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La Red no es neutral y nunca lo ha sido (pero hoy podría empeorar mucho)

Global Internet map, 2005 | Telegeography

Marta Peirano

Internet no es neutral. Otras cosas que tampoco es y que nunca ha sido: libre, democrática, de todos. Internet es un entramado de antenas, satélites, millones de kilómetros de fibra óptica y enormes cables submarinos y todas estas infraestructuras tienen dueño. El dueño no es el pueblo ni el usuario. En la mayor parte de los casos, ni siquiera es de los estados que dependen de ellas. El dueño es un número cada vez más pequeño de consorcios de operadoras y fondos de inversión. Esto no siempre fue así.

Arriba están las famosas topografías de Red que Paul Baran hizo para la RAND corporation, el laboratorio de ideas de las Fuerzas Armadas estadounidenses. En 1962, en plena crisis de los misiles cubanos, RAND le pidió que explorara modelos para una Red de comunicaciones capaz de sobrevivir a un ataque nuclear. En su memorándum de agosto del 64, Baran presenta sus topografías y explica que la distribuída es la más susceptible de sobrevivir a ataques nucleares, bombas, tormentas tropicales y apagones de la luz.

Este es el concepto que flotaba en el ambiente cuando el Departamento de Defensa conecta la Universidad de California en Los Ángeles con el Instituto de Investigación de Stanford en Menlo Park. El séptimo nodo estaba en la sede de RAND en Santa Monica. La empresa que tiró los cables era la operadora AT&T. Lo llamaron ARPANET.

Ha nacido una estrella

Todo lo que pasa a partir de aquí ha sido contado muchas veces. Entre los grandes éxitos: en 1971, Ray Tomlinson envía el primer correo usando un símbolo que estaba en todos los teclados pero que nadie usaba (la @). Un año más tarde nace el InterNetworking Working Group, el grupo encargado de gobernar la nueva Red. En septiembre de 1973, un satélite puentea el Atlántico para conectar APRANET a los nodos en Londres y Noruega. En 1981 se define el protocolo TCP/IP y se crea el Centro de Administración de Internet (IAB), que dos años después organiza un taller de tres días al que asisten cientos de comerciales. En la década que sigue, la Red militar Arpanet se convierte en la Red de Redes Internet. Deja de ser una infraestructura crítica para convertirse en un servicio comercial.

Dicen los ingenieros que cualquier sistema que crece hasta alcanzar tres veces su tamaño original, se convierte en otro sistema distinto. Hace medio siglo, todo ARPANET eran 45 ordenadores y 40 nodos que conectaban universidades y centros de investigación estadounidenses. En 1992 había un millón de ordenadores; en 1996 eran diez. Hoy la Red tiene casi cuatro billones de dispositivos conectados y ha cambiado muchas veces de forma, salvo en una cosa: cuando se conectan, todos los usuarios acceden a la misma Red, independientemente del país desde el que se conectan, del equipo que utilizan, de la operadora que contratan para hacerlo. Ningún servicio es más importante que otro, ninguna plataforma llega antes que las demás. Esto es el principio de la Neutralidad de la Red, cuyo primer y único mandamiento es que todos los paquetes de datos son iguales ante la Red.

Demasiado importante para quedar en manos privadas

Todos los cables que se tiraron desde el TAT-8 en 1988 hasta finales de los 90 fueron construidos por consorcios de teleoperadoras estatales, siempre en coordinación con AT&T. Con la ola neoliberal de los 90, las operadoras se privatizaron (Telefónica en 1997, por 3.745 millones de euros) y se abrió el mercado de las telecomunicaciones. La Red ya no iría por teléfono sino por fibra óptica. Llegó la burbuja puntocom. Miles de empresas se lanzaron a tirar cables; cuando en 2001 estalló la burbuja, las que se arruinaron construyendo infraestructura fueron adquiridas a precio de saldo por otras más grandes o más listas. Luego llegarían los fondos de inversión.

Desde el primer momento, los gobiernos entendieron la necesidad de proteger la incipiente industria de servicios, datos y contenidos de los intereses de las empresas que controlaban la infraestructura. Incluyendo los de AT&T, dueña del kilómetro cero de la Red. Ya en 1976, la Comisión Federal de Comunicaciones estaba preocupada de que la operadora pudiera “favorecer sus propias actividades de procesamiento de datos con servicios discriminatorios, subsidios cruzados, precios inadecuados de servicios corrientes en un proveedor y otras actividades y practicas anticompetitivas”.

Todas las administraciones, instituciones, organizaciones y laboratorios de todo el mundo estuvieron de acuerdo en que la Red era demasiado importante para dejarla en manos de unas cuantas empresas. Hoy esas empresas son tan poderosas que ese pacto se podría romper.

La Comisión Federal de Comunicaciones cambia de manos (y de sentido)

Esta política es la que permitió que nacieran CompuServe y Dial Data y miles de personas se encontraran en los chats del IRC. Es la que permitió que dejáramos de pagar tarifas internacionales absurdas para empezar a llamar por Skype, que dejáramos de pagar por cada SMS para poder sextear por WhatsApp. Sin la Neutralidad de la Red no habría habido Redes de pares, cuyo protocolo de distribución atomizada de paquetes puso patas arriba a la industria del entretenimiento. Gracias a ella cambiamos los CDs a 10 euros por toda la música del mundo por 10 euros al mes. Sin Neutralidad de la Red no hay Spotify, ni Netflix ni HBO. Tampoco hay Redes privadas virtuales, ni paquetes cifrados ni TOR.

La Neutralidad de la Red es lo único que protege la Red de los dueños de las infraestructuras de Red, que se mueren por decidir que tráfico necesitan sus usuarios. Tráfico es servicios, plataformas y contenidos. En plena burbuja de manipulación política y comercial, la garantía de que la información de la que dependemos para casi todo no está siendo discriminada, manipulada o directamente, censurada, es más importante que nunca. No podemos dejar que un grupo de empresas supranacionales, diseñadas con esmero para evadir impuestos, espiar a sus usuarios y esquivar la legislación que los protege, decida para qué sirve y cómo podemos usarla.

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