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PERFIL

María Luisa Herreros, la desconocida científica cántabra que fue una de las cuatro discípulas de Ramón y Cajal

La científica cántabra María Luisa Herreros.

Olga Agüero

Santander —

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El neurocientífico Santiago Ramón y Cajal trabajó con investigadores cuyos nombres también pasaron a la historia de la ciencia. Menos conocido, por no decir directamente ignorado, es el nombre de la cántabra María Luisa Herreros, una científica de Torrelavega, convencida feminista, que también fue su colaboradora junto con otros nombres propios femeninos como Laura Foster, Manuela Serra y María Soledad Ruiz Capillas.

Ella fue la más joven del grupo, consideraba a veces, por ello, 'nieta' científica de Cajal, que pese a los condicionamientos de la época admitió mujeres en su laboratorio.

Cuando en 1906 Camillo Golgi y Santiago Ramón y Cajal compartieron el Premio Nobel de Medicina, el Gobierno español proporcionó a Cajal un laboratorio de última generación en Madrid y financió los salarios de sus colaboradores titulares. Se creó, por entonces, la Junta para Ampliación de Estudios (JAE), un organismo para ayudar a los jóvenes investigadores en su carrera científica.

Mientras algunos discípulos masculinos del doctor Cajal –Francisco Tello, Gonzalo Rodríguez Lafora, Fernando De Castro– tienen un hospital con su nombre, el de María Luisa y sus compañeras empiezan a salir del olvido después de un siglo de silencio.

Hace tres años, la Biblioteca Marquesa de Pelayo del Hospital Universitario Marqués de Valdecilla (HUMV) de Santander, que dirige Mario Corral, bautizó una sala con su nombre. Ahora Correos imprime su rostro en un sello reivindicando así el trabajo de esta psiquiatra, neuróloga y científica cántabra.

María Luisa Herreros (1917–1984) nació en Torrelavega y fue la tercera mujer que entró en el Colegio de Médicos de Cantabria, donde se inscribió como investigadora. Pertenecía a una familia económicamente acomodada de la localidad. Su familia gestionaba dos negocios. El padre, de carpintería y marmolería. La madre, de costura. Dicen que María Luisa, una niña muy extrovertida, acudió a un colegio de monjas francesas y posteriormente fue una de las tres únicas alumnas que tuvo la Escuela Libre de Medicina de la Casa de Salud Valdecilla.

Su carrera académica no se frenó ahí. En 1934, algo muy infrecuente para la época, ingresó en la Facultad de Medicina de la Universidad Central de Madrid y se licenció en Psiquiatría y Neurología. Para hacerse una idea de la singularidad de su decisión, a principios de la década de 1920 en las aulas de todas las universidades españolas solo había 21 mujeres.

En la capital de España se alojaba en la Residencia de Señoritas, la versión femenina de la Residencia de Estudiantes inspirada en la Institución Libre de Enseñanza. Allí habitaban muchachas a partir de 16 años que, por lo común, aspiraban o ya estudiaban en las escuelas de Magisterio o el conservatorio de música. La residencia –que dirigía la hermana de Ramiro de Maeztu, María– ocupaba el antiguo Instituto Internacional para Niñas en España, propiedad del Gobierno de Estados Unidos que impulsaba decididamente la educación superior de las mujeres. María de Maeztu fue una activista del feminismo, una causa a la que se sumó también María Luisa.

Santiago Ramón y Cajal, médico experto en histología y anatomía patológica, considerado padre de la Neurociencia moderna.

El primer discípulo de Cajal, su sucesor también como catedrático universitario y director del Instituto Cajal hasta 1939, Jorge Francisco Tello, fue el profesor de Histología y Patología de María Luisa cuando accedió a la universidad madrileña. Curiosamente, también le dio clase de Fisiología Juan Negrín, el último primer ministro de la Segunda República Española.

A finales del curso de 1936 ante la tensa situación que ya se vivía en Madrid, la científica regresó a Cantabria con su familia. La Guerra Civil interrumpió su formación y durante ese trágico periodo trabajó en el hospital militar que se inauguró en Torrelavega.

Cuando regresó a Madrid para retomar sus estudios universitarios, la vida ya era otra. La Residencia de Señoritas se convirtió en el Colegio Mayor Teresa de Cepeda. Se nombró otra directora que impuso la misa diaria en la capilla. La dictadura disolvió la Junta para Ampliación de Estudios (JAE).

Ninguna de aquellas mujeres regresaron de forma automática a las aulas. Tuvo que declarar ante las nuevas autoridades del régimen que no había colaborado con los gobiernos del Frente Popular y afiliarse al Sindicato de Estudiantes Universitarios (SEU), el único legal en sintonía con los postulados del partido único fascista: La Falange.

En este nuevo clima político y social empezó a investigar en Neurociencia y Endocrinología en la Universidad. Con su formación y su determinación llegó lejos: consiguió ser una de las cuatro mujeres que formaron parte de la Escuela de Neurología del doctor Cajal. María Luisa Herrero y María Soledad Ruiz Capillas trabajaron en su laboratorio. La científica cántabra directamente con Fernando de Castro, uno de los pocos investigadores del laboratorio que permanecieron en Madrid durante la Guerra Civil tratando de proteger el edificio destinado a la ciencia.

Se orientó a la neurociencia y psiquiatría

María Luisa Herreros orientó su actividad hacia la neurociencia y la psiquiatría. Fue entonces cuando entró en el grupo de investigación de otro referente científico: el doctor Gregorio Marañón. La también doctora Herreros se implicó en estudiar patologías del tiroides en el Instituto de Patología Médica del Hospital Provincial de Madrid y publicó algunos artículos científicos sobre sus investigaciones de neuropsiquiatría. Aunque posteriormente acabó ejerciendo la psiquiatría y el psicoanálisis, sobre el que se interesó vivamente cuando aún no era una terapia aceptada en España y mientras otros colegas de profesión mantenían serias reticencias.

Ella misma se sometió a sesiones de psicoanálisis en la consulta de la experta alemana Margarita Steinbach cuando vino a España en 1950 para impulsar el primer grupo de psicoanalistas en Madrid y protagonizó la fundación de la Asociación para la Investigación y la aplicación de la Psicoterapia Psicoanalítica. Llegó a conocer en Londres a la hija de Freud, a quien admiraba profundamente junto con Carl–Gustav Jung, otro de sus referentes.

Portada del libro que escribió con María Luisa Morales.

En 1973, junto con su discípula María Luisa Morales, publicó un libro sobre el universo femenino desde el punto de vista de la sexualidad, el amor, la conciencia, las transgresiones y la salud mental. Tres años después fundó el grupo Psique, dedicado a la investigación y aplicación de la terapia psicoanalítica. Su sueño era formar nuevas generaciones de psicoanalistas. La muerte de María Luisa en otoño de 1985 silenció el proyecto.

La torrelaveguense fue una de las expertas que iniciaron la Sociedad Psicoanalítica Española y jefa del Servicio de Psiquiatría del Doctor Marañón. Una biografía escasamente conocida que ahora se reivindica como una las mujeres pioneras en la investigación.

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