Desmenuzando el 28 de abril
Cómo sucede después de todas las elecciones, en los primeros momentos asistimos a una avalancha de análisis con los que nos explicamos unos a otros los datos más evidentes, los más vistosos o los más cuantificables.
Han de pasar algunos días para que vayan emergiendo los movimientos más profundos, los más significativos, que, en ocasiones, quedan un tanto ocultos. Tengo la intuición que este proceso electoral va a ser pródigo en enseñanzas de calado.
De entrada la sociedad española ha demostrado ser mucho más madura y sólida democráticamente de lo que nuestra ancestral baja autoestima proyecta de nosotros mismos. Parece que España no es esa sociedad irreformable que pintan algunos sectores del independentismo catalán para justificar su apuesta fallida por la unilateralidad. Ni Catalunya es esa sociedad que describen de manera interesada algunos voceros mediáticos de la Villa y Corte.
Lo ha explicado lúcidamente Ignacio Escolar en su artículo 'Viva España'. A sus muchos ejemplos yo añadiría uno que tiene una profunda carga de futuro. En España el derecho a la educación pública y gratuita y a la sanidad universal se reconocen a toda la ciudadanía, con independencia de su nacionalidad y su situación legal. Eso, a pesar de la ofensiva de la derecha para acabar con estos derechos, en un intento de transitar desde el estado social al “welfare chovinista” que defiende en todo el mundo el nacional populismo de derechas y que ya ha implantado en otros países. El reconocimiento de estos derechos como derechos de ciudadanía social constituye un factor clave en términos de cohesión social en las emergentes sociedades post-nacionales del siglo XXI.
Esperemos que el comportamiento de la ciudadanía este 28 de abril sirva para ahuyentar esta negra opinión que tenemos de nosotros mismos. Una imagen excesivamente negativa que en los últimos años ha ido en aumento, alimentada por una corrosión democrática que se nutre de las grandes desigualdades sociales y de una corrupción no generalizada pero sí sistémica.
La ciudadanía ha utilizado su voto para enviar un mensaje nítido a la política y a los medios de comunicación. No está dispuesta a avalar el clima de crispación, intolerancia y falta de dialogo que se impulsa desde algunas fuerzas políticas y esferas de los medios de comunicación, por intereses partidarios en un caso, mediáticos y económicos en otro.
Con su voto la ciudadanía ha hecho pedagogía y ha avalado la templanza -de Norberto Bobbio- y la moderación. Ha premiado a los mejoristas y castigado a los empeoradores de todos los sectores– disculpen los palabrejos, tomados prestados en su versión catalana de Raimon Obiols.
Cabe destacar la movilización de la sociedad organizada, especialmente del sindicalismo confederal que representan CCOO y UGT. Con sus tomas de posición previas al 28A han demostrado que son independientes de los partidos pero no indiferentes al marco político que sale de las urnas.
Se habla del miedo a Vox y al trifachito de derechas -a quienes parece que la ciudadanía española teme más que a los independentistas- como un factor clave para la elevada participación. Pero no deberíamos perder de vista el impacto positivo que ha generado el clima de unidad entre las fuerzas de izquierda. El miedo mueve votos, pero en la izquierda la unidad moviliza y la desunión suele ser paralizante.
No solo ha sido una cuestión de actitud, muy evidente durante toda la campaña, especialmente en los debates. Se ha puesto en práctica una estrategia de competitividad cooperadora entre las izquierdas que tiene efectos virtuosos. Incluso me ha parecido vislumbrar una aproximación de proyectos políticos. El PSOE se ha presentado con una agenda más nítidamente social que sus políticas de gobierno (una cosa es predicar y otra dar trigo). Y Unidas Podemos nos ha ofrecido un viraje de 180 grados en relación a la Constitución, que ha pasado de ser antisocial y antidemocrática, el eje de sustentación del Régimen del 78 y el candado que había de reventar para convertirse en la gran palanca, el gran instrumento con el que poner en marcha las políticas sociales que han de garantizar derechos básicos.
En los próximos meses podremos comprobar si estos movimientos que aproximan a las izquierdas a lo que pudiera ser un programa común obedecen a sólidas reflexiones estratégicas o bien son solo fruto de la habilidad de dos animales políticos como Pablo Iglesias y Pedro Sánchez y su gran capacidad para el tacticismo olfativo.
El mapa electoral que sale del 28A está a medio camino entre la plurinacionalidad y la España cantonal. La desaparición electoral de la derecha de Catalunya y Euskadi es la prueba evidente de una realidad plurinacional, tal como destacó lúcidamente Pablo Iglesias en la noche electoral. Pero el mapa aporta también otro dato importante, las dificultades de las fuerzas políticas de representar al conjunto de la ciudadanía española. Solo el PSOE tiene presencia en todas las CCAA. En este aspecto las derechas patrioteras son muy poco nacionales, por su ausencia o debilidad en muchas CCAA. No es solo una cuestión de sistema electoral, baste ver los diferentes resultados obtenidos.
Pero no todo son evidencias, los resultados y las primeras reacciones nos envían también algunas incógnitas. ¿Qué incidencia van a tener en las elecciones europeas, municipales y autonómicas del 26 de mayo? Sin duda se trata de lógicas distintas y en España estamos acostumbrados al voto dual, incluso al de tres caras, desde el primer ciclo electoral de los años 70 del siglo pasado.
Pero la proximidad entre los dos procesos electorales y la potencia de las tendencias del 28A hace difícil pensar que no vayan a tener incidencia. Intuyo que en aquellos casos con proyectos municipales o autonómicos sólidos y afianzados el impacto será menor y no producirá fuertes discontinuidades, pero en aquellos ámbitos en los que las mayorías son escasas o los proyectos políticos que las sustentan no son percibidos por la ciudadanía como sólidos el efecto contagio puede ser determinante. Quizás por ello ya hayan aparecido voces interesadas en el mundo político y mediático que pretenden extrapolar de manera mecánica los resultados del 28A.
Las primeras declaraciones sobre la formación de gobierno distancian los proyectos del PSOE y de Unidas Podemos. Intuyo que no sabremos exactamente hacia dónde se dirigen las cosas hasta después del 26 de mayo. Estamos en el descanso de la contienda, falta la segunda parte y lo que hoy parecen evidencias, igual en el mes de Junio ya no lo son tanto.
En Catalunya los resultados hacen albergar esperanzas. En todos los espacios - para ayudar prefiero no llamarles bloques- han ganado nítidamente las fuerzas que apuestan por enfriar el clima para facilitar una salida, que no es exactamente lo mismo que la solución. Y han salido derrotados los que apuestan por enquistar o enconar el conflicto. Pero eso no significa necesariamente que se sepa aprovechar este nítido mensaje que la ciudadanía ha enviado a las fuerzas políticas.
Pronto podremos salir de dudas. Y podremos comprobar si en el campo independentista, ERC utiliza su victoria para trabajar en la búsqueda de una salida o simplemente la pone al servicio de la insomne batalla por la hegemonía en el mundo independentista. Disculpen mi incredulidad, pero tenemos algún precedente de ello en su comportamiento en otoño del 2017 o en el debate de los PGE 2019 cuando ERC fue el primer grupo en presentar la enmienda a la totalidad y en anunciar su voto en contra de los presupuestos.
En todo caso hay una incógnita que no depende del resultado electoral sino de la sentencia del Proceso en el Tribunal Supremo. No creo que se pueda exigir a nadie que trabaje por una solución mientras sus representantes y dirigentes políticos están encarcelados. La gestión de la sentencia y de sus impactos emocionales y políticos pondrá a prueba al nuevo gobierno.