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CV Opinión cintillo

Niñas yunteras

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Las mujeres de mi vida son rabiosamente valientes, titánicas, generosas. No las mecieron al nacer, ni les cantaron nanas. Las lanzaron a un mundo de postguerra, desnudas, sin más armas que unas manos que temprano madrugaron entre callos y llagas.

Niñas yunteras. Niñas luchadoras. Niñas que se abrieron paso a dentelladas porque las letras les fueron vetadas. Ellas no fueron a la escuela ni aprendieron a leer o a sumar. Las monjitas a las que les lavaban la ropa, con sus pequeñas e inexpertas manos, les negaron ese derecho a soñar los otros mundos posibles que les aguardaban en unos libros que jamás descubrieron.

Ellas, solamente, sentaron la base para que otras pudiéramos ser hoy más libres e iguales. Desde su humildad, desde su anonimato, desde la rudeza de una vida golpeadora en la que no cabían los lamentos ni sobraba tiempo para acudir a manifestaciones los 8M. Porque ellas, con su trabajo doméstico liberaron a otras de cadenas para que pudieran leer, escribir, reivindicar por todas.

Ellas son las auténticas rebeldes. Las revolucionarias, las que, en un mundo de masculinidades asfixiantes, de roles tiránicos, nos dieron las llaves para liberarnos de las cadenas del género para ser las mujeres que quisiéramos ser. Sin ellas hoy el camino sería más duro, más largo, más inhóspito y escarpado.

Ellas que no sabían lo que significaba la palabra feminismo, ya eran feministas. Ellas, que jamás fueron conscientes de formar parte de un movimiento, no entenderían que las mujeres no estuviéramos unidas y lucháramos por aquello que a ellas les fue robado por la dictadura.

Hoy miro a mi alrededor y ya no veo a esas mujeres, pero siguen entre nosotras. A pesar de que no hace tanto tiempo, en realidad son de otro siglo. Ahora su realidad no es la nuestra y nos perdemos en cuestiones que nos desvían de la lucha por seguir rompiendo techos de cristal y librarnos de los suelos pegajosos para no sentirnos impostoras. Nos desvían de la sororidad para construir una sociedad más justa, basada en la corresponsabilidad, donde los cuidados pasen a la esfera de lo público para dejar ser una responsabilidad exclusiva de las mujeres y ser compartida con los hombres.

Mientras andamos despistadas, los reaccionarios avanzan para dividirnos y siguen naciendo niñas yunteras, a las que se les condena al burka, a la ablación, a morir quemadas, violadas y explotadas por mafias que campan a sus anchas, por un mundo que ha globalizado la prostitución.

Por ellas, es imprescindible que estemos unidas, juntas en una lucha que sigue vigente: “la de un mundo donde seamos socialmente iguales, humanamente diferentes y totalmente libres”. Las palabras de Rosa Luxemburgo siguen siendo igual de transgresoras y radicalmente democráticas que cuando las pronunció y eso debería preocuparnos.

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