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La increíble tecnología que permite 'ver' al único ciego que ha escalado el Everest

El 25 de mayo de 2001, Erik Weihenmayer coronó la cima del Everest

Lucía Caballero

En 2003, el padre de Erik Weihenmayer leyó un artículo sobre el trabajo del neurocientífico Paul Bach-y-RitaPaul Bach-y-Rita, hijo del académico catalán Pedro Bach-y-Rita y uno de los primeros en estudiar la neuroplasticidad, la capacidad que tiene el cerebro para cambiar y adaptarse. Unos meses después, el joven Weihenmayer viajaba con su progenitor al laboratorio del científico en la Universidad de Wisconsin-Madison dispuesto a probar un nuevo dispositivo.

El invento de Bach-y-Rita constaba de una cámara, un microprocesador, un mando y un apéndice electrónico que se colocaba en la boca. “Parecía algo de ciencia ficción”, describe Weihenmayer, ciego desde los 13 años por una retinosquisis de nacimiento, en su libro ‘Sin barreras: el viaje de un hombre ciego a hacer kayak en el Gran Cañón’. “Me permitía a mí y a otras personas ciegas ver, pero no con los ojos…. con la lengua”, relata este aventurero y escalador, el único invidente que ha conseguido coronar el Everest.

El funcionamiento del aparato, bautizado como BrainPort, se basa en el concepto de sustitución sensorialBrainPort teorizado por Bach-y-Rita. La idea es que podemos dar información al cerebro sobre el entorno a través de un sentido diferente al habitual, si este último se encuentra dañado. Como transmitirle información visual vía epidermis: la cámara de BrainPort capta las imágenes del exterior y el procesador las traduce en suaves impulsos eléctricos que el individuo nota en la lengua gracias al dispositivo intraoral (IOD).

“La imagen no se ve, se siente a través de los receptores de la superficie de la lengua”, indica a HojaDeRouter.com Amy Nau, optometrista y hasta 2014 investigadora de la Universidad de Pittsburgh. Nau es coautora de un estudio, publicado el año pasado, en el que participaron decenas de personas invidentes de seis centros de Estados Unidos y uno de Canadá. Debían llevar el dispositivo durante diferentes experimentos para probar el potencial de BrainPort en individuos con ceguera profunda.

“El dispositivo utiliza el contraste para crear imágenes”, explica por su parte Bill Conn, responsable de comunicación de la empresa Wicab, fundada por Bach-y-Rita para distribuir su producto. “La cámara de vídeo, instalada sobre unas gafas de sol, envía la imagen a un diminuto ordenador que se lleva en la mano. Este la traduce a escala de grises para que el IOD transmita la información a la lengua”. Básicamente, las imágenes se proyectan sobre la piel como señales eléctricas.

La lengua se convierte así en una especie de portal visual del cerebro: con el entrenamiento necesario, “una persona ciega experimenta una activación de la corteza visual al interpretar los patrones de estimulación que le proporciona la tecnología BrainPort”, sostienen Nau y sus colegas en el estudio .

“La estimulación es una sensación del tipo a activación-desactivación, en la que los objetos brillantes producen mayores estímulos que los sombríos”, describe la experta. Con la experiencia, los sensibles receptores de la lengua son capaces de distinguir formas de manera similar a las yemas de los dedos.

Los participantes utilizaron el dispositivo en el exterior. Podían distinguir contornos y obstáculos como parquímetros, coches y transeúntes. Algunos lograron incluso jugar con un balón. Sin embargo, les faltaba mucha información de su entorno, como la profundidad. “Podían detectar obstáculos, pero no siempre sabían cómo de lejos estaban”, adiverte Nau. Por otro lado, la resolución de la cámara es relativamente baja, por lo que sus portadores no pueden apreciar los detalles, aunque hay una función de zoom que puede ayudarles a percibir con más claridad.

Una ayuda en la escalada

Weihenmayer utiliza el invento desde aquella primera prueba, en la que logró identificar una pelota de tenis. “Al principio las sensaciones eran aleatorias, pero luego comenzó a surgir algo. Vibraba en una forma redonda”, cuenta el escalador. El aparato ha ido mejorando en las diferentes versiones (el modelo actual es el V100 Vision Aid) desarrolladas durante estos años por el equipo científico de Wicab.

