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Descubre el triángulo orwelliano de Barcelona

Orwell junto a Stafford Cottman y otros miembros del ILP, verano de 1937 | Fuente: labarcelonadeorwell.wordpress.com

Marta Peirano

“Me fui a vivir en Barcelona en 1975, cuando tenía 20 años -contaba el autor irlandés Colm Tóibín en una entrevista- Incluso antes de ir, sabía más sobre la guerra civil española que sobre la irlandesa”. La culpa, por supuesto, es de George Orwell. Su Homenaje a Cataluña ha servido de inspiración literaria, biblia política y mapa de rutas de Ciudad Condal para todas las generaciones posteriores desde su publicación en abril de 1938.

En el caso de Tóibín, la influencia ha sido especialmente productiva: todas sus historias “catalanas” son descendientes de Orwell, desde su propio Homenaje a Barcelona -que retrata no la guerra civil sino la vida en una Barcelona traumatizada por el franquismo- a su primera novela, El Sur, donde una pintora irlandesa protestante viaja a la Barcelona de los 50 y acaba viviendo con un anarquista en un pequeño pueblo del Pallars. Es por eso que el irlandés ha sido el encargado de homenajear al británico con motivo del Día Orwell 2014. Una efeméride que se ha inventado el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona porque la oficial, decidida el año pasado por sus herederos, The Orwell Prize y su editorial Penguin, es el 21 de junio, aniversario de su muerte.

Como parte de los festejos, Tóibín dará el martes a las 19.30 una conferencia titulada Barcelona, de George Orwell a la democracia. La fiesta incluye una guía por la Barcelona de Orwell (concretamente, una ruta literaria en catalán, castellano e inglés) aquí. Este artículo, también.

Tres lugares orwellianos de Barcelona

HOTEL CONTINENTAL (La Rambla, 138)

Cuando George Orwell y su mujer Eileen O'Shaughnessy llegaron por primera vez a Barcelona en diciembre del 36, se alojaron en el Hotel Continental, un establecimiento de cierto abolengo que había sido colectivizado durante la guerra como sede del gobierno local. El hotel estaba (y sigue) en las Ramblas y la primera impresión del autor fue especialmente triunfal:

“El aspecto de Barcelona resultaba sorprendente e irresistible. Era la primera vez en mi vida que estaba en una ciudad donde la clase trabajadora tenía el mando. Casi todos los edificios estaban en poder de los obreros y cubiertos con banderas rojas o rojinegras; en todas las paredes había hoces, martillos y las iniciales de los partidos revolucionarios. [...] A lo largo de las Ramblas, la ancha arteria del centro de la ciudad por donde circulaba un río interminable de gente, los altavoces atronaban las canciones revolucionarias durante todo el día y hasta bien entrada la noche.

Aunque su intención original era escribir, Orwell se vió rápidamente contagiado por el ambiente revolucionario y se alistó en el POUM (Partido Obrero de Unificación Marxista), que lo mandó al frente de Aragón. Allí recibió el disparo en el cuello que le llevó de vuelta a Barcelona para encontrarse con que las tropas revolucionarias se habían vuelto unas contra otras, durante el lamentable proceso que se llama las Jornadas de Mayo.

Dicen que fue en el Continental donde escribió gran parte de su Homenaje a Cataluña y es perfectamente posible, porque tardó menos de un año en publicarlo. Orwell y su mujer escaparon de Barcelona en la madrugada del 23 de junio de 1937. El hotel sigue abierto -aunque su vestíbulo ha sido devorado por un Springfield- y hasta sigue regentado por la misma familia Malagarriga que lo compró en 1931, para perderlo momentáneamente durante la guerra. Además de sus icónicos cobertores de satén rosa brillante y sus balcones redondos, el tres estrellas tiene ahora una lámpara George Orwell y un salón George Orwell.

