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CV Opinión cintillo

Botón de ancla

Buenos tiempos para ser de Vox

El vicepresidente de la Generalitat y líder de Vox, Vicente Barrera, conversa con Carlos Mazón en la sesión de control de este jueves, 11 de julio.
8 de noviembre de 2025 23:56 h

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Soy más de Porco Rosso que de Abascal por eso de que antes cerdo que fascista. Me viene al pelo, porque así puedo disfrutar como gorrino en cochiquera cómo el ultracentro se lo está haciendo pasar al PP. Mucho me temo que dentro de unos años, no muchos, conmemoraremos el 20-N en la renombrada Plaza del Caudillo con capea y fuegos artificiales —se alegarán motivos históricos y la Ley de Concorida para justificarlo— financiados con dinero de la Generalitat. Pero, mientras llega el fin del mundo, a disfrutar.

La perspectiva para los de Abascal tampoco es halagüeña. Si les sale bien la operación van a tener que trabajar algo los próximos cuatro años, y esa es una cruz que no la van a portar con gusto. Y, más allá de la ironía, es verdad. Más allá de exabrupto de bar de carretera sobre la violencia intrafamiliar y sus fascistadas conspiranoicas contra el catecismo 20-30, lo que queda es un páramo intelectual. Vox no es un partido con cuadros y gente formada como Rassemblement national de Marine Le Pen, son los Tonetti con el brazo en alto.

Pocas veces se ha visto una metáfora más evidente de lo que es llevar los pantalones por la rodilla como cuando el otro día Feijóo le dijo a Vox que había que “mantener la estabilidad”. Es como si, en el cole, el dueño de la pelota dice que no vale punterá. Pues todos a darle con saña. Y esa pelota, ni es del jefe de la oposición, ni está en su tejado. Su único consuelo es que no puede estar en peor situación. Desde Madrid, con su mentalidad gallega, le advertía a los ultras que, de no ser así, los ciudadanos “tomarían buena nota”. Y tan buena. Lo de la Comunitat Valenciana va a disparar un poco más a Vox en las encuestas, como si no fuera ya en modo pepinón. Ese mérito hay que reconocérselo.

Feijóo tiene claro que no van a rascar ni media en una autonomía en la que Vox reina, pero no gobierna. Pero se hace el disimulado, porque tan enfadado con la realidad como para negarlo no puede estar. Desde la barrera, y desde el Barrera, tocan la flauta y el PP baila. Por supuesto que a Vox le interesa ir a elecciones —raro sería que no lo tuvieran ya decidido—, pero unas risas se querrán echar por el camino. En eso todos somos iguales. La España y la antiEspña. Cada voto que pierde el PP es uno más para ellos y, si las víctimas de la DANA se han cargado a Mazón, ahora ellos lo tienen a güevo para cargarse el Consell. Solo necesitan un soplo. Caerá como un castillo de naipes. Si pactan, a ver quién es ahora la derechita cobarde.

Cada día que pasa solo añade más miseria a los populares. Hay que dejarles que se peleen por un candidato, y que Madrid y la Comunitat se enfrenten para ver quién es el próximo inquilino del Palau de la Generalitat. Al PP, que la cosa se negocie en Madrid le viene mal; a Vox, les parece normal, así que les viene bien. Eso no pasa en el PSOE, donde a Diana Morant la paraban por la calle para rogarle que se presentara a la secretaría general. En el PSPV saben, y no dicen nada, lo que todo el mundo tiene claro: es mala candidata que podría ser una gran presidenta. ¿Un ‘teleco’ de presidenta? ¿dónde hay que firmar? La candidata natural y con más posibilidades de éxito —muchas— es Pilar Bernabé, pero Pedro locuta, causa finita. Y aspiraciones de gobernar, también. Si, tras un año de desgaste, el PSPV no tiene al PP pidiendo la hora puede que la culpa no sea de los votantes. Además, ahora que las autonómicas no van a coincidir con las locales, si Morant da un paso atrás alegando que quiere seguir de ministra, queda como una marquesa y nosotros ponemos cara de creérnoslo.

Pero volvamos a lo del PP y Vox, que da mucha risa. Si vas a negociar no empieces pidiendo clemencia. Es como saltar al campo mentalizado por meterle al otro un cero-cero. Y lo han hecho. Ahora solo falta humillarles un poquito más las próximas semanas. Presentan candidato y como en Tinder: le dices que es especial, pero lo que quieres es meter y luego puerta. Vox debería ir desgastando a cualquiera que le presenta hasta que solo les queden las cenizas de Rita Barberá. Y luego, a celebrar la gran fiesta de la democracia, que les van a sobrar cargos para nombrar. Eso crea empleo. Y amigos. De debajo de las urnas les van a salir.

Vox, en teoría, no está en el gobierno de la Generalitat, así que solo tiene que esperar a que vayan a su puerta. El PP se juega el Consell con unos vaticinios demoscópicos que dicen que, tras las elecciones, dependerán —y mucho— de la ultraderecha. Tanto que como no paren la sangría igual es al revés. ¿Y qué tienen que ofrecer que Vox no vaya a conseguir si pasa por las urnas? Más toros en À Punt y poco más. De hecho, para que el principal escollo a las negociaciones ahora son los menores no acompañados, que como todo el mundo sabe son la principal preocupación de los valencianos, que se debaten entre no salir de casa por miedo a que se la okupen o salir, y que un chaval te atraque, te viole y te venda droga de una tacada.

A nivel nacional, la onda expansiva de que el PP pierda la Generalitat va a resonar por toda esta piel de toro que, como decían Martes y 13, es España. Y confiar en las generales, aunque nadie sepa cuándo serán, es optimismo nivel pon un plato de más en la mesa por si presenta a cenar el Nani sin avisar. Y, de paso, una derrota de la izquierda en Valencia anticipa unos comicios nacionales con aires de déjà vu.

Mazón no se va, se ha ido. Lo han tirado las víctimas. Él se fue con un aplauso de los suyos, ese que a las víctimas les estuvieron negando en el Congreso. Pero le pica el culete. Si hay elecciones y deja de ser diputado autonómico, le imputarán a primera hora de la mañana. Su único escudo sería ser senador de designación autonómica, y para eso hay que echar a uno. Quedaría feo, pero Vox lo puede forzar y otro saquito de votos a costa de la derechita cobarde. Los de izquierdas nos vamos a la mierda, pero las risas no nos las quita nadie.

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