que me he acordado del hospital”, admite. Sin embargo, solo necesita unos segundos para darse asegurar que quizá hoy en día tampoco se encontraría cómoda trabajando como enfermera, ya que “antes el trato era mucho más humano”.

Sor Elisabeth vivió una situación complicada al enfermar su madre -en Paraguay-, lo cual pudo haberla complicado la vida en el convento, pero, sin embargo, fue a cuidarla y estuvo cuando murió. “Cuando nosotras entramos sabíamos que no íbamos a salir ni a entierros ni a cuidar a familiares, pero las cosas han cambiado y ahora sí puedes hacerlo. Eso sí, a bautizos, bodas y comuniones, no”, confiesa entre risas. Recibir visitas es otra de las novedades de las que pueden disfrutar estas monjas de clausura del 2018. “Por supuesto que las recibimos”, responden al unísono, y añaden que “nada de lo humano nos es ajeno”.

Y sobre esa decisión tan inexplicable para el resto de la población, sor Juana María indica: “Esto no se entiende si no es desde la fe. Es normal que tú no entiendas cómo yo puedo ayudar desde aquí a los niños de Tailandia, pero hay un grupo de personas que hemos pedido para que esa situación cambiase y esa operación tuviese éxito”, enuncia. “Para lo que la gente es casualidad, para nosotras es la acción de Dios operante”, añade.

Pronto salen a colación los casos de pederastia, los lujos tan inapropiados de un sector de la Iglesia, las injusticias cometidas durante siglos y siglos… Para lo que ellas también tienen respuesta: “La Iglesia no puede ser humana, Dios tiene que estar en medio porque a pesar de lo pecadora que es sigue adelante”, garantizan confiadas. Y asumen su parte de culpa, e incluso se avergüenzan: “Nosotras admitimos los errores que la Iglesia ha cometido a lo largo de la historia”. Y continúan la justificación: “Somos como una familia y nos duele cada pecado que se ha cometido como el de un hermano. ¿A ti también te dolería que tu hermano fuese un terrorista, ¿a que sí? Y te sentirías mal, como nosotras”, sostienen.

La conversación sigue y no esquivan uno de los mayores problemas a los que tiene que enfrentarse la Iglesia en el siglo XXI: la pederastia. “Está claro que viene producida porque no ha habido suficiente discernimiento. Hubo unos años en los que se acogió a mucha gente en la Iglesia y no se analizó qué equilibrio psicológico-afectivo tenían estas personas que han acabado actuando de esta forma”, defienden, y como cualquiera, esperan que esto no se vuelva a repetir más. “Ahora la Iglesia ha decidido que no se admita a todo el mundo y que se endurezcan esos discernimientos”, añaden esperanzadas de que estas medidas sean suficientes.

Sexualidad y sentimientos

El sexo de los religiosos sigue siendo uno de los temas tabú en la Iglesia, pero estas tres monjas anuncian sin recelo que “somos mujeres y no estamos asexuadas”. “No me puedo quitar mi sexo, pero sí puedo vivir sin tener relaciones sexuales. Y no me siento de ninguna manera mutilada porque la vida que vivo de entrega me hace plenamente feliz. No necesito estar con un varón y hacer nada”, admite sor Juana María.

Respecto a la posibilidad de que sean asexuales -falta de atracción hacia otros-, se lo toman con humor. “Para nada. Nosotras hemos visto que como mujeres nos hemos podido sentir atraídas hacia hombres”, confirman completamente cómodas. Y continúan: “Pero esa atracción que has podido sentir en algún momento tiene que ir disminuyendo en el proceso de discernimiento y si no lo hace es porque este no es tu sitio”, concluyen sonrientes.

El celibato, antes prohibido como tema de conversación con personas de la Iglesia, tiene otro recorrido más ameno junto a estas monjas. “Aquel que no pueda vivir el celibato puede seguir perteneciendo a la Iglesia de otra forma, no hay obligación”, sostienen. Igual que ocurre con el amor, del que también expresan su opinión sin tapujos. “Nosotras sabemos que nuestro llamamiento es incompatible con un amor humano exclusivo porque vivimos aquí, por eso hay distintas vocaciones”, argumentan.

Desde su punto de vista, ellas no están solteras, sino que “estamos casadas con Cristo”. Hablando de matrimonio, y como pseudosolteras que son, también tienen su opinión. “Se ha banalizado. El matrimonio por la Iglesia es un sacramento y el que no cree en esto no debería hacerlo. Hay veces que parece que lo hacen porque las fotos quedan más bonitas…”, apuntan. “Muchos de los matrimonios que se han hecho por la Iglesia son nulos porque no hay unas premisas válidas para recibir el sacramento. Por ejemplo, no creer en lo que estás recibiendo lo hace nulo. Si lo haces por las fotos, por petición de tus padres, por inercia… ¿Qué sentido tiene?”, explican sinceras.

Después de estos matrimonios -con cura incluido- vienen algunos divorcios y su consecuente pedida de la nulidad eclesiástica, un trámite muy parecido al de una monja que pide colgar los hábitos. “Nosotras hemos tenido un caso de una hermana que se quiso ir, lo pedimos en enero y en marzo estaba hecha la dispensa, se secularizó y dejó el estado religioso”, confiesan.

La vida fuera de la clausura

La homosexualidad es otro de los temas más controvertidos y que con más cautela ha intentado tratar la Iglesia y, aunque en ocasiones se han producido declaraciones desafortunadas, el mismo Papa Francisco ha admitido en los últimos meses que “Dios ama” independientemente de la sexualidad de la persona. Sor Juana María, sor Pilar y sor Elisabeth se unen a las declaraciones de su pontífice. “Por supuesto que se puede ser cristiano y homosexual. En la fe no hay discriminación, ninguna persona puede ser rechazada”, aseguran.

Seguidamente, pasamos a otro de los movimientos sociales que más fuerza está cogiendo, el feminismo. “Creemos que la mujer ya no tiene que ser la que lleva la casa, hay que buscar la igualdad. Aunque si ella es la que lo decide, no por ser madre y llevar un hogar es menos que el hombre”, opinan. Cuidando las palabras continúan su alegato: “En épocas anteriores para todo el mundo -Iglesia incluida-, la mujer era el felpudo, y eso ya no puede ser. La mujer tiene mucho que dar a la sociedad”, sentencian.

Estas dos últimos últimos temas encauzan el camino hacia la política.“Claro que votamos, tenemos la obligación como cualquier ciudadano, pero ninguna sabemos lo que vota la otra”, expresan. Además, se muestran tajantes con la idea de que la Iglesia pueda posicionarse en política tal y como ocurrió durante el franquismo. “No debería hacerlo. Y si lo ha hecho en algún momento de la historia es un ejemplo de que la Iglesia está formada por humanos y se equivoca. Debe ser apolítica”.

Sor Elisabeth aprecia que queda alguna laguna en la respuesta y concluye unos segundos antes de que suenen las campanas por el inminente arranque de la misa: “Eso sí, podemos seguir denunciando las injusticias como lo hemos hecho hasta ahora, pero sin estar asociada o manipulada por la política”. Sor Pilar y sor Juana María se unen: “Como vosotros en el periódico. Tenemos que ser independientes”.

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