HOTEL RIVOLI (La Rambla, 128)

Diez números más abajo, en la misma acera, estaba la sede del Comité Ejecutivo del POUM, en las oficinas incautadas al Banco de Catalunya. Siguiendo órdenes de defender la sede, Orwell se apostó junto enfrente con otros milicianos en lo alto del teatro Poliorama.

“Debíamos defender los edificios del POUM si eran atacados, pero los dirigentes habían dado instrucciones en el sentido de mantenernos a la defensiva y no abrir fuego si podíamos evitarlo. Justo enfrente había un cine llamado Poliorama, con un museo en el primer piso y, en la parte más alta, muy por encima del nivel general de los tejados, un pequeño observatorio con dos cúpulas gemelas. Éstas dominaban la calle, y unos pocos hombres apostados allí podían impedir cualquier ataque contra los edificios del POUM. Los encargados del cine eran miembros de la CNT y nos dejarían entrar y salir.”

El museo era (y es) la Real Academia de Ciencias y Artes de Barcelona y el Poliorama, una sala con 630 butacas que alternaba cine y teatro. Estaban echando la zarzuela María de la O de Manuel López Quiroga y Rafael León cuando fue incautado por la CNT-FAI. Y allí estuvieron tres días y tres noches, mientras Orwell leía y comía queso que había comprado en La Boquería. Allí le encuentra Ramona en Si te dicen que caí, de Juan Marsé:

“En las Ramblas no se veía un alma. En el hotel, una miliciana con el gorrito ladeado sobre los rizos fue en busca de tío Artemi. Se oían risas y canciones de soldados, en el pavimento resonaban culatazos de fusiles y había mucho trajín de chicas recaudando fondos para el Socorro Rojo. Mi tío no estaba, había ido al Comité, que estaba más arriba, junto al café Moka. Fuimos y allí nos dijeron ha ido a hablar con el inglés en la azotea del edificio de enfrente, sobre el cine Poliorama, ¿ves la cúpula?, me dijeron, ¿ves al Paco que asoma la cabeza? Recuerdo el perfil alertado de un hombre flaco, con el fusil vertical rozándole la nariz, leyendo un libro. Mi tío apareció a su lado ofreciéndole una botella de cerveza y palmeando su espalda. Me enteré entonces del asalto a la Telefónica y me explicaron la situación: se temía un ataque a nuestros locales, había que defender el hotel.”

El inglés, por supuesto, era Orwell. La sede del POUM es ahora el hotel Rivoli, que luce como homenaje una placa dedicada a su líder, el marxista revolucionario Andreu Nin al que sacaron de allí a rastras para entregarlo a la policía secreta soviética. La placa está emparedada entre un Subway y un Banco Popular. Al lado estaba el café Moka (La Rambla, 126), donde “los guardias de asalto habían bajado las persianas metálicas y apilado muebles en forma de barricada”. Hoy también sigue abierto pero lo más cerca de un marxista que se puede ver dentro son los rusos que visitan Barcelona.

LA PLAZA DE GEORGE ORWELL (Gótico)

Encajada entre la calle Escudellers y la calle Aviñón en el Barrio Gótico de la Ciutat Vella de Barcelona, la plaza de George Orwell no se llamó así hasta el 5 de marzo de 1996, seis años después de su inauguración. Es por eso que se conoce cariñosa y popularmente como La plaza del Tripi, homenaje a la escultura psicodélica que corona la plaza, realizada por el surrealista de Lleida Leandre Cristòfol, y al ambiente distendido que pronto caracterizó el espacio, una mezcla de pequeño narcotráfico, jarana y consumo indiscriminado de alcohol.

Fue por culpa del botellón, las protestas de los vecinos y el uso indecoroso que hacían los locales de la obra de Cristòfol que el Ayuntamiento decidió, en 2001 y aparentemente exentos de ironía, convertir la plaza Orwell en el primer espacio público de Barcelona controlado por cámaras de videovigilancia municipales. La paradoja le ha dado nueva vida al espacio, aunque sólo sea en la Red.

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