¿Es posible una economía agrícola y solidaria debido al agotamiento energético?
Una crisis ‘sudoku’ donde deben encajar todas las dimensiones para poder entenderla es el esquema principal con el que Luis González Reyes, experto en ecologismo y pedagogía, doctor en Ciencias Químicas y miembro de Ecologistas en Acción, encuadra el posible “cambio civilizatorio” al que se enfrenta la sociedad actual. Así lo relata en su libro ‘La espiral de la energía’ y así lo ha detallado durante la conferencia que ha impartido en Toledo con motivo de los actos de la Semana por la Erradicación de la Pobreza. En la misma, ha pormenorizado las claves de una posible “desglobalización” y un hipotético regreso a la economía agrícola y local, como consecuencia de la falta de recursos energéticos.
La primera clave, ha explicado, es que la crisis actual se sustenta sobre tres pilares fundamentales. En primer lugar uno de carácter económico que se entrelaza con la crisis social y mediante el cual se producen las principales desigualdades del mundo -como la acumulación de la riqueza-, la “crisis de los cuidados” y la “insostenibilidad estructural” del Estado del Bienestar.
A todas ellas ha unido una crisis ambiental que “marca un punto de no retorno y de ruptura histórica” y que afecta al conjunto del planeta con una gravedad “nunca antes conocida”. En este contexto sitúa González Reyes la denominada “sexta gran extinción de las especies” y la pérdida de la biodiversidad; el agotamiento de los recursos fósiles como el cobre, el galio y el fósforo; el final de las fuentes energéticas y las consecuencias del cambio climático.
Es en la progresiva caída de los combustibles fósiles donde este experto ha centrado parte de su discurso, partiendo del hecho de que cada vez es menos la cantidad que se pone en circulación en el mercado, mientras que aquella que se comercializa es cada vez de más difícil acceso y de peor calidad. De hecho señala que el gas, el petróleo, el carbón y el uranio marcarán sus “picos de producción” entre 2020 y 2030, y que ya en la actualidad estamos asistiendo a un “cénit de disponibilidad energética”: ese cambio “civilizatorio” a partir del cual la disponibilidad de los recursos será cada vez menor.
Y no hay alternativas a los combustibles fósiles, señala. Detalla los muchos límites que tienen las energías renovables debido sobre todo a su falta de rentabilidad y a que son “subsidiarias” del petróleo; y apunta que otros planes B, como los agrocarburantes, hacen recaer todo el trabajo en las personas y todavía no se ha planteado su beneficio a escala mundial. Tras ello, tan solo quedan la fisión nuclear, cuyos problemas de residuos y baja rentabilidad también están sobre la mesa; y/o la fusión nuclear “que siempre está a punto de llevarse a cabo pero nunca se hace”.
¿Qué ocurre con este escenario? Que la caída de la disponibilidad energética es “inevitable”, lo que a su vez provocará “fuertes cambios en el orden social, económico y cultural”, con una serie de escenarios futuros. El más importante de ellos, según González Reyes, es que al haber menos energía disponible también habrá menos desigualdad y más autonomía de las ciudades y regiones para gestionar sus recursos, creando una “sociedad más igualitaria”. Algo similar ocurrirá con el ‘consumismo’, que será “imposible de mantener” sin energía para sostenerlo.
“Sociedades más pequeñas y más democráticas”
Con ello, “se crearán sociedades más pequeñas, más fáciles de gestionar de forma democrática, y con mayores posibilidades de regresar a las economías locales y agrícolas”. Argumenta que al no haber competición y lucha de precios por los suministros energéticos habrá un “derrumbe económico” donde el capitalismo perderá fuerza como sistema. “Las sociedades serán más domésticas, más solidarias, más populares”, añade. De cualquier forma, apunta que sea cual sea el escenario, la sostenibilidad continuará siendo un “paradigma necesario” porque “no tendremos más remedio que adaptarnos a unos límites que ahora parece que no existen pero que están ahí”.
Otras consecuencias apuntadas en su estudio señalan igualmente un proceso de “desurbanización” de las ciudades y, en paralelo, una “desglobalización política y económica” que también llevará consigo la “pérdida masiva de información y de conocimiento”. No considera el autor de esta ‘espiral’ que el escenario sea por tanto apocalíptico o negativo. Cree que hay “razones para la esperanza” de las que existen ejemplos como la banca ética, las monedas sociales o las cooperativas. Es más, subraya que el agotamiento energético provocará que caigan las reglas del ‘keynesianismo’ y del liberalismo económico, dejando paso a las “redes de economía social y solidaria” y a las teorías económicas de corte ecológico, feminista y solidario.
“Si de algo han servido las crisis ha sido como revulsivo para la sociedad, han provocado cambios hacia sociedades más justas. El ser humano, en momentos de la historia con sociedades realmente opresoras, ha sido capaz de funcionar bajo elementos de fraternidad y seguirá haciéndolo en el futuro”.