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“No hay voluntad para acabar con el blanqueo del dinero de la droga”

Eduardo Azumendi

Vitoria-Gasteiz —

El tráfico de drogas mueve cada año en el mundo más de 320.000 millones de dólares, lo que supone medio punto del PIB mundial y 2,5 veces lo que se destina a la ayuda al desarrollo y la cooperación. Son datos de la Oficina de Lucha contra las Drogas de la Organización de Naciones Unidas (ONU). “Cifras que muestran con claridad la magnitud del negocio”, apunta Luis Guridi, profesor de Relaciones Económicas Internacionales de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad del País Vasco (UPV). Guridi ha intervenido en el Simposio Nacional sobre Adicciones, que se ha celebrado en Vitoria, donde ha expuesto los aspectos económicos de las drogas ilícitas en medio de la globalización. De todos los frentes en los que los gobiernos pueden combatir la producción, el tráfico o el consumo de drogas, Guridi entiende que el más asequible es el del blanqueo, es decir, hacer que los recursos de la venta de la droga reviertan en el circuito legal. Es el más fácil, pero no hay voluntad política de los países industrializados para acabar con el blanqueo. Si no se desactivan los paraísos fiscales no hay nada que hacer.

Pregunta. ¿Por qué no resultan eficaces las políticas contra el tráfico de drogas?

Respuesta. Las políticas públicas están pensadas para tratar de enfrentar las drogas ilícitas desde diferentes ámbitos: la producción, la distribución-tráfico, el consumo y el blanqueo. La ONU lleva planteando políticas en estos campos desde hace muchos años con mayor o menor efectividad. Pero el problema estriba en las propias características del negocio: es tan tremenda la escalada del valor, el beneficio entre lo que cuesta producir y su venta real, que resulta un atractivo permanente para quien quiera entrar tanto en la producción como en el tráfico y blanqueo. Un campesino que tiene una plantación de coca se puede llevar un dólar por gramo. ¿A cuánto se vende ese gramo en el mercado? Pues a 250 o 300 dólares.

P. ¿Dónde hay que incidir?

R. En todos los campos. En el tráfico es muy evidente, porque solo beneficia a los cárteles de la droga, que compran voluntades, arman ejércitos paramilitares y penetran en todos los poderes, judicial, político... Tienen una gran capacidad de compra y de pervertir todo el sistema político. En el campo del blanqueo es donde se puede hacer algo más.

P. ¿Por qué?

R. Si el G-20 (los veinte países más industrializados) actúa contra los paraísos fiscales (que son unos 52 en el mundo) y les exige cambiar su legislación, que desaparezca el secreto bancario y que tengan un régimen fiscal normal, como el de cualquier país, se podría desactivar una buena parte del blanqueo del dinero de la droga. Lo que no se puede tolerar es que las grandes empresas y corporaciones tributen allí porque no están para hacer negocios en esos paraísos, sino que los emplean como palancas para hacer negocios en el resto del mundo. Los cárteles aprovechan los paraísos fiscales para lavar su dinero y mezclarlo en el circuito financiero con el resto de las empresas. Los grandes bancos mueven ese dinero en el resto del mundo, en los mercados financieros.

P. Es una cuestión de voluntad política.

R. Desde luego. Alegan [los gobiernos] que no se puede rastrear el dinero porque debe haber libertad de movimientos. Pero si en el mismo circuito se mueve el dinero de la droga y no se puede seguir su trazabilidad estamos atados de pies y manos. Si se desactiva el blanqueo no habría posibilidad de verter a la economía legal lo que se genera en circuitos ilegales y sería un paso importantísimo. Es factible, pero está lejos. El problema es que los países industrializados no tienen intención de actuar contra los paraísos fiscales. Cumplen una función para los grandes sectores financieros y es tan importante que si desaparecen afectaría a la globalización.

P. En España el blanqueo se ha dejado notar, sobre todo, en inversiones inmobiliarias.

R. El blanqueo en el sector inmobiliario de la zona atlántica es muy importante. España es lugar de tránsito para el tráfico de droga. Galicia es puerta de entrada de la cocaína, por el estrecho de Gibraltar entra el hachís del norte de África. Pero todo es cambiante, los flujos de entrada también se dirigen hacia Portugal.

P. En cuanto a las plantaciones y la producción, las medidas para implantar cultivos alternativos tampoco han funcionado.

R. No. Cualquier cultivo alternativo a la cocaína o la heroína da a los campesinos una rentabilidad notablemente inferior y por eso no funcionan. Se trata de un dinero rápido y los precios no se encuentran sujetos a fluctuaciones internacionales. Y en el campo de la represión, el negocio resulta tan lucrativo que cuando se desmantela una banda enseguida hay otra cártel dispuesto a sustituirle.

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