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Instituciones

Josep L. Barona

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Las instituciones son un elemento clave en la estructura de la sociedad. Muestran su organización, explican su funcionamiento y evolucionan al ritmo que lo hace la propia sociedad. La familia es una institución, el parlamento es una institución, y también la universidad, la administración, los mercados o los hospitales. No son las mismas en China que en Uganda, ni en Escandinavia que en Ecuador. No son las mismas en una dictadura que en democracia, en una sociedad confesional que otra laica. Ni funcionan de igual modo. Hay instituciones imprescindibles y otras discutibles. Son fruto de la historia y de las tradiciones. La monarquía es una institución, y la iglesia católica es una institución -como otras instituciones religiosas-, y la masonería y el Levante Unión Deportiva. La policía y el ejército, las escuelas y los museos. Las instituciones cumplen una función social y cultural, y se rigen de acuerdo con ciertas normas, y representan valores y aportan activos tangibles o intangibles a la sociedad. Algunas desempeñan bien su labor y otras no. Arrastran rémoras del pasado, muestran valores anacrónicos. Algunas son ejemplares y otras están corrompidas por canallas sin escrúpulos. La ejemplaridad o la corrupción no es intrínseca a las instituciones, sino que depende de quienes las dirigen y quienes forman parte de ellas.

En una sociedad abierta y democrática la ley tiene que ser implacable con el juego sucio. Corresponde a la ciudadanía, a la ética social y al sistema judicial poner límites a los abusos, al tráfico de influencias y a los delitos. En una sociedad abierta, se puede ser monárquico o republicano, católico o ateo, pero no se puede cuestionar la libertad de expresión ni permitir la impunidad del delincuente de guante blanco con argumentos como la intolerable “inviolabilidad” o la “inmunidad parlamentaria”. Nadie debería cuestionar la importancia de un poderoso sistema universitario, de calidad y competitivo, que genere y aporte conocimiento, que dinamice la economía y contribuya a la formación de ciudadanos más libres y críticos. Una institución que garantice los valores esenciales de la educación, la investigación, la ciencia y la cultura.

La intoxicación, el desprestigio, el fango no es algo intrínseco de las instituciones. En la era de la posverdad, las fake news son un veneno mortal para la democracia. Los intoxicadores son profesionales de la mentira que se valen de indicios inventados y el poder de los medios para manipular las instituciones y degradarlas. Para frenar tanto atropello de las redes al servicio de la manipulación, los ciudadanos, la prensa y los jueces tienen que desempeñar un papel esencial. Hay que expulsar a los maltratadores de las familias, a los mentirosos y corruptos de los parlamentos, a los pederastas de las iglesias, a los falsificadores de las universidades. Hay que llevar a los inviolables ante los jueces. El manipulador profesional es el núcleo de la trama. Hay que desarrollar leyes que lo paren. Los ciudadanos tenemos que actuar. Goebbels ahora disfruta de internet.

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