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ENTREVISTA | Ignacio García

El director del Festival de Teatro Clásico de Almagro: “Hemos conseguido hacer una reserva natural del Siglo de Oro”

Ignacio García, director del Festival Internacional de Teatro Clásico de Almagro

Carmen Bachiller

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La 45 edición del Festival de Teatro Clásico de Almagro se quita en este año 2022 todas las ataduras. Las de la pandemia y también cualquier estereotipo. Será quizá la edición más rupturista y diversa -a pesar de su cartel de ‘clásico’- a la hora de contar las historias del Siglo de Oro en todos los escenarios posibles y para todos los públicos.

Acaba de presentarse una programación que arrancará el 30 de junio y que se prolongará hasta el 24 de julio, en un verano en el que la escena almagreña quiere celebrar la vida. Simple y llanamente. Lo afirma su director, Ignacio García (Madrid, 1977) que cumple cinco años al frente de este festival público y con el que hemos charlado.

¿Cómo está la salud del festival tras dos años de pandemia?

Está muy bien, en cuanto a la programación vamos a regresar a la plaza Mayor, a los barrios, volvemos a los aforos completos, con más de 55 compañías que proceden de países americanos, entre ellos Uruguay, de Galicia y de otras 12 comunidades autónomas…

Intuyo que el público que ha sido tan fiel en estos dos años difíciles con las distancias y las mascarillas, también será el puntal de la recuperación del festival en todo su esplendor.

Los años 2020 y 2021 no fueron fáciles para el festival. ¿Cómo lo vivió?

Con mucho esfuerzo. Viendo al equipo y a las compañías sufrir mucho por la incertidumbre. No sabíamos. Había una sensación de dificultad porque era muy difícil decidir. Queríamos seguir ofreciendo a las compañías un espacio, un refugio en el que hacer teatro, pero sin exponer a nadie al peligro. Había que ser muy cautos y al mismo tiempo valientes para sacarlo adelante.

También lo he vivido con mucho agradecimiento hacia el Patronato que ha sabido apostar muy decididamente por el festival, hacia el público… Han sido dos años muy difíciles pero muy emocionantes porque han hecho que la gente valore el teatro más que nunca.

Creo que el público ha adquirido una fuerza y un poder que no tenía antes de la pandemia porque ha tomado conciencia de que lo que pasa en el escenario solo existe si ellos van al teatro. Se comprometieron. Estuvieron ahí y se comportaron de manera entusiasta. Dentro de todo lo malo hay que sacar una enseñanza positiva. Yo saco esa conciencia del público. Ellos son los protagonistas del hecho teatral que no ocurre solo en el escenario, sino que es un encuentro en las calles y plazas, con la sociedad civil.

En el caso de Almagro se va a escuchar historias de hace muchos siglos que nos siguen contando quiénes somos y sobre todo quiénes queremos ser en estos tiempos: mejores, más empáticos, compasivos y alegrarnos con quien se alegra.

¿Y todo eso ha influido en los programadores?

Creo que sí. Y lo ha hecho en querer hacer más porque sabemos de la dificultad que han pasado las compañías. Sabemos que hacer una función en Almagro no es cobrar el caché, sino tener un escaparate que les permitirá trabajar el resto del año por la enorme repercusión que tendrán. Es el mejor contexto. El público es el mejor.

Hay un cambio en la exigencia, en la responsabilidad y en la necesidad de hacer las cosas mejor.

El lema de este año es además toda una declaración de intenciones: pasar de la oscuridad a la luz y celebrar una gran fiesta almagreña a pesar del contexto de guerras, crisis y una persistente pandemia…

Ida Vitale, escritora uruguaya nonagenaria nos propone “ser en la noche un ser como en el día”, o sea, brillar y atreverse en la noche. El de Almagro es un festival en el que pasan muchas cosas de noche porque el calor no permite las funciones a las cuatro de la tarde.

Sí, se trata de festejar la vida, de vivir en la noche de Almagro la esperanza de cambiar a mejor pese a las cosas terribles que seguimos viendo.

La programación del festival se define como patrimonial, americanista, feminista, accesible e inclusiva y también quiere ‘descentralizar’ el canon castellano del Siglo de Oro para apostar por las lenguas cooficiales. Romper costuras que dice usted… ¿Nos vamos a sorprender este año?

Sí. Nos vamos a sorprender porque la reducción del ritmo en los dos años de pandemia ha servido para pensar mucho en lo que queremos: que América esté muy presente. Además de Uruguay van a estar Chile, Argentina, Guatemala, Méjico, Colombia, Estados Unidos… Ya también las comunidades autónomas, hasta 12.

Cada uno ya no viene a imitar sino a sorprender a los demás con una visión del Siglo de Oro que no esperaban. Eso es maravilloso. Nadie puede decir lo que es y lo que no es. Para saberlo nos tenemos que juntar todos en Almagro y escuchar a los demás con respeto.

¿Qué piensan los gallegos? ¿Qué piensan los uruguayos? ¿Y las mujeres autoras? ¿Y la ONCE o los actores con discapacidad sobre cómo hay que hacer un Siglo de Oro sin barreras? Y lo sabremos el 24 de julio cuando el festival haya acabado. Es parte de la aventura, el desafío y el riesgo que supone la labor artística. Hay que atreverse a superar las fronteras establecidas.

La comunidad autónoma invitada es Galicia. Permítame una broma porque parece que está de moda: Feijóo en la política nacional, Tanxugueiras con esa visibilización del patrimonio cultural gallego vinculado a la mujer…

(Risas) Y también está de moda Vanessa Monfort con La Toffana, está de moda la improvisación y el teatro medieval tenía una parte de improvisación o Alfonso X El Sabio, el padre de nuestra lengua y cultura. También está de moda no tener prejuicios sobre lo que fuimos y atreverse a caminar hacia un futuro libre, prometedor y abierto.

