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Enrique Echeburúa, psicólogo: “Creer que el feminismo pretende relegar al hombre a un segundo plano es un complejo absurdo”

El catedrático emérito de Psicología Clínica, Enrique Echeburua, en la Universidad Internacional Menéndez Pelayo.

Olga Agüero

Santander —

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Enrique Echeburúa (San Sebastián, 1951) se ha metido en el papel del agresor sexual, ha estudiado y analizado las raices de su comportamiento. Todo empieza cuando termina el proceso judicial y el agresor entra en la cárcel. Ahí es donde hay que trabajar para impedir que se repita. El catedrático emérito de psicología clínica de la Universidad del País Vasco (UPV-EHU), prolífico autor de textos científicos y artículos, ha protagonizado un taller en las aulas de verano de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo (UIMP) para analizar el perfil de los maltratadores sexuales y defender la eficacia de los tratamientos psicológicos: el grado de reincidencia los delincuentes sexuales que se han sometido a un programa desciende del 18 al 4%. En un contexto donde se cuestiona la propia violencia contra las mujeres, hay más agresiones sexuales por parte de jóvenes vinculado con el consumo de pornografía violenta. “Cuando un adolescente sin educación sexual ve esas imágenes intenta llevarlas a la práctica”, alerta.

¿Hay un retrato robot del agresor sexual?

Realmente no hay, la agresión sexual es una conducta a la que se llega por distintos caminos. Existen desde los agresores sexuales ocasionales que son personas que bajo los afectos del alcohol, de una noche de fiesta o de un ambiente sexualizado en un grupo llevan a cabo una transgresión de la libertad sexual de una persona. Tiene un carácter esporádico y estas personas se pueden reisentar, al margen de asumir la responsabilidad de lo que han hecho, pero tienen unas posibilidades de recuperación relativamente altas. Otra cosa es personas que tienen fantasías sexuales reiteradas violentas. Por ejemplo, personas que cuando se masturban tienen fantasías eróticas, recurren a internet regularmente buscando pornografía violenta, estas personas están realimentando un concepto de la relación sexual basada fundamentalmente en la violencia. Estas personas son diferentes y tienen mucho peor pronóstico.

Pero sí que podemos establecer un perfil aproximado.

Son normalmente hombres entre 15 y 30 años que frecuentemente tienen un nivel de integración familiar y social defectuoso y que en muchos casos están relacionados con conductas delictivas y antisociales. Pero ese es un perfil. Otro puede ser el de una persona normal que bajo los efectos del alcohol una noche no controle sus impulsos y fuerce la libertad de la víctima para llevar a cabo una conducta sexual no deseada por ella.

Enrique Echeburúa en la Universidad Internacional Menéndez Pelayo.

Hay otro patrón más vinculado al movimiento Me Too: agresores con una posición de poder sobre la víctima.

Ahí se crea una dinámica un poco especial. Hay personas que utilizan un consentimiento viciado de la relación sexual basándose en su poder. Al mismo tiempo muchas mujeres acceden o dan su consentimiento viciado porque piensan que van a conseguir unos objetivos distintos. Se crea una dinámica viciada: hombres que buscan sexo desde el poder y mujeres que ofrecen sexo a cambio de conseguir una serie de prebendas. Puede haber relaciones consentidas, pero que son viciadas.

En España hay encarcelados unos 3.900 agresores sexuales, ¿cada vez hay más agresiones o es que se denuncia más?

Las dos cosas. Hay una tendencia creciente en los tres o cuatro últimos años, tampoco espectacular, a que hay un mayor número de denuncias. Muchas mujeres toman conciencia de que es una situación inaceptable y que, por lo tanto, hay que denunciarlo. Pero la denuncia es un derecho, no es un deber. Hay mujeres que no quieren denunciar porque el agresor igual es un amigo suyo o un vecino, y eso trae una serie de implicaciones de otra índole. Pero además de que las mujeres denuncian más fácilmente porque se las invita a ello y no tienen estigma social. Al mismo tiempo ha habido un incremento de las agresiones sexuales relacionado con el consumo abusivo de alcohol y drogas en gente joven, en fines de semana, en ambientes nocturnos o fiestas, y con el consumo de pornografía violenta. La pornografía ha existido siempre, pero ahora la mayor parte es violenta: la mujer está cosificada para la satisfacción sexual del hombre. Cuando un adolescente sin educación sexual consume pornografía, recibe esas imágenes, intenta llevar a la práctica las fantasías que está viendo, lo que contribuye a que pueda haber un aumento de las agresiones sexuales.

Los delincuentes sexuales reinciden menos que los delincuentes contra la propiedad, pero lógicamente son mucho más escandalosos porque la víctima es una persona, no un objeto.

¿Qué papel juegan ahí las chicas, las mujeres jóvenes?, ¿también consumen pornografía y asumen ese papel cosificado?

Probablemente el impulso sexual del varón es más fuerte que el de la mujer, que en general, tiene más asumido el sexo vinculado al afecto, al amor, al cariño. Entonces las imágenes de brutalidad que aparecen en ese tipo de fantasías no está tan vinculado al sexo. El impacto es mayor en ellos, aunque no podemos generalizar. En cualquier caso la mayoría de la pornografía está orientada para el consumo de hombres.

Se ayuda a las víctimas de agresiones sexuales, pero usted sostiene que hay que trabajar también con los agresores para que cuando salgan de la cárcel no vuelvan a delinquir. ¿Cuál es la situación de los tratamientos de reinserción?

