Ilustradoras africanas denuncian la masacre de Melilla en un cómic: “Sus muertes se trataron como simples daños colaterales”
Dentro de menos de diez días se cumplen tres años de la tragedia en la que al menos 23 personas –según los datos oficiales– murieron intentando alcanzar Melilla a través del paso fronterizo del Barrio Chino, en lo que se conoce como la “masacre de Melilla”. En formato de novela gráfica y cómic, Los Nadie, publicado y editado por Dolmen Editorial, reconstruye la historia de cinco de sus víctimas a través del trabajo de cinco ilustradores, en su mayoría de origen africano: Eusebio Nsue, desde Guinea Ecuatorial; Gabriel Castillo de República Dominicana; Shriroug Idris desde Sudán; Zainab Fasiki en Marruecos y, por último, el colombiano Frank Xarate.
El proyecto, que está dirigido por los autores Sergio Illescas y Mario-Paul Martínez, también reconstruye los cinco relatos personales de Mohamed, Hanin, Bishara, Myasar y Anwar desde sus países de origen y a lo largo de sus rutas migratorias, incluyendo las violaciones y abusos por parte de las fuerzas de seguridad en el norte de África y de grupos armados en Libia.
“Vemos constantemente en los medios cómo la muerte de ciertos tipos de personas se sigue con más importancia que la de otras. Esta normalización es peligrosa”, explica para este medio la artista marroquí Zainab Fasiki. “Eso fue exactamente lo que ocurrió cuando se difundió la noticia de la tragedia de Melilla en junio de 2022”, añade. Fasiki, que entonces residía en Marruecos, recuerda que, a pesar de la cobertura mediática de la tragedia, tanto en su país de origen como en España, “el público en general parecía insensibilizado, estaban acostumbrados y solo esperaban a la próxima tragedia”.
Desde la ciudad de Kassala en Sudán, Shiroug Idris explica a este medio que a pesar de conocer las historias de muchos migrantes sudaneses que intentan cruzar por Libia o Marruecos para llegar a Europa, no conocía el incidente de Melilla. “No apareció en las noticias locales. Cuando me enteré a través de Sergio y vi los vídeos, sentí una gran rabia y vergüenza propia por no haberlo sabido antes”, cuenta. Como Zainab, Shiroug revela que “fue muy doloroso ver cómo se trataba a los africanos como si valieran menos y cómo la muerte de algunos fue minimizada como si fueran simples daños colaterales”.
“A menudo, cuando hablamos de genocidios o de crímenes similares, nos enfocamos solo en lo que pasó —en el pasado o en el presente— pero olvidamos preguntarnos: ¿qué podemos hacer por el futuro? ¿Qué se debe hacer para evitar que estas atrocidades se repitan? ¿Qué acciones debemos tomar para ayudar a quienes aún están en las fronteras y quienes todavía son Los Nadie?”, cuestiona la marroquí al inicio de la entrevista.
De artista a artista
Shiroug Idriss es una artista nacida y criada en Sudán. A pesar de que sigue trabajando como doctora, aprovecha sus ratos libres para dedicarse a su verdadera pasión: ilustrar. “Como ilustradora, la mayoría de los trabajos que consigo vienen de ONG. En Sudán, el mercado de la ilustración gráfica está bastante limitado y los cortes de electricidad dificultan mucho el trabajo digital”, explica. “Hubo una vez que la señal de internet era tan débil que tuve que colgar el rúter de un árbol para poder contactar a mi cliente”, añade.
En el contexto de la novela gráfica recién presentada en España, Shiroug ilustró la historia de Bishara Ibrahim Idriss. El joven de 16 años escapó de Darfur con la esperanza de cumplir, también, un sueño artístico: convertirse en fotorreportero y hacer de su afición, la fotografía, un trabajo. “Me siento identificada con Bishara. Sudán se ha convertido en un cementerio de sueños”, revela la joven.