Entre los espectáculos que Galicia pondrá en escena, figuran versiones sobre obras de Alfonso X El Sabio. Supongo que es un guiño al VIII Centenario del nacimiento del rey erudito que se está celebrando

Sí, de hecho hay varias conmemoraciones: la de Alfonso X, la del cerco de Zamora que estará también… Almagro mira al pasado pero siempre con óptica contemporánea para inventar un futuro diferente y luminoso.

Lo que un día fueron Lope, Tirso y Calderón -siempre digo que son tres hombres blancos, castellanos, heterosexuales y curas- hoy en día ya no sirve. Las mujeres también tienen su voz en el Siglo de Oro o las lenguas cooficiales o la disidencia religiosa

El teatro no deja de ser historia

Claro. Aristóteles decía que el teatro en vez de contar lo que ocurrió una vez, nos cuenta lo que ocurre siempre. Ese es el milagro. Es historia y presente porque el espectador tiene ante sus ojos algo que no va a volver a ocurrir nunca de la misma manera.

En Almagro, y en piedras de hace cuatro siglos, vemos a los actores de hoy. Sacamos a la calle los versos que fueron escritos hace siglos en los que se habla de la guerra, mientras escuchamos las noticias de la de Ucrania o del dolor en otros muchos lugares. Es como un proceso alquímico mágico de rabioso presente.

Reinterpretar los textos del Siglo de Oro ha sido una de las características de un festival que se autodenomina de ‘teatro clásico’.¿Es fácil buscar equilibrios?

Sí porque el equilibrio es la libertad y que los creadores no estén censurados. Que puedan hacer con las piezas clásicas lo que quieran porque nosotros no somos fiscales de las ideas. Este año empezamos el festival con el premio a Lluís Pasqual que, en los años 80, cuando hizo una Hija del Aire de Calderón muy violenta y muy valiente con Ana Belén, muchos dijeron que eso no se podía hacer.

Él reivindicó con ese famoso: ‘Calderón soy yo’. Y es lo que ahora hacemos con él. El Festival de Almagro no está para poner límites sino al contrario, para romperlos. Lo que un día fueron Lope de Vega, Tirso de Molina y Calderón de la Barca, que siempre digo que son tres hombres blancos, castellanos, heterosexuales y curas, hoy en día ya no sirve. Las mujeres también tienen su voz en el Siglo de Oro, las lenguas cooficiales también, América, la disidencia espiritual o religiosa… No estamos para poner límites.

Cuando vemos un teatro bombardeado, se están bombardeando las ideas y la libertad. Y cuando lo vemos lleno de gente se convierte en un refugio, como el de Mariúpol. En un espacio de libertad y una vacuna contra la intolerancia y el totalitarismo

Hoy he hablado de la metáfora del Teatro de Mariúpol. Cuando vemos un teatro bombardeado, se están bombardeando las ideas y la libertad. Y cuando lo vemos lleno de gente se convierte en un refugio, como el de Mariúpol. En un espacio de libertad y una vacuna contra la intolerancia y el totalitarismo.

El Premio Corral de Comedias será este año para Lluís Pascual. Es un galardón a la trayectoria y usted ha dicho que él es historia del teatro, historia de cuatro décadas de democracia teatral. ¿A qué se refiere?

Me refiero a que fundó el Teatro Lliure, a que estuvo en el Centro Dramático Nacional, a que facilitó el cambio de pensamiento para que el teatro sea un espacio de libertad, sobre todo con los clásicos (él se ha atrevido con Lorca o Calderón), a cómo nos ha dado una visión diferente y libre a los que vinimos después.

Hablo de que hace 45 años, cuando nace el festival. España era un país mucho menos multicultural, menos mestizo y rico. Si uno ve una foto de las Cortes constituyentes son casi todos hombres, vestidos de negro, corbata y gafas negras. Y si vemos una foto de Almagro en el 78, casi todo son hombres con una capa negra. Hoy en día en ambos lugares hay hombres y mujeres, con traje o con camiseta, mayores y jóvenes… Esa libertad en las formas y contenidos se ha conquistado gracias a la gente que rompió barreras mentales. Lluís Pasqual ha roto muchas.

Y el homenaje a Helena Pimenta, una clásica, en el clásico de Almagro

Su aportación al festival, desde que estuvo con El sueño de una noche de verano, con las primeras funciones shakespearianas es inapreciable y sus ocho años como directora de la Compañía Nacional de Teatro Clásico… Su compromiso con Almagro fue inequívoco. Es un agradecimiento a la labor de convicción de defender a los clásicos, también a su lectura valiente y contemporánea, y además hacerlo en su casa, en Almagro.

Antes de ejercer como director ya había participado activamente en el festival. Se cumplen cinco años de su gestión. ¿Está con ganas de seguir?

Este es mejor festival de teatro clásico del mundo. ¿Cómo no voy a tener ganas de seguir? Y lo es por el patrimonio, por el público, por las compañías, por la forma de relacionarse en la plaza de todos con todos. Hemos conseguido hacer una reserva natural del Siglo de Oro y eso es una ilusión enorme que nos hace pelear cada año por los mejores artistas del mundo y por los mejores espectadores.

¿Con un poco más presupuesto?

Vamos a ver qué se puede hacer. Vamos a pensar entre todos. No soy propietario, ni dueño del festival. Dirijo un festival público en el que entre todos debemos decidir que queremos hacer con el Siglo de Oro. Tengo el honor de dirigir un equipo increíble, pero esa decisión no es mía, es de todos. 

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