'Suiza patria querida': 11.000 monedas de chocolate para denunciar los desmanes del capitalismo en Rambleta
Eugenio Merino (Madrid, 1975) ha soliviantado a cristianos, judios y musulmanes con un dibujo, enervó a la Fundación Franco al meter una escultura hiperrealista del dictador en una nevera y ha colocado una reproducción de la cabeza de Donald Trump en una caja expuesta en Nueva York.
El iconoclasta artista expone ahora en Valencia. Su creación -'Suiza patria querida'- toma su nombre de una letra del humorista Forges para el cantante Luis Eduardo Aute- y se vale de 11.000 monedas de chocolate para denunciar los desmanes del sistema financiero internacional, en el ojo de la diana desde el crash de 2008. Estará en el centro cultural Rambleta hasta el 30 de marzo.
Merino extrajo el título de la exposición leyendo una revista de la transición -Por favor, prima hermana de Hermano Lobo o La Codorniz- y se inspiró leyendo a Hervé Falciani, el informático que filtró la mayor lista de evasores fiscales de la historia. Interesado por la actualidad -“el arte debe decir cosas sobre lo que nos afecta directamente”- el artista contrapone el lado oscuro de Suiza (su opaco sistema bancario) con uno más luminoso: su chocolate.
¿El objetivo? “Que el espectador experimente, con un punto de ironía, como el dinero desaparece. En cierta manera lanza un mensaje amargo y desesperanzado”, la dificultad de recuperar el dinero evadido o eludido por las grandes fortunas, la ilusión -o imposibilidad- de acabar con los supuestos abusos del sistema financiero. “Sabemos que 2.700 españoles se llevaron el dinero ilegalmente a Suiza y hubo una amnistía fiscal”, dice Merino sin acritud.
“Me encanta el humor gráfico de mucha gente, El Roto, por ejemplo. El humor sirve para analizar de manera crítica la realidad y transmite enfado [por la utopía que supone creer en mejoras radicales e inminentes] pero también produce risa”. En esa línea, el espectador podrá degustar 11.000 monedas de chocolate -hay más en stock, dicen en Rambleta- para endulzar el mal trago que le pueda producir la bucólica Suiza, sus bancos y su reputación como paraíso fiscal.