Debería haber más, pero la situación española es bastante ventajosa respecto a otros países. Primero porque no hay un hacinamiento en las cárceles como el que pueda haber en otros países incluso europeos que están pensando en exportar presos a otros estados. En ese contexto llevar a cabo tratamientos psicológicos es muy complejo. Estos tratamientos se están llevando a cabo desde hace veinte años con lo cual hay una experiencia considerable y hay psicólogos penitenciarios formados en aplicar estos tratamientos. Es verdad que se pueden mejorar. Habría que completar esos tratamientos grupales que se hacen ahora con tratamientos individuales. Habría que distinguir también que es diferente el tratamiento de los agresores sexuales delincuentes, que cometen además otro tipo de delitos, que por ejemplo los pederastas. Porque probablemente su perfil es diferente: está más integrado socialmente, no han cometido robos, no son perfiles violentos, no se pelean con la gente. Tienen un perfil distinto y el tratamiento tendría que ser diferenciado. En ese aspecto podemos mejorar. Pero la situación española en prisión y los programas al salir de prisión me parecen muy interesante.

¿Qué clase de programas se están aplicando?

Los programas Círculos. PrevenSI, para adolescentes que tienen tendencias pedófilas y tratar de reconducirlos antes de que se cometan delitos de pederastia.

¿Qué resultados ofrecen estos programas?, ¿son eficaces?

Sí. En líneas generales la reincidencia de los delitos sexuales es más baja que la reincidencia de los delitos contra la propiedad. Un 20% frente a un 40%. Es decir, los delincuentes sexuales reinciden menos que los delincuentes contra la propiedad, pero lógicamente son mucho más escandalosos que el resto porque la víctima es una persona, no un objeto. Lo que sabemos es que de las personas que se han sometido a un programa de tratamiento psicológico el grado de reincidencia está en torno al 4% y en los que no han seguido ese programa que es voluntario es un 18%. Hay 14 puntos de diferencia.

Se asocia el concepto de belleza, juventud al éxito y eso presiona fuertemente en especial sobre las mujeres

¿Somos una sociedad muy sexualizada?

Creo que sí. Se está vendiendo el éxito social y sobre todo el éxito en las mujeres -quizá más que en los hombres- que se traduce en el aumento de los tatuajes, obsesión por la delgadez, tratamientos de cirugía plástica, utilización de filtros en las redes sociales. Toda esta situación está contribuyendo a crear una especie de perfección de imagen vinculada a la felicidad de la persona, y es un error. Primero porque la juventud es un periodo transitorio, no es absoluto. Es dramático que una persona pretenda fingir lo que ya no es porque entra dentro de lo ridículo. Sucede porque se asocia el concepto de belleza, juventud al éxito y eso presiona fuertemente en especial sobre las mujeres. En los hombres funciona también de otra manera con los tatuajes, la vigorexia. Ahí están los políticos de Vox con el pecho bien erguido, musculados, con las camisas ceñidas. Ese concepto denota una sexualización social que es evidente. Personas que no tengan un nivel de equilibrio emocional, consumo de alcohol y drogas, la falta de inhibidores morales... todo ello se une en un cóctel peligroso.

También hay discursos que niegan o subestiman la violencia de género, que incluso dicen que es un invento ideológico ¿a qué se deben estas actitudes?

Es la reacción anti woke. El discurso es absurdo en sí mismo. La violencia de género afecta realmente y especialmente a mujeres. Hombres víctimas de maltrato existen, de maltrato psicológico, pero en los centros de tratamiento de violencia de personas condenadas mayoritariamente las víctimas son mujeres y los agresores son hombres. Hay una evidencia clara. También es evidente que el hombre ha sido más violento porque ha tenido unos roles de dominación tradicionalmente dentro del entorno familiar. ¿Por qué se niega? Porque se confunden muchas cosas. Creen que el feminismo pretende que las mujeres tengan una preeminencia sobre el hombre. Ese discurso considera que las mujeres con ese nivel de feminismo pretenden relegar al hombre a un segundo plano, pero es un complejo absurdo que no tiene sentido. Los datos son inequívocos: las víctimas de agresiones sexuales fundamentalmente son mujeres. Excepto en las agresiones sexuales en el ámbito del clero que hay un predominio de hombres. Los hechos empíricos son incontestables: el nivel de denuncias, el nivel de feminicidios, el de personas condenadas por violencia contra la pareja en las cárceles es apabullante.

Que el pastor se convierta en lobo suscita un escándalo y más cuando va en contra de la ideología religiosa que tiene asumido este aspecto

¿Cómo se explican los casos de pederastia en la Iglesia a los que alude?, ¿por qué abundan tanto en ese estamento concreto?

Se calcula que puede haber hasta un 4% de sacerdotes que hayan estado implicados en conductas de tipo pederasta. Por una parte, es una minoría dentro del conjunto de la pederastia que afecta sobre todo al entorno familiar. Las víctimas son agredidas por su padre, padrastro, abuelo, tío... no tanto por sacerdotes. Pero ese 4% que pueden ser víctimas de sacerdotes tiene un efecto de escándalo especialmente porque se trata de personas que son educadores y que las familias les han cedido a sus hijos para que les eduquen. Que el pastor se convierta en lobo suscita un escándalo y más cuando va en contra de la ideología religiosa que tiene asumido este aspecto. A veces se trata de personas homosexuales reprimidas que han aprovechado los lugares cerrados como son internados, seminarios o parroquias y que con la represión o insatisfacción sexual que tenían ellos han recurrido a los menores que están a su alrededor y a los que más fácilmente pueden engatusar.

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