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La Casa del Carnaval de Cádiz, el proyecto estrella de ‘Kichi’ para “reflexionar y estudiar el fenómeno”

La Casa del Carnaval abre en Cádiz

Alejandro Luque

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Uno de los grandes empeños del alcalde saliente de Cádiz, José María González, Kichi, acaba de abrir sus puertas en el corazón de la Tacita de Plata. Se trata del Centro de Interpretación del Carnaval de Cádiz (CICC), más conocido ya como la Casa del Carnaval, un espacio íntegramente dedicado a la fiesta gaditana por excelencia, que acogerá exposiciones, talleres, salones de actos y un centro de documentación, entre otras funciones, y que ha ya recibido 1.500 visitas.

El antiguo Palacio de los marqueses de Recaño, en las inmediaciones del Mercado de Abastos y en estrecha vecindad con la emblemática Torre Tavira, es el edificio cuya musealización sacó a concurso el Ayuntamiento gaditano por más de 620.000 euros para convertirlo en el “punto de encuentro” de los aficionados a este arte, según dijo González en la presentación del proyecto en enero pasado.

Una réplica del jarrón árabe de trece metros que diseñaron Antonio Accame y Federico Godoy como adorno efímero para el Carnaval de 1929 recibe al visitante en el patio central. Estructuradas a su alrededor, se disponen las dependencias dedicadas a oficinas, espacios para talleres, archivo, hermeroteca y videoteca y sala de investigación, pues en palabras del concejal de presidencia, Francisco Cano, “pretendemos que el CICC sirva para estudiar todos los aspectos relacionados con el carnaval gaditano, ya sean artísticos, antropológicos, desarrollo de tesis… Trabajaremos en colaboración con la Cátedra del Carnaval de la Universidad y con las distintas asociaciones, que también podrán disponer de espacios para reunirse”.   

Carteles y tablets

Cano subraya asimismo que “no se trata de un museo, la función del CICC no es conservar el patrimonio carnavalesco, sino invitar a pensar, reflexionar, analizar y estudiar este fenómeno”, explica. No obstante, la Casa del Carnaval será también un potente reclamo para los curiosos que quieran asomarse a algunos importantes fetiches que forman parte del recorrido expositivo del lugar.

Así, entre otros, se podrán contemplar carteles de finales del siglo XIX a otros más recientes de artistas como Hernán Cortés, Eduardo Arroyo o Lita Mora, sin olvidar la célebre creación de Alberti que inspiró un conocido pasodoble de la chirigota Los Borrachos (“¿Qué carajo es eso, dios mío de mi alma?”), así como obras de inspiración carnavalesca de Costus y otras cedidas temporalmente por el pintor Cecilio Chaves.

Por otro lado, cada uno de los visitantes –se prevé que se realicen visitas guiadas cada media hora, en grupos de entre 25 y 30 personas– se moverá con una tablet y una audioguía que le permitirá interactuar de múltiples maneras con el espacio, ya sea a través de los relatos grabados por la actriz Ana López Segovia o jugando con las pantallas táctiles que ilustran sobre la historia de la fiesta.

Carnavales del mundo

Pero la tecnología convive en el CICC con los vestigios del pasado. Junto a paneles convencionales que hablan del devenir histórico del Carnaval a través de sus hitos más señalados –desde la primera noticia sobre su existencia, datada en 1591, hasta su prohibición por el régimen franquista en 1937, pasando por sus periodos dorados, de 1882 a 1912 y de 1925 a 1936–, hablarán también de esa memoria colectiva partituras de agrupaciones legendarias como Las Viejas Ricas o Las Musas Latinas, discos sencillos de una formación que trascendió los límites del Carnaval, como Los Beatles de Cádiz, o testimonios de prensa de otra que trascendió los límites geográficos, como la murga uruguaya Araca La Cana, “pues pretendemos que en el CICC el carnaval gaditano dialogue también con otros grandes carnavales del mundo, como el de Montevideo, Río de Janeiro, Barranquilla o Venecia”, apunta Cano.

También se exhibirán instrumentos musicales relacionados con el mismo tema, desde pitos de caña de personalidades como Juan Fernández Domínguez o Gustavo Rosales, a guitarras, cajas y bombos igualmente valiosas. Además, en la sala dedicada al tipo (nombre con que en Cádiz se conoce al diseño del disfraz y sus complementos), junto a una galería virtual de fotografías de Joaquín Hernández Kiki y el trofeo conocido como la Aguja de Oro, se mostrarán detalles como la metralleta construida con artículos de ultramarinos de la chirigota La familia Pepperoni, el escudo de Los Cruzados Mágicos o la mano gigante que sostenía un vaso en Los Cubatas.

Completan el recorrido histórico una maqueta del Gran Teatro Falla, el templo de los carnavaleros, así como una amplia sala dedicada a la cantera, con libretos y otros detalles relativos a agrupaciones infantiles y juveniles desde los años 20 del siglo pasado hasta fechas más recientes.

La calle, entre cuatro paredes

En cuanto a las exposiciones temporales, la primera que inaugura el espacio está dedicada a Antonio Accame, artista que trabajó hombro con hombro con Federico Godoy a principios del siglo XX para revolucionar la estética carnavalesca. Estos dos creadores, curiosamente ambos sordos, diseñaron y pintaron exornos, carrozas y toda clase de ornamentos urbanos con una imaginación y un buen gusto que les garantizó la posteridad. En la muestra, además de diseños originales, pueden contemplarse los maletines de trabajo de Accame, una caricatura y un busto realizados por Rafael Parodi, Rodi, entre otras piezas cedidas por la familia.

“Es un sueño hecho realidad poder compartir con todo el mundo lo que aquí se cuenta”, comenta un exultante Kichi ante el proyecto estrella de su legislatura. “Cuando empezamos con el proyecto, cuando apenas formaba parte de una declaración de intenciones, jamás podíamos imaginar que llegaría un día como hoy”. 

Todavía están por culminarse la tienda del CICC y el bar, que tendrá su entrada por la calle Sacramento, pero ya puede decirse que la Casa del Carnaval está habitada y en marcha. “Un espacio vivo”, según el deseo de Francisco Cano, “que irá enriqueciéndose con nuevos objetos y relatos, con la idea siempre de ofrecer miradas no canónicas, y poder hablar de a mujer en el Carnaval, de la censura…”

De momento, concluye el concejal, parece superado el primer reto, que consistía en “meter en un espacio cerrado algo que por su naturaleza se desarrolla en la calle; y la fiesta popular por excelencia en una casa señorial”.     

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