Malamente empezamos el que creemos que es año de nuestra esperanza. El día del fin del aciago 2020, dos nuevas que no eran buenas anticiparon lo que puede pasar de malo,… y nada de bueno. El consejero de la cosa del bicho, con su circunspección habitual, vaticinó que lamentaremos pronto los 504 casos nuevos de infectados del miércoles, propiciados por “la relajación de estos días”. Casi al tiempo supimos que “al menos 200 trabajadores de residencias de mayores se niegan a recibir la vacuna”, noticia desalentadora donde las haya en lo que a responsabilidad social de quienes se supone que deberían tenerla se refiere.
Son peores que malas perspectivas para inaugurar 2021, y no precisamente porque el consejero Villegas haya pecado de agorero. Ciertamente recomendables son las reacciones en Twitter a la noticia de los trabajadores de residencias. “Realmente se inhabilitan ellos solos. Su trabajo es cuidar de otros que están en máximo riesgo. Negándose a vacunarse les ponen en peligro. Tienen derecho a tomar las decisiones que consideren sobre su propia salud pero no a poner en riesgo la salud de aquellos a los que cuidan”, fue la reacción, a pique de celebrarse la nochevieja, de un apreciado conocido exenseñante por mor de la edad. Recomiendo, por demás, la lectura atenta del hilo tuitero de UsuariossanidadMurcia (@UsuariossanidadM) que reprodujo la especie.
La citada fue de las moderadas: en el hilo hubo respuestas de quien les llamó “asesinos”, por ejemplo, “irresponsables” o “tontos”, puesto que, como estableció Forrest Gump, eso es quien hace tonterías. Nuestros negacionistas locales no han sido únicos, pues hubo otros en el mismo último día del aciago año en distintos lugares , hasta llegar al paroxismo violento de deseos de muerte a una enfermera vacunada.
Ya quedó escrito aquí en anteriores descargas lo que me parece todo esto de los sanitarios negacionistas y demás ralea propagandista conspiranoico-redentorista, o simplemente estultos sin nada detrás de la frente incapaces de entreverar su futuro con el de los demás, incluyendo a sus seres supuestamente queridos.
Pero el carácter de los despreocupados que se niegan a renunciar a unas formas de esparcimiento que este año están fuera de lugar merece otra reflexión. Claro queda, por lo que vamos conociendo, que hay muchísimos ciudadanos, muchos más de los que se pueda creer, dispuestos a ser carne de cañón en esta guerra contra el bicho maldito. Y además, voluntariamente. Pues desde el origen histórico de la expresión se entiende que la carne de cañón lo es muy a su pesar y obligados colectivamente sus componentes a ejercer tal rol en determinadas circunstancias militares o sociales.
El caso es que ahora parecen ser voluntarios de toda edad y condición quienes se prestan a desempeñar tal papel en la pandemia, convencidos quizá de que su irreflexivo posible sacrificio servirá para alcanzar la inmunidad de rebaño. Dizque parecen confiar, incluso, en que cuanto menos se respeten las normas preventivas anticovid19 antes se alcanzará a formar esa coraza con la que el virus será derrotado. Sin importar(les) cuántos miles de muertos más sean precisos a tal fin. ¿O son simplemente como los descritos por Forrest Gump?
Coinciden así con los negacionistas de la vacunación ––de esta anticovid19 y de otras––, cuya resiliencia está fuera de duda, dióxido de cloro mediante, y son también indiferentes al número de muertes que contaremos en el planeta. Muchas más, indudablemente, si nos encogemos de hombros y pretendemos que todo puede seguir siendo igual a como era el año pasado. También concuerdan con esos timoratos asociales que –– en un estúpido remedo del unamuniano “que inventen, pues, ellos y nosotros nos aprovecharemos de sus invenciones”–– se mantienen en el “que se vacunen otros y veré qué les pasa antes de vacunarme yo”.
Por no hablar de quienes aún creen a la actriz mexicana Paty Navidad cuando asegura que las vacunas anticovid19 “son experimentales de ARNm, nanotecnología, puntos cuánticos y enzima de luciferasa” y, por tanto, modificará genéticamente a los humanos. De ahí al “chis” de Bill Gates del que habló nuestro Cardenal Mendoza ––inspirado probablemente por la lucha contra Lucifer(asa)–– no hay ni un paso. No nos engañemos: tienen muchos crédulos, incluso entre sanitarios, que son terreno abonado para la propagación de falsedades en las redes sociales. Esas fake news, como se dice ahora, y convierte a sus receptores/difusores en carne de bulo, que es como se ha dicho siempre. Lo mismo, más o menos, que la carne de cañón. Pero voluntarios y convencidos. Allá ellos. Vale.
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