“Irónicamente, la Unión Europea está financiando a los guardias fronterizos. Unos guardias que, en realidad, son parte de las Fuerzas de Apoyo Rápido (grupo paramilitar y una de las partes en la actual guerra civil en el país), que son los mismos responsables de la violencia en Darfur”, explica la joven. “A un nivel más profundo, todo se relaciona con nuestra historia colonial. Fuimos colonizados por los británicos, quienes utilizaron nuestras diferencias étnicas y culturales para dividirnos y controlarnos”, añade.
Censura
Zainab Fasiki nació en Fez y aunque se graduó como ingeniera mecánica en 2017, desde 2018 ha dedicado cuerpo y alma a la defensa de los derechos humanos a través del arte y los cómics. “Como feminista y activista, la tragedia de aquel día en la frontera de Melilla me toca de cerca. Además, es un tema tabú, y como persona y artista que suele abordar temas tabúes debo reconocer que, en Marruecos, asuntos políticos como este son más sensibles que la sexualidad o el feminismo”, explica. “Estos son los verdaderos límites y las líneas rojas que no se deben cruzar. Si lo haces, estás desenmascarando narrativas falsas, exponiendo mentiras políticas y mostrando al mundo la realidad de gobiernos que afirman defender los derechos humanos”, añade.
A los 22 años, Zainab se convirtió en una figura de referencia en Marruecos y desde entonces ha recibido varios reconocimientos como el Premio de Amnistía Internacional por los Derechos de la Mujer o el Premio al Coraje en el Festival Internacional de Cómics de Angulema. Aun así, Zainab no ha quedado libre de la censura. “He trabajado como artista en Marruecos durante unos diez años, pero recientemente tomé la decisión de mudarme al sur de España. Ahora estoy viviendo aquí por mi seguridad y mi salud mental. Durante años he recibido amenazas muy serias”, revela.
En el contexto del libro, Zainab ilustra la historia de Abdul Ramin Adbul Latif, también conocido como Hanin. Era un joven sudanés que trabajaba como mecánico en Jartum. Tras el salto del 24 de junio, su familia le perdió la pista y pidió ayuda a través de una página de Facebook que se creó exclusivamente para buscar y pedir información sobre personas desaparecidas en la tragedia. Seis personas respondieron asegurando que le habían visto morir. “Siempre he escuchado historias en el barrio o en las noticias de familias que nunca volvieron a saber nada de sus hijos o seres queridos. Lo peor es que se ha normalizado en nuestros medios y en nuestra sociedad”, apunta la joven marroquí. “No son solo números; tenían sueños y una visión de una vida mejor”, añade Shiroug desde Sudán.
Los otros protagonistas
La novela gráfica también explica la historia de otras tres víctimas más de la masacre de Melilla. Durante meses, Myasar vivió escondido junto a otros compatriotas sudaneses en un apartamento a las afueras de Rabat. Su día a día transcurría en la clandestinidad, evitando ser localizado por gendarmes y fuerzas de seguridad marroquíes. Cuando finalmente llegó al monte Gurugú, en las inmediaciones de Nador, ya estaba exhausto: pasó tres días sin comer antes de intentar saltar la frontera el 24 de junio de 2022. En el intento, fue golpeado por las fuerzas de seguridad, detenido y trasladado de nuevo a Rabat. Allí, sus amigos cuentan que Myasar ya no era el mismo. El deterioro físico causó su muerte pocos días después.
En el caso de Anwar, cuidaba de su madre, inmovilizada tras una operación de cadera, y soñaba con viajar a Europa para ganar dinero para su tratamiento y llevarla algún día a La Meca. Su cuerpo apareció en las imágenes del salto del 24 de junio, donde gendarmes marroquíes lo arrastraban, aparentemente sin vida, en territorio español. Mohamed, por su parte, murió a escasos 100 metros de la valla que separa Marruecos de España después de un viaje de 6.000 kilómetros. Su primo le vio morir.
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