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Habla la viuda de un sicario ultra de la guerra sucia contra ETA: “Si Billy el Niño ha leído el libro estará supercabreado”

Carnet del Servicio de Información de la Guardia Civil con la foto de Jean Pierre Chérid uniformado y una identidad falsa

Lucas Marco

Valencia —

El hombre con un poblado bigote que aparece vestido de uniforme en la foto del carnet del Servicio de Información de la Guardia Civil no es el sargento Iván González Rodríguez, sino el ciudadano francés Jean Pierre Chérid que murió en una misteriosa explosión el 19 de marzo de 1984 en Biarritz. Chérid, miembro del grupo terrorista de extrema derecha Organisation de l'Armée Secrète (OAS) en Argelia y uno de los más famosos sicarios de la guerra sucia contra ETA, estaba casado con Teresa Rilo (Pontevedra, 1951).

Ahora, 35 años después de su muerte, la periodista Ana María Pascual ha escrito la biografía del mercenario basándose en los recuerdos de su viuda. En el libro Chérid, un sicario en las cloacas del Estado (El Garaje Ediciones, 2019) su autora, curtida periodista de investigación, aporta datos asombrosos e inéditos.

La biografía descubre, por ejemplo, que Chérid y otros dos mercenarios de extrema derecha asesinaron en Caracas al matrimonio formado por Jokin Etxebarria y Esperanza Arana, dirigentes abertzales del Comité de Ayuda a los Refugiados Vascos en Venezuela. También niega otros hechos, como la participación de Chérid en el atentado del bar Hendayais el 23 de noviembre de 1980, por el que el comisario Manuel Ballesteros, ex agente de la Brigada Político Social de Valencia y jefe de la lucha antiterrorista con varios gobiernos democráticos, fue procesado y finalmente absuelto por el Tribunal Supremo.

Un informe oficial del Gobierno vasco atribuye al sicario de la guerra sucia al menos siete asesinatos. Así, Chérid tuvo un papel estelar en el Batallón Vasco Español, engendro de los GAL, y participó, entre otros, en el atentado mortal contra el dirigente de ETA José Miguel Beñarán Ordeñana Argala, el 21 de diciembre de 1978. Sin embargo, las ejecuciones subcontratadas por el Estado español no fueron los primeros cadáveres que arrastraba el ultra a sus espaldas.

La periodista Ana María Pascual explica a este diario: “Chérid llegó a España con un homicidio a cuestas y una fuga novelesca que Teresa me ha contado y luego he confirmado con la documentación del archivo del Ministerio del Interior”. Tras escapar mientras cumplía condena en la cárcel de Burdeos, las autoridades franquistas recibieron al militante de la OAS con los brazos abiertos. “Desde el principio, a la dictadura le interesó la experiencia de estos hombres y, a cambio de colaborar en el trabajo sucio, les dejaron vivir”, dice la periodista. 

Teresa Rilo convivió durante años con el siniestro círculo de amistades de Jean Pierre Chérid, compuesto por los más importantes terroristas del neofascismo italiano y argentino, felizmente acogidos por el franquismo e impunemente reutilizados por las cloacas del Estado en la guerra sucia contra ETA hasta bien entrada la década de 1980, con la estrategia de la tensión prevista en la Operación Gladio de la OTAN como telón de fondo.   

En la pizzería El Appuntamento de Madrid, compartía mesa y mantel con las mujeres de los ultras italianos mientras su marido se reunía en un reservado con compinches como Stefano Delle Chiaie, quien trabajó a lo largo de su vida para la policía política de Augusto Pinochet en Chile, para la Triple A en Argentina y para la dictadura de Hugo Banzer en Bolivia. “Chérid pudo brillar en el grupo de los italianos en Madrid. España, en esa época, acogió de buena gana a todos estos terroristas que estaban reclamados en sus países y en todos los asesinatos de la extrema derecha hay algún italiano implicado”, explica la periodista Ana María Pascual. 

Un asiduo del restaurante fue el ultra Carlo Cicuttini, el cuarto pistolero del atentado contra los abogados laboralistas de Atocha. Cuando la justicia italiana indagó la autoría de los crímenes terroristas que azotaron el país, como por ejemplo el asesinato del juez Vittorio Occorsio el 10 de julio de 1976, varias vías de la investigación acababan en la antigua Dirección General de Seguridad. El ultra italiano amigo de Chérid fue protegido por el comisario Manuel Ballesteros, explica el libro. “El motivo de la intensa protección que recibió Cicuttini en España fue su participación directa” en la matanza de Atocha.   

La biografía describe también los encuentros en el restaurante del aeroclub de Castellón, regentado por los hermanos Perret, con los comisarios Roberto Conesa y Manuel Ballesteros, dos históricos de la Brigada Político Social franquista reciclados tras la muerte de Franco en la lucha antiterrorista. “A mi me llevó una vez a conocer a los Perret en su restaurante. Se conocían porque eran franceses y estaban en el mismo rollo pero Jean Pierre no trabajaba con ellos”, cuenta la viuda del sicario a eldiario.es. En ese mismo restaurante uno de los hermanos, Clément Perret, supuesto miembro de los GAL, fue asesinado por ETA en 1985. 

Al ex agente de la Brigada Político Social Antonio González Pacheco, más conocido como Billy el Niño, le gustaba la costa mediterránea, donde tuvo un apartamento. El policía fue un personaje importante en la vida de Jean Pierre Chérid, con el que compartió muchos momentos de intimidad, junto a sus respectivas esposas. “Cuando lo conocí, era un amigo de mi marido, con nosotros se portaba bien, incluso después de haber muerto Jean Pierre, él siguió, por su conveniencia, ayudándonos a mis hijas y a mi. Después, ya vio que yo volaba sola y entonces se enfadó conmigo”, cuenta Teresa Rilo.

La viuda rompió, tras la misteriosa muerte de su marido, con aquel mundo. “No he vuelto a ver a Billy el Niño desde entonces pero, si ha leído el libro, estará supercabreado, aunque eso es lo que hay”, dice la mujer. “Cuando salió en la prensa yo estaba alucinando porque nunca he visto a Antonio como un torturador y ha debido de ser tela marinera por lo que dicen muchos testigos”, apostilla Rilo.

Chérid y el resto de mercenarios de la guerra sucia “fueron herramientas de los servicios secretos españoles”, concluye la periodista. Hasta ahora se había dado por válida la versión de que el sicario francés murió accidentalmente cuando manipulaba un explosivo en el sur de Francia en 1984. La viuda nunca creyó esta versión. “Sus compañeros se habían ido y el que quedaba en España era Jean Pierre, era el último que podía hacerles la vida imposible”, explica Teresa Rilo quien también recuerda: “Me citaron en el Ministerio del Interior, creo que para ver lo que yo sabía. Me dijeron que lo sentían porque en la DGS decían que mi marido no había trabajado”. “¿Quién le daba a mi marido los carnés?”, se pregunta la viuda de Jean Pierre Chérid.  

“No podemos afirmar que él muriera por orden de sus jefes de la guerra sucia pero los indicios que mostramos en el libro apuntan a que es muy probable”, sostiene Ana María Pascual. ¿Cuáles son esos indicios?... Compren el libro para descubrirlo que el buen periodismo de investigación cuesta dinero y esfuerzo y sin lectores desaparece.

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