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“Cuando me dieron la carpeta con el mapa, la apreté contra mí y me quedé frío”. Josep Maria Contel, presidente del Taller d’Historia de Gràcia y estudioso de los refugios antiaéreos de la Guerra Civil, supo que tenía algo importante cuando le hicieron llegar unos planos amarillentos, fechados a diciembre de 1937 y con un encabezado: Projecte de refugi al Palau de la Generalitat de Catalunya. Fue el primer capítulo de una aventura que ha durado cuatro años y ha permitido al Govern descubrir un búnker antiaéreo, proyectado por el Ejecutivo de Lluís Companys, que conecta con el Palau de la Generalitat y que está situado debajo de una plaza adyacente.

Durante la compleja excavación que se ha realizado en secreto debajo de la sede del Govern, también se ha descubierto una galería que lleva hasta el refugio, construida en 1645 durante la Guerra dels Segadors y que los arqueólogos creen que se diseñó para poder escapar del Palau. El pasado miércoles, elDiario.es entró por primera vez a este recinto, que se ha mantenido alejado de los focos por razones de seguridad.

Contel siguió indagando tras conseguir los planos. Hasta ese momento se conocía un refugio antiaéreo situado debajo del Palau, que durante la dictadura sirvió como archivo de la Diputación de Barcelona. Pero los planos que obtuvo mostraban que había un pasillo que conectaba esa estancia con otro búnker igual de grande y del que no se tenía noticia. Al cabo de unos meses se cruzó con unas fotografías en Facebook que le llamaron la atención: se veía a unos obreros abriendo un gran agujero a pocos metros de la Generalitat a principios de 1938. Tenía que ser el refugio que le indicaban los planos.

Intentó varias veces gestionar un permiso para entrar al Palau a buscar indicios de la guarida, pero siempre recibía una respuesta negativa. Hasta que conoció a Lluís Vivancos, inspector jefe de la unidad de subsuelo de los Mossos d’Esquadra. Le enseñó los mapas y las fotos que tenía y todo se activó en el departamento de Presidencia de la Generalitat.

“Al ser una infraestructura asociada al Palau pensamos que sería interesante investigar”, explicaba este policía el pasado miércoles. “Las fotos acreditaban que lo que aparecía en los mapas se llegó a construir e iniciamos un proceso para descubrir posibles accesos al lugar”. Unas fracturas en el yeso de una pared del sótano del Palau coincidían con la puerta proyectada en el plano. Era finales de 2016 y empezaron a excavar.

Mientras en los despachos del Govern se vivían los momentos más convulsos de la política catalana de las últimas décadas, un equipo de arqueólogos, Mossos y expertos en patrimonio avanzaban discreta y lentamente sus trabajos en el subsuelo del Palau. Colaboraron también técnicos independientes, miembros de la Universitat Politécnica de Catalunya, del Instituto de Cultura de Barcelona… Decenas de personas implicadas en excavar un túnel que no sabían a dónde les llevaría.

“A finales del 37 comenzaron los bombardeos sobre Barcelona y la Generalitat y el Ayuntamiento empezaron a proyectar refugios tras crear las Juntas de Defensa Pasiva”, señalaba Xavier Maese, arqueólogo de la Generalitat que también participó en las excavaciones. Explicaba este experto que se proyectaron más de 1.300 espacios que quedaron registrados en un censo. Paralelamente, se construyeron decenas de refugios gubernamentales como el del Palau que no figuraban en ningún documento. “Creemos que este espacio tenía como objetivo proteger al personal de la Generalitat y posteriormente se abrió también para los vecinos del barrio Gótico”, continuaba el arqueólogo.

El periodo en el que se construyó fue el más sangriento de la Guerra Civil en Barcelona. Tras convertirse en la capital provisional de la República a finales de octubre de 1937, en enero del 38 una serie de ataques aéreos de inédita magnitud dejaron centenares de civiles muertos en la ciudad. El acoso desde el cielo se repetiría durante los meses posteriores hasta llegar a los ataques de marzo de ese año, cuando aviones italianos se cebaron de nuevo con la capital catalana: algunos historiadores cifran los bombardeos de marzo en 800 muertes, otros suben la cifra hasta 2.000 fallecidos, entre ellos más de 100 niños. 

