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Amelia Tiganus, superviviente de trata: “Estoy harta de que se equipare la prostitución con un trabajo más”

Amelia Tiganus.

Emilio J. Salazar

Alicante —

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Amelia Tiganus volvió a pisar Alicante el pasado miércoles, una provincia de indeleble recuerdo, para impartir una serie de charlas organizadas por la Universidad Miguel Hernández de Elche y la Coordinadora Feminista Local sobre el sistema prostitucional. Esta activista feminista de 35 años reconoce que “gracias a la terapia” empieza a dejar atrás “esa mala sensación” que tuvo hace unos años cuando impartió una charla en Orihuela y le vino a la cabeza la primera vez que llegó engañada en autobús a esta tierra con 18 años recién cumplidos desde su Rumanía natal para ser explotada sexualmente.

“Me pasa en general cuando vuelvo a lugares próximos al Mediterráneo porque me viene el recuerdo de los prostíbulos que daban al mar que era donde me quedaba mirando por la ventana como si fuera mi refugio después de doce horas de haber sido penetrada, baboseada, sudada encima…”, relata a eldiario.es

Desde que logró salir de la prostitución hace 12 años, Tiganus ha cambiado de ventana, siendo Euskadi el lugar desde el que mira al mundo gracias al proceso que la ha llevado a reconstruir su vida “y renacer” tras haber sido prostituida durante cinco años en 40 burdeles, o como ella llama, “campos de concentración exclusivos para mujeres ante la ceguera de la sociedad”.

Como explicó el jueves en las IV Jornadas sobre Violencia de Género: la trata de mujeres y niñas con fines de explotación sexual organizadas por la Universidad Miguel Hernández, ser prostituida es igual a ser violada. “Cada año que pasaba me costaba mucho trabajo mental asimilar que no podía volver a mi país, que seguía sin nada de dinero, y eso se debía a la violencia que sufría durante 24 horas del día donde tenía que ser para otro, instrumentalizada, tener que sonreír y tener que aguantar esos olores”, rememora.

“Había momentos en los que yo no me reconocía en el espejo”, esgrime. “Cuando me despertaba estaba asustada, sentía que había sido despersonalizada porque la prostitución no solo daña la salud física de las mujeres, también la psicológica”, explica la que fue coordinadora en Feminicidio.net durante tres años. Precisamente en los últimos tres años ha impartido más de 150 conferencias por todo el mundo, convirtiéndose en uno de los rostros más activos en contra del negocio de la prostitución que sitúa a España a la cabeza de Europa -y tercera del mundo- en demanda de sexo pagado, según Naciones Unidas.

En ellas se autodenomina feminista “porque el feminismo salvó mi vida”. “Cuando descubrí la existencia del patriarcado, cuando pude poner palabras a aquello que había dado vueltas por mi cabeza rompí con la prostitución”, afirma. “En ese momento dejé de sentir miedo, vergüenza y culpa, que era lo más importante y de ahí me lancé al activismo”, añade esta formadora en prevención de la trata.

Abolicionismo

Y en todas esas charlas, como en esta conversación, insiste en una máxima, la prostitución debe ser abolida, sin medias tintas. Tiganus aboga al respecto por que España implante el modelo nórdico “que defiende la descriminalización de las mujeres en situación de prostitución porque hoy en día se multa a mujeres gracias a la ley mordaza o a ordenanzas municipales al no haber una ley integral ni políticas públicas, cada uno hace lo que le da la gana”.

Para acabar con el estado proxeneta, que es como califica a España, “por estar lucrándose con la prostitución ajena”, la actual miembro de Euskal Herriko Mugimendu Abolizionizta (Movimiento Abolicionista del País Vasco) considera que “los puteros deben ser castigados o interpelados como agresores”.

“Aquí la prostitución es ocio y diversión”, resume en un perfecto español. Y pone un ejemplo sobre la “hipocresía del hombre” que acude a los puticlubs, no para pagar por sexo, sino de acompañante en las despedidas de soltero. “Encima te dicen que no son puteros cuando lo que están haciendo con su presencia allí es legitimar que haya estos espacios donde la masculinidad hegemónica está a salvo”, argumenta.

Pero para cambiar esta mentalidad, Amelia Tiganus ataca a la raíz del problema, la educación, y en concreto la educación afectivo-sexual que según ella debería de empezar a implementarse desde edades muy tempranas. Y con mayor motivo, explica, desde que la pornografía está tan presente entre los adolescentes.

Por ello, la única solución -aunque reconoce que es complicada- pasaría por abolir también el porno. “Debemos aprender a relacionarnos sin esa cosificación y mercantilización de la mujer que enseña el porno”, defiende antes de recoger este domingo el premio Seneca Falls de las IX Jornada Casa de la Dona de Xirivella, en Valencia.

Banalización de la prostitución

“Hay un lobby mundial que tiene muchos intereses en que la prostitución sea considerada un trabajo”, alerta Tiganus. “Un lobby que ha puesto el ojo en España porque es un país que, aparte de ser turístico por su sol y playa, ya se está convirtiendo en destino turístico sexual, además de convertirse en la puerta de entrada a Europa de países del sur del mundo, tanto de África como de América Latina de mujeres para ser prostituidas”, avisa.

A Amelia le contaron en Galati (Rumanía) “las bondades de ejercer la prostitución en España” cuando aún era menor de edad y ya había sido violada de manera múltiple “y a plena luz del día” por cinco jóvenes cuando tenía 13 años. “Yo estaba anulada como persona y entonces se nos transmitía un mensaje que me recuerda al mismo que se les está contando a las adolescentes de aquí y ahora, un mensaje difundido a través de los medios de comunicación, las redes sociales, Instagram, Tinder…”, añade para concluir: “Esa fabricación de la puta hace más de 20 años en Rumanía se ha globalizado. Se están putificando todas las sociedades”, insiste.

Antes de acabar la entrevista, Amelia Tiganus pide lanzar una última reflexión. “Estoy harta de que se equipare la prostitución con un trabajo más, no es cierto, no es como ser explotada laboralmente porque en ningún trabajo tienes que soportar el sudor de tu jefe, sus babas, manoseos o que te penetren”.

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