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Jara A. Pérez, escritora: “No hay sitio para nosotros en la dictadura de lo cuqui”

Jara A. Pérez, psicóloga y escritora

José Daniel Espejo

Murcia —

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La de las terapias por Skype, la psicóloga millenial, la moderna de Therapy Web…Jara A. Pérez López parece llevar bien (si entendemos por llevar bien no hacerles mucho caso) las etiquetas y los sobrenombres desde que un artículo de El País le abrió en 2017 las puertas de la fama y la viralidad.

Pasado el vértigo de la popularidad, ella sigue, desde su web y su espacio en vice.com, en sus brechas: el feminismo, la desestigmatización de la psicoterapia, la humanización de la relación terapeuta - paciente o la lucha contra la autoayuda tarta de fresa. Presenta ahora un libro (`La locura como superpoder´, Cúpula 2019) que recoge su particular visión de la salud mental en la sociedad neoliberal. Charlamos con ella aprovechando su inminente paso por Murcia (viernes 22 a las 19h., en Libros Traperos, acompañada por el psiquiatra Félix Crespo) y Cartagena (sábado 23, a las 12h., en La Montaña Mágica).

`La locura como superpoder´ nos propone, de muchas maneras diferentes, ante todo una cosa: aprender a convivir con nuestro lado oscuro (nuestro fanguito, como tú lo llamas), mirar de frente a nuestra vulnerabilidad y nuestro desequilibrio… ¿Queda inaugurado con este libro el género de la antiautoayuda?

Tengo muchas dudas con respecto a esto. No me gusta nada la autoayuda. Somos seres sociales y necesitamos a los demás para sobrevivir. En este sentido creo que el término autoayuda forma parte de una fantasía de autosuficiencia que tiene mucho que ver con el sistema neoliberal. El otro día hablaba con una amiga neurodivergente, con su diagnóstico y sus cosas, que me decía que no aspiraba a estar bien porque sabía que para ella era muy difícil, que simplemente aspiraba a estar acompañada; esperaba que en sus crisis hubiera alguien acompañando y que a la vuelta no se viera sola. Esperaba poder tener esa tranquilidad. ¿No es mucho pedir, no? Creo que esto nos lleva a ver claramente la necesidad de la cercanía del otro en los procesos psicológicos y emocionales. Si mi libro sirve para esto, queda inaugurada la sección de antiautoayuda.

¿Hay que sublevarse contra lo que denominas la dictadura de lo cuqui?

Por favor. Hay que sublevarse. No hay sitio para nosotros en la dictadura de lo cuqui, el ser humano como ser completo no cabe dentro de ese molde. Es perverso hacernos encajar dentro de estos límites por ello invito a todo aquel que pueda a que haga visible su fango, sus oscuridades. Es necesario que aprendamos a vivir con ellas, no solo con las nuestras, también con las de los demás. Lo que pasa es que es muy difícil tolerar las de los otros cuando estamos intentando esconder las nuestras, por ello es tan importante sacarlas a tender al balcón.

Afirmas que gran parte de nuestro sufrimiento mental proviene de una sociedad individualista e hiperconsumista que nos impone estar siempre bien por dentro y por fuera, ¿no temes traspasar la frontera que separa terapia y política?

La verdad es que estoy encantada de traspasarla. Yo, como loca que soy, he vivido de forma muy positiva, aunque también dolorosa, darme cuenta de que este sistema no te deja espacio si no gestionas tus emociones y percepciones de una forma normativa. Conocer el funcionamiento y hacerme un hueco a empujones me ha sentado de maravilla, me ha ayudado a comprenderme, a respetar mis ritmos y procesos, a poder pedir ayuda y a rellenar mis huecos de formas diversas que no pasen necesariamente por la norma consumista.

Tanto en `La locura como superpoder´ como en tus colaboraciones con Vice y en tu propio blog trabajas contra la estigmatización de la psicoterapia, ¿aún queda mucho por hacer en este sentido en pleno siglo XXI?

Mi idea es trabajar en contra de la estigmatización de la locura y para eso si que queda mucho. La psicoterapia es una de las formas que nos pueden ayudar a ello pero hay otras muchas. Creo que los grupos de iguales y la creación de espacios seguros para las personas que sufren son igual o más importantes. Hoy en día las terapias están muy al alza, no tanto las terapias que nos ayudan a conocernos y a tolerarnos en nuestro malestar, sino las terapias que nos llevan de la mano a intentar, en vano, estar siempre felices, todo rosa y viva la jodida tarta de fresa.

En el libro confiesas que tu experiencia como paciente en terapias enriquece tu perspectiva como psicoterapeuta y te ayuda a reducir la patologización de la persona que tratas de ayudar. ¿No te sobreexpone, este enfoque, en tu trabajo?

Sin lugar a dudas mi propia neurosis es lo mejor que me ha pasado a la hora de ser terapeuta. Ha sido el detonante que me ha llevado a conocerme y respetarme. Ser una persona que sufre es una mierda, pero un proceso terapeútico profundo me ayuda a poder colocarme de forma horizontal en la consulta. Me sobreexpone salir del armario y decir, ¡hey! que yo también sufro y hay días que no me puedo levantar de la cama, me baja del púlpito de la profesional impecable, pero aborrezco ese papel, no podría actuar desde allí, por lo que pago el precio encantada.

¿Recae más sobre las mujeres esta presión por ser normativo y productivo?

Tengo un alto porcentaje de mujeres que llegan aterradas a la consulta preguntándome si están locas. Esto no me pasa con los hombres. Creo que las mujeres tenemos más miedo a estar locas porque es algo que se ha utilizado como arma arrojadiza en múltiples ocasiones. Loca es un insulto que se nos lanza para todo. En el momento en el que dejamos de actuar como la norma dicta, cuando dejamos de ser amables y complacientes nos convertimos automáticamente en unas histéricas y unas colgadas y eso cala.

Hoy en día las mujeres debemos ser productivas en la calle y en casa pero además debemos hacerlo con una sonrisa porque si no somos unas desquiciadas. Menudo plantel ¿no? Además, y este es un tema muy, muy serio, las violencias de todo tipo, incluidas las sexuales, a las que se exponen las mujeres locas son mucho mayores que los hombres locos. Todo esto hace que vivamos aterradas con la simple sospecha de que nos estamos volviendo locas.

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