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Sobre este blog

Este blog pretende transmitir reflexiones sobre música, literatura, arte, pensamiento y cultura en general, sin eludir la dimensión política. Trata de analizar la realidad, especialmente cuando, como ocurre con frecuencia, supera la ficción.

Vivir la música desde dentro

Los cantantes aficionados ocupaban la zona del coro y parte de las tribunas laterales.

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Quien ha tenido la fortuna de cantar en un coro conoce bien el enorme placer que produce sentir la propia voz dentro de un conjunto. En mi época de estudiante universitario formé parte de la Coral Universitaria de Murcia, que dirigió Enrique González Semitiel, y nunca he gozado más de la música que interpretando la polifonía de Victoria, Guerrero o Morales. La música se disfruta mucho escuchándola, pero estar dentro de ella es un grado superior.

El Palau de la Música de València acogió el pasado 11 de diciembre una gozosa interpretación de El Mesíasparticipativo, promovido por la Fundació “la Caixa”. Con ello se reanudaba una tradición interrumpida por el cierre durante cuatro años del auditorio por obras tras la caída de los techos de sus salas de concierto. El Mesías no solo es el oratorio más famoso de Handel, sino también una de las obras más célebres de toda la historia de la música. La Fundació “la Caixa” promueve desde 1995 esta modalidad de interpretación, en la que a una orquesta y un coro profesionales se suman otros de aficionados, que intervienen en una parte importante de los números de la obra. El reto es conjugar la participación masiva de los cantantes aficionados con la orquesta, el coro y los solistas profesionales, de manera que el empaste del conjunto y los volúmenes sonoros ofrezcan un resultado artístico satisfactorio. 

Tocaba la Orquestra de València, en una formación reducida, de acuerdo con lo habitual en los conjuntos barrocos, con clave y órgano positivo. El coro era la Coral Catedralicia, que dirige Luis Garrido, y los solistas vocales Pilar Alva Martín, soprano; Lucía Caihuela, contralto; Pablo García López, tenor, y José Antonio López, bajo. Este último acaba de triunfar esta temporada en el Palau de les Arts con el papel principal de la obra Enemigo del pueblo de Francisco Coll. En cuanto a los conjuntos de aficionados, que sumaban 277 personas, eran el Cor Alameda, el Cor de Cambra de València, la Coral Polifónica Scholapiarum Cantores y el Orfeó Manuel Palau. Félix Redondo fue el director preparador y Aarón Zapico dirigió el conjunto.

La popularidad de El Mesías data de la propia composición de la obra. Se estrenó en Dublín el 13 de abril de 1741 en una sala de conciertos a la que accedieron 700 personas y otras tantas se quedaron en la calle sin poder entrar. Fue tanta la expectación despertada por el acontecimiento que el Falkner’s Journalrecomendaba a los caballeros que acudieran sin espada y a las damas que no llevaran miriñaque para aprovechar el espacio. El estreno en Londres dos años después no tuvo tanto éxito, pero la obra no tardó en ganar las preferencias del público y su interpretación se convirtió en un rito anual. Handel lo dirigió por última vez en Londres el 6 de abril de 1759, ocho días antes de morir. La costumbre de programarlo en Navidad es posterior, probablemente en virtud del título de la obra.

Aarón Zapico dirigió una versión animada, ágil, de tempi más bien ligeros y profundamente expresiva, con algunas pausas muy marcadas. El conjunto sonó muy bien y el volumen del numeroso coro de aficionados nunca resultó excesivo. Alto nivel en los solistas vocales, entre los que destacaría a la soprano Pilar Alva-Martín, de muy redondos agudos, y al bajo José Antonio López, bien conocido por el público del Palau, donde ha cantado papeles tan destacados como el Jesús de la Pasión según san Juan o el principal de El holandés errante. Muy bellos solos de trompeta de Raúl Junquera y de violín de Anabel García del Castillo. Se echó de menos la proyección de la traducción de los textos cantados, como se ha hecho en otras ocasiones. El lujoso programa editado por la Caixa en formato folio ofrecía texto inglés y doble traducción, pero seguirlo en la penumbra de la sala no era tarea fácil.

Las masas corales de aficionados ocupaban toda la parte del coro de la Sala Iturbi y más de la mitad de ambas tribunas laterales. Cantaron con entrega, afinación y buen gusto, con momentos especialmente brillantes en el celebérrimo Aleluya y en el fugado Amén final. Zapico correspondió a las ovaciones del público con la repetición del Aleluya. La alegría que transmitió la interpretación contrastaba al salir con el lastimoso aspecto de los naranjos del vestíbulo, medio secos y con gran parte de sus copas de un poco saludable color ocre.

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