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Los impostores: de Mad Men a Mauthausen

José Manuel Rambla

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El juego de aparentar ser quien no eres resulta fascinante. No se trata de alcanzar una mayor o menor destreza en el artificio del disfraz o la caracterización, sino sobre todo de lograr una perfecta transmutación psicológica que te permita presentarte ante los demás e incluso ante ti mismo como otra persona. Quienes lo logran suelen caminar por afilados bordes de abismo, generando a su alrededor un vértigo que les hace irresistibles, como ocurre por ejemplo con el seductor de Don Draper, personaje clave para entender el éxito de una serie como Mad Men.

No es extraño por ello que un escritor como Javier Cercas, empeñado en ser la plasmación literaria, reconciliadora e edulcorada, en suma oficial de nuestro pasado reciente, recurra a uno de estos personajes en su última novela, El impostor. Si en Soldados de Salamina focalizó el interés del lector en ese joven soldado republicano capaz de tener frente a su enemigo una santificada piedad que todavía están esperando las miles de calaveras esparcidas por las cunetas, sin que ello estremezca mucho la pluma del autor; en su segundo libro, Anatomía de un instante, Cercas nos confirmó lo que ya nos venía diciendo el Telediario de la 1: que Juan Carlos de Borbón, el mismo que unos años antes posaba junto al Caudillo en la Plaza de Oriente respaldando los últimos tiros de gracia del franquismo, era el salvador de la democracia.

Curiosamente, este hecho hubiese permitido al novelista presentar al monarca como a un impostor moralmente bueno, un demócrata convencido obligado por la Historia a representar ante Franco una personalidad autoritaria que en realidad no era la suya. Sin embargo, no lo hizo, tal vez temeroso de posibles malentendidos, dadas las inevitables connotaciones peyorativas del término.Una sabia prudencia que, sin embargo, Cercas no tuvo en cuanta al proyectar ese apelativo de impostor sobre el entorno de las víctimas. Es así como en su última novelanos acerca a la historia real de Enric Marco Batlle, un pretendido superviviente de Mauthausen que sin embargo jamás pisó un campo de concentración. De este modo, el mismo escritor que certificó la veracidad incuestionable del relato oficial de la Transición, nos alerta de las trampas y tramposos que se esconden tras las historias de los vencidos y derrotados.

En cualquier caso, me viene ahora a la mente esta novela de Cercas, no porque ande pendiente de los últimos capítulos de Mad Men, sino después de ver al ministro de Asuntos Exteriores José Manuel García-Margallo y su sentido homenaje a los 7.532 republicanos españoles internados en el campo de Mauthausen, de donde 4.816 de ellos no lograron salir con vida el día de una liberación cuyo 70 aniversario se conmemoraba esta pasada semana. Y me preguntaba también dónde pensaría el consagrado escritor que estaría la impostura durante aquella jornada: ¿en la presencia del miembro de un gobierno y un partido capaz de sumarse a las celebraciones por la derrota del fascismo en la II Guerra Mundial pero genéticamente imposibilitado para condenar institucionalmente un régimen que se impuso a sangre y fuego con el apoyo ideológico y militar de Hitler y Mussolini? O por el contrario, la actitud cínica y engañosa, ¿recaería a juicio de Cercas en aquellos que se desgañitaban ondeando banderas tricolores que cuestionaban el idílico relato de un amor fraternal recuperado súbitamente sobre el pozo sin fondo de una gran fosa común?

Pero bueno poco importan estos dilemas. Con todo voy a creer, al igual que seguramente hará Cercas, que detrás del gesto del ministro no está la farsa de Enric Marco sino su más sentidasinceridad. Voy a considerar que en el semblante firme de Margallo durante su estancia en aquel espacio de ignominia y muerte,lo que aflora es una insufrible lucha interior entre su espíritu de firmes convicciones antifascistas y ese papel de impostor que las circunstancias le obligan a encarnar cada vez que no puede condenar los cuarenta años de sangría liderados por el Generalísimo.

Es tanta mi fe que incluso no dudo en que algún día el ciudadano Juan Carlos de Borbón nos sorprenderá a todos pidiéndonos perdón por aparentar aquel apoyo al dictador. Al fin y al cabo ya lo hizo por un elefante y una aventura erótica por tierras africanas, por eso ¿cómo va a negarse a disculparse por tanta matanza?

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