Mas aprovecha las amenazas de los poderes económicos para erigirse como el candidato antisistema
La presentación de campaña de Junts pel Sí dejó claro que la candidatura independentista pretendía asemejarse a la nueva política, en su vertiente más similar a Barcelona en Comú. Acciones centradas en la participación, marcas y personalidades renovadas, liderazgos colectivos, apelaciones a un genérico “cambio” y un discurso en clave positiva destinado a ilusionar. Lo que entonces no se imaginaba es que Artur Mas, candidato a presidir la Generalitat de Junts pel Sí, acabaría intentando adelantar a Podemos, Barcelona en Comú o la CUP en su perfil más enfrentado a los poderes.
La ofensiva de diferentes instituciones contra la independencia, sobre todo respecto a la economía, está marcando la recta final de la campaña del 27-S, en la que diversos grupos de interés se han movilizado en contra de las propuestas de Junts pel Sí. Si el viernes pasado fueron las principales patronales bancarias las que amenazaron con abandonar Catalunya, este lunes fue el propio Banco de España quien pronunció la palabra “corralito”, hasta ahora un tabú para los organismos públicos. También los líderes de los sindicatos mayoritarios, Ignacio Fernández Toxo y Cándido Méndez, se mostraron el lunes contrarios a la independencia, algo que levantó ampollas en las agrupaciones catalanas de sus organizaciones.
Ante esta acometida institucional contra su proyecto, Mas ha optado por mostrar su lado más rebelde, y desde el fin de semana las apariciones públicas del president han ido acompañadas de mensajes de tono antisistema. Según escribía en twitter su propio jefe de prensa, Joan María Piqué, Artur Mas es el “archienemigo del establishment”. Piqué además lanzaba un dardo a sus competidores independentistas, asegurando que “algún establishment ya quiere un buen resultado de la CUP”.
Metido de lleno en su nuevo papel, el president ha deslizado frases que recuerdan más a las de la izquierda independentista clásica que a las de un líder de Convergència. “Lo único que quieren es meteros miedo en el cuerpo e impedir que el 27-S este país se ponga de pie, les plante cara, se libere de las cadenas que nos han atenazado mucho tiempo en este Estado español que ni nos respeta ni nos quiere, porque es la única manera en que pueden mantener su statu quo y su poder, que es lo que no quieren perder”. El domingo, el president había enviado un corte de mangas a “los jefes” del PP, PSOE y Podemos.
Pero no han sido estas las únicas afirmaciones de alto voltaje. Este lunes el president fue un paso más allá al amenazar con no pagar la parte de la deuda que le correspondería a Catalunya en caso de secesión. “¿Cómo haría frente el Estado español a su deuda si Catalunya no asume su parte? El precio de no ponerse de acuerdo es impagable”, aseguró Artur Mas, después de ver cómo las principales instituciones económicas del país le daban la espalda una tras otra.
Ante ello reaccionó Govern este martes, que ha querido rebajar el tono del candidato Artur Mas por boca de su conseller de economía, Andreu Mas-Collel. El conseller ha criticado con dureza las “presiones desmedidas” del Gobierno de Rajoy ante los bancos, pero también ha asegurado que un Estado catalán “no dejaría tirado” al Estado español puesto que llegarán a un acuerdo para negociar la deuda. Según Mas-Collel la politización de la banca demuestra la irresponsabilidad del Ejecutivo de Madrid y rechaza en todo caso la posibilidad de un corralito. “Un día de estos dirán que iremos al purgatorio si no votamos como corresponde”, afirmaba irónico el conseller, solo unas pocas horas antes de que el cardenal arzobispo de Valencia, Antonio Cañizares, asegurara que “no hay justificación moral” para la secesión.
Advertencias o estrategia del miedo
El debate económico ha entrado de lleno en una campaña que ha ido ganando tono plebiscitario según se acerca la fecha electoral del 27-S. Como ya pasó en Escocia ante su reférendum, las pensiones, los ahorros y la deuda son ahora el centro de la discusión que más votantes puede decantar hacia uno u otro lado.
El independentismo ha reaccionado a la oleada de declaraciones de los diferentes agentes económicos englobando todas ellas en una supuesta estrategia del Estado, que pasaría por azuzar el temor económico de los ciudadanos para evitar una victoria de Junts pel Sí. El propio Mas ha negado que estas amenazas sean reales, y se ha mostrado convencido de que un Estado catalán podría financiarse y tener un sistema bancario. Además acusó personalmente a Luis María Linde, gobernador del Banco de España, de sumarse al “discurso del miedo”. “Debería contribuir a que haya estabilidad pero hace el mismo discurso que los dirigentes del PP”, le echó en cara Mas.
La del president no es una opinión compartida por sus antiguos socios de Unió. A preguntas de los periodistas, Espadaler aseguró no ser “partidario de asustar a la gente”, pero explicó que “el riesgo de corralito es cierto”. En términos similares se manifestó Iceta, para quien el corralito “es una posibilidad”. Para el candidato socialista, las palabras de los bancos son advertencias, “no una conspiración por el miedo”.
Para Lluís Rabell, el candidato de Catalunya Sí que Es Pot, las manifestaciones de los agentes económicos se tratan de “amenazas” que “no condicionarán el voto de los catalanes”. Pese a eso, el del corralito no es un escenario que Rabell descarte.