El búho blanco de Central Park, la última estrella de Nueva York en pandemia
No importa que el termómetro marque bajo cero: cada noche decenas de personas salen a Central Park equipados con unos buenos guantes, prismáticos y sus lentes más largas para intentar sacarle una foto a la nueva estrella de Nueva York, un búho nival, también conocido como búho blanco o búho de las nieves. La presencia de esta variedad de búho no se había documentado en el parque desde hacía 103 años.
Para Carlos Sánchez, más conocido en el gremio de la fotografía como @chocotuits y autor de un libro de fotos sobre la ciudad, una de las claves para hacerse con una instantánea del búho es la perseverancia. “Yo lo conseguí a la tercera”, dice el español. Cuenta que la vez que más frío pasó fue en su primera visita, ya que estuvo horas esperando a ver al ave cerca de uno de los estanques del parque.
“Volví otro día pero alguien dijo que había visto al búho más al norte y fui andando con un grupo. No lo vi, pero la gente que se quedó hasta más tarde sí que llegó a verlo esa noche. Una semana después fui por tercera vez, esta vez fui donde están las pistas de béisbol. Quedé con un chico argentino, que también buscaba hacerse con una foto, bajamos hacia el Reservoir y cuando ya habíamos perdido la esperanza de verlo una chica nos dijo: ‘Si estáis buscando el búho está allí’ y nos señaló más al norte de donde estábamos. Para allá nos dirigimos y, efectivamente, había un par de fotógrafos observando al búho, que estaba posado en un árbol”, dice Sánchez.
La primera vez que el fotógrafo vio un búho en su vida fue en octubre pasado “explorando una zona de Central Park que no conocía”. En lo que va de invierno el también diseñador de producto ha visto tres tipos de búho: barrado, cornudo y nival.
Buscando pájaros en redes
Sánchez, al igual que muchos otros fotógrafos y observadores de aves, consiguió ver tantos tipos de pájaros gracias a Manhattan Bird Alert o @BirdCentralPark, una cuenta de Twitter que no sólo comparte fotos de las aves que sobrevuelan la isla, sino que cuenta en tiempo real dónde se han visto por última vez los pájaros.
David Barrett es la persona que está detrás de este perfil que tiene casi 46.000 seguidores. El administrador de fondos de cobertura jubilado explica que empezó la cuenta en 2013 para “proporcionar a las personas las mejores alertas posibles en tiempo real”.
“Es una ocupación a tiempo completo. Pero, no, no es un trabajo. No gano dinero con eso”, explica el también gerente de cuentas que alertan sobre las aves de Queens, Brooklyn y el Bronx.
Un invierno lleno de búhos en Central Park
Barrett dice que no tiene una especie de pájaro favorita, pues su obsesión con algún tipo de ave va cambiando a medida de las estaciones y de qué pájaros están en Central Park, parque que se encuentra cerca de su domicilio. Este invierno, por ejemplo, fueron los búhos. “Por lo general, cuando viene un búho barrado, se queda uno, dos o tres días, no cinco meses como esta vez”, destaca el autor del libro A Big Manhattan Year: Tales of Competitive Birding. “Lo que es aún más inusual es que el nival se quede en Central Park”, subraya Barrett, que explica que se lo vio por primera vez el 27 de enero.
Uno de los misterios que se descubrió hace unos días es el lugar donde se esconde el ave durante el día. La respuesta llegó desde Twitter, donde un usuario compartió un vídeo del pájaro posado en lo alto de la copa de un árbol en Harlem, barrio al norte de Central Park.
La pregunta ahora es si el ave sigue en Manhattan o se ha ido al círculo polar ártico. “Podría irse en cualquier momento. Esperará a que el viento le ayude. (...) Este búho no se puede reproducir en Central Park, pues lo tiene que hacer en su lugar de nacimiento”. Una de las teorías es que el fotografiado búho haya aprovechado los vientos suroeste de hace unos días para emprender su camino al norte de Canadá.
El avistamiento de pájaros, una ocupación ideal en tiempos de coronavirus
Barrett resalta que la fama de este ave no se debe solo a que hacía más de un siglo que no se registraba su presencia en Central Park, donde anualmente suelen parar una media de 200 diferentes especies de pájaros, sino en las reducidas actividades que se han permitido durante la mayoría de este año en Nueva York, una de las ciudades más cautas después de la primera ola.
“Mi cuenta ha tenido un tremendo crecimiento en el último año. Tengo el doble de seguidores. Gran parte de ese crecimiento se debe a la pandemia, que ha hecho que más personas tengan más tiempo para hacer cosas al aire libre”, explica. También dice que esta crisis no ha hecho que Nueva York reciba más pájaros -pues Central Park sigue siendo tan silencioso como antes- pero que este ha sido un año récord en tipos de pájaros que se han visto en el parque.
Pese a que el búho nival fue el foco de todos los objetivos, el guía de avistamiento de pájaros en Central Park Robert DeCandido señala que nada tiene que ver con la admiración que recibió el colorido pato mandarín en 2018. “Es una especie no nativa que escapó del cautiverio, se echó a volar y terminó en Central Park. Había gente que lo cubría de los periódicos y televisiones de todo el mundo”, recuerda. “El búho nival está recibiendo atención, pero nada en comparación con el pato mandarín, eso fue top”, dice.
Preocupación por los novatos
El crecimiento del interés por observar y fotografiar pájaros por parte de los neoyorquinos también ha aumentado la preocupación por una parte de esta comunidad. Es una de las razones por las que Barrett intercala tuits en su perfil sobre cómo comportarse cuando uno está cerca de las aves. Uno de los consejos que recalca es el de no iluminar con linternas o luces con flash a los búhos por la noche.
Además, según Sánchez, en los avistamientos siempre suele haber expertos o habituales que señalan al resto del grupo cuándo no hay que acercarse más a las aves. Una de las prácticas que es criticada por algunos miembros del sector es el uso de grabaciones de pájaros para atraer a una determinada especie. Técnica que DeCandido, a veces, usa en sus paseos -que tienen un precio de 10 dólares-.
“Los mejores científicos que trabajan con aves en América del Norte usan este tipo de llamadas porque no pueden ver ni escuchar a las aves que están lejos. Cuando estas se acercan, entonces pueden tener una idea mejor de lo que está a su alrededor. Así que estamos siguiendo esos pasos”, dice el guía.
Él se justifica asegurando que la “confusión” del pájaro dura solo unos minutos. “Tal vez estas aves se aburren porque ya atraparon la comida -principalmente ratas, en el caso de los búhos- y ahora tienen 10 horas sin nada más que sobrevolar Central Park. Y escuchar a otra ave de su especie que lo llama puede ser fascinante para un búho. Bueno, los confundimos. Es verdad. Sus mentes se centran en buscar el origen de la llamada por unos minutos, tal vez hasta disfrutan. Es difícil de saber. No soy un pájaro. No puedo ponerme en la mente de un pájaro”.
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