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Un funeral para Idrissa Diallo

Barcaza que transporta el vehículo que lleva a su vez el féretro de Idrissa

Pau Rodríguez

Resulta irónico que el Estado español empleara recursos administrativos y policiales para devolver a Idrissa Diallo a su país... Hasta que murió. Este joven de 21 años, de Guinea Conakry, pasó quince días encerrado en el CIE de la Zona Franca de Barcelona, junto a tantos otros extranjeros en situación irregular, con el objetivo de ser repatriado. Pero falleció. Insuficiencia cardíaca en una celda a más de 5.000 kilómetros de casa. Ocurrió el 6 de enero de 2012. Habrían de pasar más de seis años hasta que Diallo fuera enterrado en ceremonia junto a su familia.

Lo que va de la muerte al funeral lo relata el documental 'Idrissa, una muerte cualquiera', que no solo cuenta la triste historia de este joven: la cambia. Sin este proyecto, los despojos de Diallo seguirían en un nicho anónimo, el 516, del cementerio de Montjuïc, donde fue sepultado por la Administración sin familiares ni amigos presentes. Allí lo encontró La Directa tras una investigación periodística, y Metromuster, cooperativa autora del documental, inició los trámites para una repatriación no exenta de impedimentos burocráticos.

Trabas que llegan incluso hasta hoy, al no haber podido viajar a España el hermano de Idrissa, Yaokuba Diallo, por una negativa a su visado pese a tener invitaciones de festivales y universidades. De haber acudido al pase de la película –al final lo ha podido hacer otro hermano, Ibrahima, que vive en Saint Etienne (Francia)–, se habría encontrado arropado por más de un millar de asistentes que han llegado la sala principal del cine Aribau de Barcelona.

Entre ellos, colectivos como 'Tanquem els CIE' o 'Irídia-Centro para la Defensa de los Derechos Humanos', ambos colaboradores en el documental. Emocionado, se ha preguntado Ibrahima: “¿Cuántas víctimas injustas se deben a su nacionalidad o identidad? ¿Es que acabará esto algún día?”. La muerte de Idrissa bajo custodia de la Policía Nacional no es diferente de la de miles de migrantes en el Mediterráneo, han denunciado las entidades presentes.

Idrissa Diallo –como tantos otros guineanos– se montó en un autobús y dejó atrás su país hasta llegar a Bamako (Mali), luego Gao, punto clave en la ruta migrante antes de atravesar el desierto. Pasó la frontera de Argelia, luego Marruecos hasta llegar a Nador, desde donde se subió a una embarcación para llegar el 7 de diciembre de 2011 a la playa de Melilla, en la que le detuvieron a él y a sus compañeros.

Al CIE de Barcelona ingresó el 19 de diciembre, para no salir ya con vida. Seis meses después de su muerte, el juez archivó la causa pese a que algunos testigos alertaron que los sanitarios respondieron tarde a su llamada. Las cámaras de videovigilancia hubieran aportado claridad a lo ocurrido, pero el magistrado no las autorizó (poco después un problema técnico con estos aparatos impediría esclarecer los detalles del suicidio de Aramis Manukyan, en el mismo centro de internamiento).

Tras recaudar más de 10.000 euros en donaciones y actuando de puente entre la familia y el Ministerio de Exteriores, al tiempo que grababan el documental, los de Metromuster consiguieron exhumar el cuerpo de Diallo y devolverlo a su madre y hermanos en su villa natal. Así es como termina, con un funeral, la película dirigida por Xavier Artigas y Xapo Ortega (a quien pertenece, de hecho, el comentario irónico que encabeza esta crónica: el Estado puso su maquinaria al servicio de la repatriación de este joven hasta que murió; luego se desentendió de ella).

El motor Diallo

La historia de Idrissa Diallo es también el punto de inicio de un movimiento de defensa de los derechos de los migrantes cuya fortaleza ha ido oscilando en los últimos años, pero que sin duda ha sido motor de diversas iniciativas de calado para la ciudad. ¿Habría existido Tanquem els CIE, una de las organizaciones sociales más influyentes nacidas a rebufo del 15M? La Generalitat, el Parlament llegaron a cerrar filas en 2016 con Ayuntamiento de Barcelona en su pulso –fallido, eso sí– con el Ministerio del Interior para cerrar el centro de Zona Franca.

Incluso la retirada de la estatua del esclavista Antonio López López de la vía pública el pasado marzo quedará ya ligada para siempre a Diallo, puesto que Metromuster y otras entidades aprovecharon la multiconsulta ciudadana planteada por Colau para introducir la pregunta sobre el cambio de nombre de la plaza, que también lleva el del Marqués de Comillas. El referéndum no superó el Pleno y no se ha llegado a preguntar a los barceloneses, pero justo este mes los partidos han acordado recuperar la votación para el siguiente mandato.

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