La comunidad musulmana en Jumilla, devastada por el veto: “¿Qué daño hacemos por rezar un día al año juntos?”
“Aunque nací en Jumilla, cada vez que camino por sus calles, siento que no soy más que un extranjero”. La voz de Ahmed no tiembla, pero sus ojos sí. Lleva el acento murciano en la lengua, el aroma del azahar en la ropa, y el peso invisible del rechazo en los hombros. Nació en este municipio hace diecinueve años, y fue al colegio con los hijos de quienes hoy lo miran de reojo. Conoce sus calles como la palma de su mano, y, sin embargo, en las esquinas de Jumilla no siempre encuentra pertenencia: encuentra desconfianza, silencio y, a veces, miedo. No suyo, sino ajeno.
En esta tierra de viñas y tradiciones, donde el sol cae sin pedir permiso, hay una comunidad que vive a la sombra. No por elección, sino porque una parte del pueblo –a veces sutilmente, otras con dureza– ha decidido mirar hacia otro lado.
Sentado en el banco del parque Antonio Bernal, hace una reflexión que encierra un poso de inquietud y de amargura: “Se ha politizado todo. Antes convivíamos bien. Ahora parece que cada uno tiene que elegir bando. Eso es lo que de verdad me preocupa”.
Son sus honestas palabras ante la situación que ha despertado el malestar entre la comunidad musulmana que allí reside. El Ayuntamiento de Jumilla, gobernado por el Partido Popular (PP), y con la participación decisiva del único concejal de Vox, Juan Agustín Carrillo Navarro, ha aprobado un acuerdo de Pleno que impedirá que las instalaciones deportivas municipales sean utilizadas para eventos culturales, sociales o religiosos no organizados por el Consistorio.
Esto no va solo del pabellón. Nos están diciendo que no formamos parte de Jumilla
Al lado de Ahmed, su madre, Fátima Bouziane, vecina del barrio de Santiago y con tres hijos a su cargo, se debate entre el dolor y la impotencia: “¿Qué daño hacemos por rezar un día al año todos juntos? Llevamos años aquí, conviviendo con el resto de vecinos, organizándonos, pidiendo permisos, recogiendo después… Siempre ha sido pacífico. Pero ahora sentimos que no nos quieren”. Su hijo vuelve a intervenir: “Esto no va solo del pabellón. Nos están diciendo que no formamos parte de Jumilla. Que por ser musulmanes no tenemos los mismos derechos”.
Esta decisión afecta especialmente a la comunidad musulmana local y ha desatado un torbellino político, jurídico y social que ha provocado una intensa polémica y críticas desde organizaciones civiles y formaciones políticas. Voces expertas también alertan de su carácter discriminatorio.
El que más polvareda está levantando es la prohibición de celebraciones como el Aid al Fitr (la fiesta de la ruptura del ayuno que pone fin al Ramadán) y el Aid al Adha (Fiesta del Cordero) en instalaciones deportivas municipales, como el campo de fútbol ‘Antonio Ibáñez’, que, en los últimos años, se ha venido utilizando por la comunidad musulmana en Jumilla con este fin.
Indignación, impugnaciones y alarma social
El presidente de la Federación Española de Entidades Religiosas Islámicas, Mounir Benjelloun, ha calificado la medida de “discriminatoria”, “racista” e “islamófoba”, y ya ha anunciado que se impugnará judicialmente la resolución, que no tiene precedentes en el país. Benjelloun lamenta el clima creciente de persecución donde “niños musulmanes que han nacido aquí ahora se sienten rechazados por su fe”.
Organizaciones sociales, como la Asociación de Trabajadores Inmigrantes Marroquíes de Murcia (ATIM), afirman que la medida es una “discriminación pura y dura” y vulnera la igualdad y los acuerdos internacionales con la comunidad islámica.
Por su parte, expertos legales, como José María Contreras, catedrático de Derecho Eclesiástico del Estado de la Universidad Pablo de Olavide, también sostienen que, aunque en el acuerdo adoptado no se prohíbe explícitamente una religión, la medida tiene un efecto discriminatorio indirecto: solo la comunidad musulmana ha solicitado estos espacios para eventos religiosos, lo que afecta su derecho constitucional al culto.
Efectos locales y sociales
Con la medida ya aprobada, los focos se trasladan ahora a los tribunales, donde asociaciones musulmanas, grupos de derechos civiles y partidos políticos anuncian recursos por posible discriminación. Mientras tanto, el tejido social de Jumilla queda, como sucedió hace unas semanas en Torre Pacheco, visiblemente tensionado.
En esta localidad murciana, con un censo de población de algo más de 27.000 habitantes, en torno a un 7,5 % de sus vecinos pertenecen a la religión musulmana. Hasta ahora, las instalaciones deportivas municipales permitían concentraciones masivas para rezos y festividades, en tanto las dos mezquitas locales no tienen aforo suficiente.
Esta decisión del Ayuntamiento no solo genera un serio problema logístico de cara a las próximas celebraciones de este colectivo vecinal –que nunca antes han generado incidentes–, sino que alienta el desencuentro entre vecinos.
Me duele, porque la mayoría de murcianos no somos así, somos inclusivos y sabemos compartir el día a día con nuestros vecinos de otras nacionalidades
Carmen López, vecina del barrio de San Fermín, dice sentirse aliviada:“ Yo no tengo nada en contra de nadie, pero ya se estaba convirtiendo en costumbre que cerraran las instalaciones para rezos masivos. ¿Y los niños que entrenan fútbol? ¿A dónde van? Esto no es Marruecos”. En una línea parecida se expresa Pedro Martínez: “No estoy de acuerdo con que se celebren actos en los pabellones deportivos de Jumilla por cosas que no tienen nada que ver con el deporte. No es un tema de religión, es de prioridades”.
Frente a esta visión, Andrea Quiñonero, jumillana de nacimiento y trasladada a la provincia de Málaga por trabajo, se lamenta que la ciudad que la vio crecer se haya convertido, según ella, en un municipio donde “impera la voluntad racista”. “Me duele, porque la mayoría de murcianos no somos así, somos inclusivos y sabemos compartir el día a día con nuestros vecinos de otras nacionalidades”.
“Los comercios regentados por inmigrantes, muchos de ellos musulmanes, son los que nos dan de comer en muchas ocasiones. Consumimos en ellos, son el motivo de que la economía local no se haya hundido a estas alturas”. Es lo que afirma Pedro García, vecino del municipio.
Teresa Martínez opina en la misma línea. “Mis hijos tienen compañeros de clase musulmanes, van juntos al parque a jugar y a veces pasan las tardes en mi casa. No existen problemas de convivencia, no entiendo esta petición. ¿Dónde ha quedado la Murcia de las tres culturas?”.
Badr Zuhair, nacido en Marruecos pero residente en Jumilla desde hace dos décadas, dice sentirse aliviado por el apoyo de sus vecinos a pesar de saber que no comparten religión. “En la comunidad musulmana, como en todas, merecemos tranquilidad”. “Quienes vivimos aquí estamos orgullosos de poder participar en la economía española, ya sea como extranjeros o nacionalizados, pero también necesitamos practicar nuestra fe y conectar con nuestras raíces cuando llegan las fechas importantes”, declara.
Las reacciones ante la noticia son de tal magnitud, que la Conferencia Episcopal Española ha decidido pronunciarse este mismo jueves: “Una decisión como esta atenta contra los derechos humanos”. Para los obispos españoles, “este tipo de discriminaciones no debe darse en sociedades democráticas”.
76