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Madrid como espectáculo, Madrid como problema

Las candidatas del PP a la Alcadía y a la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre y Cristina Cifuentes. / Efe

Suso de Toro

Desde hace tiempo una buena parte de las noticias que nos sirven los medios de comunicación tienen que ver específicamente con la política madrileña, Madrid no solo es la sede y el escenario de la política estatal sino que los eventos de la política local son noticia estatal. Quienes seguimos las noticias en cualquier lugar de España ya tenemos opinión sobre éste o aquel candidato madrileño, a quien defenestraron, condenaron, denostaron, eligieron, quien está implicado, quien es hermano de quien, etc. Y todo ello es un espectáculo tan frenético como abracadabrante que sume en vergüenza ajena tanto a madrileños como a súbditos de este reino en general. ¿Qué está pasando en Madrid?

Manuel Azaña fue, sin duda el mejor estadista español del siglo XX, comprendió que a un estado moderno le sobraba una corte y necesitaba una capital. Paradójica y tristemente fue a partir del desarrollismo del final de los años cincuenta y bajo el franquismo, con su impronta, cuando Madrid gana demografía, con el vaciamiento de la Meseta y buena parte de Andalucía, al mismo tiempo se localizan allí las sedes de las empresas del estado y el “efecto capital” atrae las sedes de las empresas extranjeras. El nuevo estado centralizado irradia desde Madrid las emisiones de televisión y el “parte” informativo de la Radio Nacional, el Santiago Bernabéu se transforma en el templo del Régimen. Ese proceso de concentración continuó en la democracia, la red radial del AVE centralizado en Madrid simboliza perfectamente lo acontecido con el traslado allí de la práctica totalidad de las empresas financieras. Para comprender lo que es el Estado Español actual hay que historiar la evolución de esa ciudad y su transformación de ser “la villa y corte” a ser un centro que irradia ondas centrípetas que se tragan la realidad española.

Como toda ciudad o país, Madrid tiene dueño. La dueña es una burguesía muy particular que no nace de la actividad financiera o industrial sino que su acumulación de riqueza es consecuencia de detentar el estado y sus decisiones. Realmente le viene bien el concepto de “élite extractiva”. Su cultura es la del estado y, a su vez, determina la ideología del estado y sus intereses van íntimamente unidos a mantener y ampliar la concentración de poder en la capital y, dado ese proceso de concentración imparable todo el estado español está encerrado en la ideología e intereses de ese grupo social. Sí, el Bernabéu sigue siendo el ombligo de España y se puede decir que hoy por hoy el Reino de España está constituido por el País Vasco y Catalunya, con realidades políticas, culturales y en parte económicas independientes y el resto es Madrid con sus provincias. Entre esa lista de provincias se puede matizar que Galicia conserva unos rasgos culturales y políticos, cada vez más débiles y, Andalucía, por su población, tiene todavía la capacidad de plantear demandas particulares. A muchos efectos Madrid se tragó a España.

La fortaleza de ese Madrid y la debilidad de esta España lo condiciona todo. Hemos visto en los últimos años como se expresaba con naturalidad la bulimia de esa burguesía extractiva cuando una empresa barcelonesa pretendió absorber a otra radicada en Madrid: “Es una mala noticia que  una de las grandes empresas españolas se traslade fuera del territorio nacional”. O las resistencias y acusaciones cuando el gobierno de Rodríguez Zapatero decidió trasladar la Agencia Estatal de la Comisión del Mercado de las Telecomunicaciones a Barcelona. Y todo ello se ha visto acompañado y agravado con una constante campaña denigratoria de Catalunya, los catalanes y sus gobernantes en los medios de comunicación, prácticamente todos instalados en Madrid.

Particularmente soy totalmente escéptico después de lo vivido en los últimos años pero cualquier proyecto de convivencia en España, si algún día llegase a formularse nuevamente, tendrá que enfrentar y tropezará con la ideología nacionalista española, que se ha reducido a un madrileñismo ciego. Cualquier cambio en ese sentido, por improbable que sea, será para mejor.

Es por eso que resulta interesante que desde la izquierda madrileña hayan movido pieza y hayan decidido aportar a la vida pública a personas que podrían aportar serenidad y ponderación. Frente a figuras como Aguirre, Cifuentes, Hernández, Botella, Gallardón…, figuras como la del profesor Ángel Gabilondo, el escritor Luis García Montero o la jueza Manuela Carmena prometen oponer humanismo a la barbarie galopante y diálogo frente a la obscenidad autoritaria. Tener algún tipo de título o ser de letras no es garantía de nada, pero esos perfiles parecen expresar una voluntad de civilidad.

No se debe esperar mucho, no es realista, pero cualquier avance en el combate entre humanismo y barbarie siempre es mucho.

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