Torra renuncia a convocar elecciones el 4 de octubre y aplaza el envite con ERC
“Estamos preparados”, repetían prácticamente todos los partidos catalanes el pasado fin de semana, ante la posibilidad de que el president Quim Torra optase por convocar elecciones de forma inminente. Era una de las apuestas que más habían sonado: elecciones el 4 de octubre, el aniversario más cercano a la fecha del referéndum de 2017, que debían de ser convocadas 54 días antes, esto es, en el Diario Oficial de la Generalitat de este martes. Esa opción le hubiera permitido, además, acoplar el calendario electoral al suyo judicial, haciendo de su vista en el Supremo, prevista para el 17 de septiembre, el primer acto de campaña.
Su equipo ha jugado a mantener la incógnita hasta el final. “La fecha solo la sabe el president, no tenemos ninguna información sobre esto”, apuntaban este lunes fuentes del Palau de la Generalitat, que incluso dejaban abierta la puerta a que pudiera emitirse una edición especial del Diario Oficial durante el martes para llegar a tiempo al plazo estatutario. Pero finalmente nada de eso ha ocurrido. El president de la Generalitat ha optado por pasar de largo de la fecha para la que todos sus rivales estaban preparados y con la maquinaria electoral a punto.
No hacer nada también es en este caso una decisión y, sobre todo, un mensaje. Torra ha trasladado a los suyos que quiere ser él quien llame a las urnas y, por tanto, que tiene previsto hacerlo antes de que el Supremo confirme su inhabilitación y le obligue a dejar el cargo mediante sentencia firme. Pero también está claro que el jefe del Govern ha cambiado diametralmente de idea respecto a enero pasado, cuando dio por “agotada” la legislatura. Muy al contrario, en los últimos meses ha dado muestras de no tener ninguna prisa por disolver el Parlament, primero bajo la promesa de estar “centrados en combatir la pandemia”. Ahora, bajo la menos vistosa táctica de dejar que sus rivales de ERC se desgasten en el inicio del curso político.
Los republicanos han visto cómo la mayoría de sus apuestas funcionaban menos de lo esperado. En primer lugar, la formación de Pere Aragonès quiso posicionarse como un partido de gestión, entre otras cosas gracias a controlar algunos de los departamentos clave como el de Economia, Salut, Educació o Treball i Afers Socials. Pero la pandemia ha sido una trituradora para algunos de estos responsables, y aún lo podría ser más en septiembre, cuando deberá volverse a las escuelas, el riesgo de rebrotes aumentará y la situación laboral y económica puede volver a hundirse.
La segunda de las grandes apuestas de ERC fue la investidura y apoyo al Gobierno de Pedro Sánchez, a cambio de garantizarse una incidencia política en Madrid que se materializaba de forma visible en la mesa de diálogo. Pero, ocho meses después, en la formación republicana comienza a haber dudas de que esta estrategia esté dando frutos, habida cuenta de que Sánchez mantiene contactos con Ciudadanos para tratar de sacar adelante los presupuestos y que nadie tiene prisa, ni en la Moncloa ni entre sus socios de JxCat, para volver a convocar la mesa entre el Gobierno y la Generalitat.
El tiempo, a favor de Junts
En esta tesitura, opinan fuentes del Palau de la Generalitat, el tiempo “juega a favor” de Torra y los suyos, que llevan más de un mes preparando la nave con la que aspiran a volver a llegar primeros en la próxima carrera electoral contra ERC. Para ello Carles Puigdemont ha dejado atrás su anterior desidia ante las cuestiones orgánicas y se ha empleado a fondo para volver a formar un partido a su medida. El expresident no solo ha lanzado una nueva formación, ahora bajo la marca Junts, sino que ha conseguido doblegar al PDeCAT, a quienes ha arrebatado el control de los derechos electorales que ganaron gracias a una candidatura con los herederos de Convergència.
Aunque Junts está en pleno proceso congresual durante estas semanas estivales y aún le falta por aprobar los documentos organizativos y el ideario político, la marca ya estaría lista para acudir a unas elecciones si hiciera falta, pues ya ha sido lanzado, se ha dotado de ejecutiva y podría confeccionar una lista y planificar una campaña. Su propuesta política pasa por ser la papeleta del independentismo que no quiere pactos sino confrontación con el Estado, un voto protesta que tan bien le funcionó al expresident en las elecciones europeas. Una fórmula ya conocida y que no necesita tanto exhibir una estrategia como encontrar un clima sentimental idóneo en el movimiento independentista.
Redefinición de la estrategia de ERC
Ese momento en el que la masa independentista esté a punto de nieve podría llegar una vez entrado el nuevo curso, cuando ERC, tal y como han dejado ver alguno de sus líderes como Gabriel Rufián, repensará su estrategia en el Congreso y su papel como aliado externo del Gobierno central.
El último golpe a los republicanos lo asestó la vuelta de varios presos independentistas a la cárcel, con Oriol Junqueras a la cabeza, después de que el Supremo se hiciese con la competencia para anular el tercer grado y la Fiscalía pidiera que se les retirase el régimen de semilibertad que habían comenzado a disfrutar. El independentismo protestó airado y Torra no dudó en culpar directamente al Gobierno de Pedro Sánchez. Aragonès fue más comedido y prefirió dirigir la acusación contra “el Estado”, a quien acusó de aplicar una “venganza”. Pero en el interior de Esquerra el malestar fue notable y crecieron las voces que llamaron a endurecer la posición del partido en Madrid.
Como el resto de formaciones, los republicanos también pasarán agosto en modo preelectoral. El grupo de responsables del partido que en su día se formó para responder a la crisis del coronavirus poco a poco se ha transformado de hecho en un comité de campaña. ERC no se fía de las intenciones de Torra, que consideran que podría estar jugando al despiste dejando pasar la fecha del 4 de octubre. Y, a la vez, tratan de calcular de cuánto tiempo disponen para reenfocar sus postulados si tanto la carta de la mesa de diálogo como la del independentismo de gestión acaban naufragando a principios del nuevo curso.
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