Euroapuntes (escorados hacia la izquierda)
La resaca de las elecciones europeas sigue llenando tertulias a diestro y siniestro días después de celebrados los comicios, por lo que conviene proseguir con el análisis, por muy a vuelapluma o forjado a base de matices que sea.
El PP se escuda en la victoria del enroque. Como no podía ser de otra manera, constituye el discurso oficial de los mantenedores de turno. Consta, por otra parte, que en las salas de máquinas se han encendido las luces de emergencia. Las pérdidas en las grandes ciudades preludian los declives futuros, mientras que las zonas de voto cautivo se resisten a tamañas deserciones. El drama resulta mayor si se tiene en cuenta que la renuencia al pacto con el grueso del espectro político no les facilita precisamente el gobierno por alianza.
Mientras tanto, al PSOE le ha quedado claro que no les bastará la inercia de la corriente para gobernar con su menor apoyo histórico. Tú mueves Europa decía su slogan, pero la posibilidad de hundir su suelo es la que ahora les acucia para moverse a ellos. Y no parece que los tempos elegidos para Congreso y primarias les vayan a hacer entrar en simbiosis con la sociedad, sino que presumen, cosméticamente, una operación de externalización de la endogamia. Intrincado, sí; arriesgado, también.
Tengo la impresión de que la triplicación por parte de Izquierda Unida de sus exiguos dos eurodiputados dejó un sabor agridulce entre sus filas, a pesar de los habituales rituales triunfalistas. Se aspiraba –“cuanto peor, mejor”, decía Lenin- a un resultado parangonable al de 1994, pero no se calibró acertadamente la irrupción de Podemos y se evidenció que los discursos de suma de fuerzas a posteriori carecían de generosidad y altura de miras a priori. Ante la predisposición proverbial de Iglesias, prevaleció, paradójicamente, esa visión tan empresarial que afirma que “tanto tienes, tanto vales”. Pues bien, aunque obviamente los resultados no son enteramente extrapolables a otros comicios, ya se sabe lo que Podemos pesa en votos.
Por lo que respecta a la formación de Iglesias, sesudos análisis van desgranando razones de su éxito. Quiero incidir en la audacia de la elección del logo. El culto a la personalidad no cuadra con la horizontalidad –o circularidad- teórica del movimiento en cuestión, pero la dificultad para identificar al partido sin su referencia mediática bien visible podría haber desperdiciado miles de sus papeletas. Un ejemplo, pues, de pragmatismo y adaptación al terreno. Confieso que me turba que el personal juegue a vanguardia y se erija en demiurgo de castas, pero, después de leer las declaraciones de Pedro Arriola, la palabra que me viene a la cabeza es caspa y me pregunto si algunos aún no han tenido suficiente. Ni en el fondo ni en las formas.
No obstante, a los guardianes de las esencias bipartidistas les queda la esperanza de que el sistema electoral –lógico motivador de un pacto con IU- y la carencia de discursos autonómicos y locales con pedigrí socaven las expectativas de Podemos.
No quiero acabar tampoco este repaso deslavazado sin llamar la atención sobre ese porcentaje de voto superior al 1% que ha alcanzado el PACMA, que lo convierte en un socio más que apetecible para cualquier coalición rojiverde que se precie.
Por último, el Conseller Císcar opinaba que una desconexión de dos horas por parte de TVE resulta suficiente para articular un sistema de radiotelevisión valenciana, pero el corte a la intervención del Ministro de Interior no nos permitió conocer en directo el desglose de votos oficial por estos lares.
Si por algunos fuera, el desaguisado audiovisual también lo enajenarían al Peter Lim de turno…
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