En el 2011, después de haber ascendido El Capitán (una formación rocosa vertical situada en el Parque Nacional de Yosemite), la Torre Roja (en Italia) y la pared Naked Edge (en uno de los cañones de Colorado), el aventurero hizo lo propio con la torre Castleton llevando BrainPort. Era una zona desértica, así que “había un contraste muy definido entre la sombra de las grietas y la luz de las rocas, por lo que podía saber dónde poner sus manos para sujetarse y escalar”, explica Skyler Williams, miembro del equipo que acompaña a Weihenmayer en sus retos.

Desgraciadamente, la preparación previa al uso del aparato es larga y trabajosa. Williams lo asemeja al aprendizaje de un idioma y Nau, al de un instrumento. “A Erik le lleva más de media hora calibrar la cámara y adaptar su cerebro al tipo de estímulos que está recibiendo”, señala su colega de aventuras y asesor de negocios. Aparte de comprobar hacia dónde debe apuntar la cámara y modificar variables como el contraste, la lengua y el cerebro tienen que asimilar cómo sentir los objetos. “La sensación se parece a la que tenemos cuando jugamos a identificar las formas que alguien nos dibuja en la espalda”, dice la optometrista, quien advierte que, aunque pueden hacerse muchas cosas con el dispositivo, “requiere paciencia”. En parte porque es necesario volver a aprender este nuevo lenguaje sensorial cada vez que va a utilizarse BrainPort.

Williams ve el aparato como unas gafas para leer que su dueño solo se pone en ciertas ocasiones. Más allá de aquella escalada en roca, Weihenmayer se coloca su particular traductor sensorial durante algunos entrenamientos en el rocódromo y para jugar con sus hijas, pero no lo utiliza en otros deportes que impliquen movimiento o velocidad. “El ascenso por una superficie rocosa es lento y tienes tiempo de buscar el camino a la superficie, pero el dispositivo no funcionaría, por ejemplo, para hacer kayak”, señala el compañero del deportista estadounidense.

Además, pese a que la batería puede durar doce horas o más, usarlo durante un tiempo prolongado no es muy aconsejable. “La pieza que va en la boca es un poco grande y resulta incómodo llevarla mucho rato. También es difícil estar recibiendo continuamente los estímulos, se necesitan descansos”, sostiene Williams.

Tecnología hecha a mano

Bach-y-Rita comenzó a investigar sobre neuroplasticidad debido a una experiencia personal. Su progenitor sufrió un infarto que lo dejó casi totalmente paralizado e incapaz de hablar, pero, aunque los médicos les advirtieron de que no se recuperaría, su hermano George decidió intentarlo con un programa de rehabilitación que diseñó él mismo. Comenzó enseñándole a gatear y, en unos meses, su padre era capaz de caminar completamente erguido. Al mismo tiempo, el hombre debía realizar algunos ejercicios sencillos en casa como entrenamiento motor. Un año después, Bach-y-Rita (padre) no solo podía andar, también hablaba e incluso llegó a retomar sus labores como profesor.

Tras la muerte de su progenitor, el neurocientífico examinó su cerebro para ver qué había ocurrido. A pesar de que el órgano estaba seriamente dañado, se había reorganizado para funcionar sin las partes afectadas. Desde entonces, Bach-y-Rita comenzó a trabajar en diferentes inventos que ayudaran al cerebro a adaptarse.

Hoy, BrainPort, aprobado por la FDA y con el certificado CE de la Unión Europea, se fabrica a mano en las instalaciones que Wicab tiene en Middleton. “Las próximas generaciones del producto serán más fáciles de usar y llevarán todos los controles en el casco. También desaparecerán las gafas, permitiendo al usuario llevar las suyas o ningunas”, asegura Conn. Asimismo, trabajan en el desarrollo de nuevas prestaciones que permitan reconocer señales, pasos de cebra y semáforos.

Además de BrainPort, existen otras tecnologías con funciones similares. VOICe transforma la información captada por una cámara en sonidos, de forma que el brillo se traduce en volumen y la altura modula el tono. Y el neurocientífico israelí Amir Amedi, de la Universidad Hebrea de Jerusalén, ha desarrollado Eye-Music, una adaptación de vOICe que sustituye los ‘bips’ electrónicos por verdaderas melodías instrumentales.

Lo cierto es que Weihenmayer no necesita ningún aparato como BrainPort para escalar (de hecho, no se lo llevó al Everest). Sin embargo, “los avances tecnológicos harán posible que los dispositivos de sustitución sensorial puedan usarse más ampliamente para realizar actividades deportivas”, concluye Nau.

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Las imágenes de este reportaje son propiedad, por orden de aparición, de Michael Brown, Wicab y Rob Raker

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