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¿Una nueva Ley de Memoria? ¡No, gracias!

Alfons Cervera

Parece que lo que se llama Memoria Histórica está teniendo éxito. Se ha tardado mucho pero ahora parece que la cosa va en serio. Eso es lo que yo tendría que escribir -afirmándolo- después de leer en este diario que por fin la Generalitat Valenciana ya tiene listo un anteproyecto de ley que atiende al pomposo título de Ley de Memoria Democrática y para la Convivencia en la Comunitat Valenciana. No he leído el articulado de ese anteproyecto. Lo que leí hace unos días, cuando se presentó públicamente, fueron las declaraciones de los máximos representantes del Consell para argumentar su necesidad después de tanto tiempo sin que los sucesivos gobiernos del PP se negaran a hacer el más mínimo caso a la memoria de lo que supuso la crueldad franquista, no sólo en su guerra de exterminio republicano después del golpe de Estado en 1936 sino a la que vino después de su victoria en 1939. Y ahí, en esas declaraciones, hubo algunas cosas que necesitan alguna aclaración.

La primera duda la encontramos en el propio título de ese anteproyecto: Ley de Memoria Democrática y para la Convivencia. ¿Me podría alguien explicar qué pinta ahí lo de “Convivencia”? Porque yo no lo entiendo. Seguramente ese añadido tiene que ver con aquello ya tan viejo de la “reconciliación”. Esa necesidad de dejar bien claro que lo más importante cuando se habla de memoria no son la verdad, la justicia y la reparación sino que las dos famosas Españas de Machado se lleven bien y no entremos de nuevo en otra guerra como la de entonces. Otra vez poniendo por delante lo que tendría que ir en segundo lugar. Decía Avishai Margalit en su libro Ética del recuerdo que lo primero es hablar de “verdad” y luego de “reconciliación”. Pero parece que seguimos con esa extraña clase de miedo a enfrentar lo que pasó después de aquel golpe de Estado con lo que ha seguido pasando y sigue pasando ahora mismo a la hora de abordar con valentía y sobre todo con un hondo sentido de la justicia los horrores del franquismo.

Insisto en que no conozco -todavía no se ha hecho público cuando escribo estas líneas- el articulado exacto de la nueva Ley. Sólo conozco lo que dicen el presidente de la Generalitat, Ximo Puig, y Gabriela Bravo, consellera de Justicia.

Según los dos miembros del Consell, esa Ley no es una Ley “revanchista” y pretende “integrar a todas las víctimas, de ambos bandos”. Voy con la primera aclaración. La nueva Ley de Memoria no será revanchista, eso dicen nuestras autoridades. Una justificación absurda porque de revanchismo sólo habla la derecha, esa derecha que dice que cada vez que hablamos de Memoria Histórica lo hacemos porque nos mueve el afán de revancha. Y para que no se enfade esa derecha hay que decir -como se dice- que lo que mueve a la Generalitat a sacar una nueva y definitiva Ley de Memoria no es la revancha sino que lo que pretende es “integrar a todas las víctimas, de ambos bandos”. Voy, pues, con la segunda aclaración. Hablan Bravo y Puig de “bandos”. Y en este punto hay que decir bien alto que no, que no había dos bandos enfrentados en la guerra. El lenguaje ha de ser limpio y no engañoso. Es importante saber que las palabras son fundamentales para decir algo o su contrario. Lo primero que hacen las tiranías es robarnos el lenguaje y convertir el suyo en dominante y exclusivo. Miren lo que dice el historiador Francisco Espinosa Maestre en uno de sus magníficos textos memorialistas que en alguna otra ocasión ya saqué en estas páginas: “El franquismo no sólo se apropió de la historia y de la memoria sino que también corrompió las palabras”. Ojo, pues, a lo que quiero decir cuando hablo del lenguaje. Los dos “bandos”, qué dos bandos. La palabra “bando” se entiende en su vertiente peyorativa, delictiva, como en las películas de rufianes marselleses. Quienes defendían la legitimidad republicana no formaban ningún bando. Simplemente luchaban por los valores que representaba la Segunda República. Sus oponentes sí que conforman, con su golpe de Estado, la bandería delictiva de la rebelión fascista. Y vamos con una tercera afirmación de nuestros dos altos representantes institucionales: la nueva Ley ha de ser “un instrumento que sirva para cohesionar, no para dividir”. ¿Quién ha dicho que cuando hablamos de Memoria Histórica lo que queremos es dividir a la gente, quién ha dicho siempre eso? Pues está claro quién lo ha dicho: la derecha, esa derecha a la que le salen sarpullidos cada vez que hablamos de aquel pasado traumático que todavía hoy pertenece al mundo del tabú, de lo prohibido, de lo no decible, de lo que es mejor no menear para que la bestia no se revuelva en su inexplicable tumba faraónica del Valle de los Caídos.

Y ahora viene algo que me parece un auténtico lío. Después de las declaraciones compensatorias entre los dos “bandos”, dice el presidente de la Generalitat que la nueva Ley pretende “recuperar y preservar la memoria democrática” y que es “imprescindible reconocer y honrar a quienes se esforzaron por sentar las bases de la libertad y de los principios democráticos hace ochenta años”. No me aclaro. Y aún menos me aclaro cuando finalmente es la vicepresidenta del Consell, Mónica Oltra, la que dice que con esa Ley se “va reparando, poco a poco, el dolor de las víctimas del franquismo”. De verdad que no entiendo nada. ¿Pues no se trataba de honrar a todas las víctimas, las de un “bando” y las del otro “bando”? Ahora resulta que se trata de honrar a las víctimas de un sólo “bando”. Menudo lío, ¿no?

Para acabar: espero que la nueva Ley de Memoria no suponga lo mismo que las dos anteriores: aquella Ley de Amnistía de 1977 y la que se aprobó cuando el mandato de Rodríguez Zapatero en 2007. Eran en realidad leyes de Punto Final a la mayor gloria de la herencia franquista que todavía hoy sigue campando a sus anchas en este país doblado por el miedo.

Una sugerencia final: si piensa el gobierno de la Generalitat que las víctimas fascistas ya estuvieron plenamente reconocidas durante los cuarenta inacabables años de la dictadura, hagan una Ley que definitivamente, y sin excusas de ninguna clase, repare el daño causado a la memoria de quienes se dejaron la vida en defensa de la libertad y de la democracia. Pero si se trata de una Ley que no apuesta valientemente por la verdad, la justicia y la reparación de las víctimas del franquismo, qué quieren ustedes que les diga: ¡No, gracias!

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