Una excavación compleja

No fue fácil para los Mossos y el equipo técnico abrir el primer boquete en una pared del sótano de la Generalitat. El muro, robusto, medía más de un metro de ancho y la puerta de acceso estaba mucho más baja de lo que figuraba en los planos. Llegaría entonces la primera sorpresa: tras la pared no había una galería de hormigón, como preveían, sino un túnel de piedras, mucho más viejo, que en ese momento estaba totalmente bloqueado con escombros.

“La primera sorpresa fue encontrarnos con esa galería”, rememoraba Júlia Roca, responsable de patrimonio del Palau de la Generalitat. Empezó entonces la delicada tarea de ir vaciando la galería. El pasillo apenas mide un metro de alto y tiene pronunciadas curvas, nada que ver con lo que aparecía en el proyecto del Govern de Companys. Para transitar por él hay que ir completamente agachado, casi de cuclillas, evitando multitud de piedras y rocas que golpean constantemente el casco del que camina.

La dificultad para seguir avanzando era tal, que en 2017 el equipo se dio por vencido. “Lo veíamos todo demasiado inestable y decidimos no continuar”, aseguraba Vivancos, el jefe de los Mossos del subsuelo. La desazón cundió en un equipo que llevaba un año trabajando sin hacer ruido y que reportaba directamente a presidencia: primero a Carles Puigdemont, después a Quim Torra.

Cuando ya habían tirado la toalla, un pequeño derrumbamiento les mostró que el camino continuaba. Reemprendieron las obras y al cabo de un tiempo descubrieron las inscripciones que dieron información sobre ese misterioso pasillo: había sido construido en 1645, durante la Guerra dels Segadors, y en ella figuraba una inscripción: P. Pau. Los arqueólogos lo atribuyen a la figura de Pere Pau Ferrer, arquitecto municipal de la segunda mitad del siglo XVII. “No sabemos a dónde evacuaba esta galería en el siglo XVII porque queda interrumpida por el refugio que mandó construir Companys”, apuntaba Maese, del servicio de arqueología. “Pero no es nada habitual encontrarse con galerías de este tipo que conectan con un refugio construido siglos después”.

Pintadas, jeroglíficos, zapatos, ropa...

No fue hasta finales de 2018 que los excavadores lograron llegar hasta el búnker que buscaban. Los primeros en entrar fueron los Mossos por razones de seguridad. Después el resto del equipo. “La sensación de encontrar un refugio que no se conocía y al que nadie había accedido en 80 años fue única”, rememoraba Maese desde este lugar situado a cinco metros bajo tierra.

Los investigadores se encontraron con varios elementos que les permitieron hacerse una idea de lo que se vivió ahí: zapatos, piezas de ropa, latas metálicas de conservas, monedas, pulseras… También pintadas en las paredes de todo tipo: desde dibujos infantiles hasta jeroglíficos pintados por adultos. La instalación eléctrica del refugio les dio indicios de que se llegó a utilizar y unas escaleras en la otra punta del recinto -llenas de escombros- demostraban que el espacio también tenía acceso directo a la calle.

“El refugio no se llegó a acabar, pero sí que se utilizó durante los bombardeos”, aseguraba Roca, la responsable de Patrimonio. En los planos se ve un recinto con todo tipo de comodidades: desde sala de telefonistas hasta lavabos, armarios… Nada de eso se llegó a instalar, algo que los expertos atribuyen a la magnitud de los bombardeos, a la improvisación durante la guerra y a la falta de materiales y mano de obra a medida que avanzaba el conflicto. 

Contel, estudioso de los refugios desde hace 25 años, reconocía el miércoles que este recinto era uno de los descubrimientos más relevantes de su trayectoria. “Cada refugio tiene sus particularidades”, relataba todavía sudoroso, después de trepar por unas empinadas escaleras de obra para salir del subsuelo. “Pero lo más especial es encontrar uno que conecta con la Generalitat y que había permanecido en el olvido hasta ahora”.

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