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¿Apocalipsis cuándo?

Francisco Salazar, en una imagen de archivo.

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Cuando, en mayo de 1976, Francis Ford Coppola inició el rodaje de Apocalypse Now, su idea era tener todo el material a finales de año. Lo que nadie sabía, como diría más tarde el director en Cannes, es que no era una película sobre la guerra de Vietnam, el rodaje fue Vietnam de jodida que puso la cosa. Venía de firmar las dos partes de El Padrino, así que todos los ojos de la prensa de la industria estaban fijos en él. Pero el rodaje se alargaba y se alargaba. Entonces, un periodista —creo que de Variety— publicó el mítico reportaje Apocalypse when?, haciéndose eco de un chiste que circulaba en el rodaje. Quizás sea la pregunta que habrá que empezar a hacerle a Pedro Sánchez. Mirar hacia otro lado no va a solucionar nada.

Un gato tiene siete vidas; Perro Xánxez el doble. Pero da la sensación de que ya se le han acabado. Estamos ya en la línea de lo insoportable. Puede seguir pidiendo calma todo lo que quiera, pero a ver de dónde sale. Su vicepresidenta Yolanda Díaz le pide una «remodelación profunda» del gobierno, y no se descartan medidas más radicales, como dejar de seguirle en BlueSky, pero es difícil saber si será suficiente. No se puede salir a escándalo diario y esperar que los juicios contra el Partido Popular, que están a la vuelta de la esquina, sirvan para ocultar la viga en el ojo propio.

Lo de esta semana deja los últimos años de Felipe Gónzalez a la altura de un paseo en barca. Lo de la fontanera Leire Díez y el expresidente Antxon Alonso encalomados va a traer cola, mientras el exministro José Luis Ábalos, desde la cárcel, sigue reclamando sus derechos de diputado para poder votar. Poca cosa. La corrupción, bien se sabe, no suele afectar al voto de nadie. Los fieles a unas siglas, las que sean, se consuelan con lo que tienen enfrente y la descuentan. Otros casos, como la cacería contra el fiscal general o Begoña Sánchez, pueden incluso servir para cerrar filas. Pero con los abusos sexuales hemos topado.

Mientras que a otros se les llena la boquilla, en feminismo es verdad que al PSOE nadie le tose. Ha hecho los deberes. O parecía haberlos hecho, como están descubriendo muchas mujeres fieles a votar a la izquierda porque ahí se sentían a salvo. Los socialistas están perdiendo votos por ese flanco, y sin el voto femenino, la izquierda se desangra. Y no se trata solo de que algunos, como Francisco Salazar, fueran unos acosadores y todo el mundo lo supiera, es la forma en la que se ha gestionado el asunto. Por lo visto, a las hermanas que lo denunciaron, o no las creyeron, o no tanto como para importunar a un peso pesado del partido. Y entre las escépticas, entre las que podían haber hecho y no hicieron —como recomienda Aznar proceder cuando hay problemas—, había más mujeres. Y por si el golpe no había sido suficiente, resulta que el vicesecretario del partido en la provincia de Valencia y alcalde de Almussafes Toni González se suma a la lista de señalados. Y súmale José Tomé (referencia del PSOE en Galicia), Javier Izquierdo (senador), Antonio Navarro en Torremolinos…

Y mientras, aumenta la sensación de que en el PSOE algunos van a calzón quitado, esperemos que solo metafóricamente hablando, la vida sigue su curso. Pero nadie lo nota. Se ha hablado más de Salazar estos días, por ejemplo, que de Revuelta, esa especie de frente de juventudes de Vox, que se llevó cruda parte de lo que recaudó para las víctimas de la Dana. También ha pasado a un segundo plano que Feijóo vaya a tener que comparecer como testigo (aunque sea por escrito) ante la jueza de Catarroja, y puede darle la puntilla al todavía diputado y presidente del PP Carlos Mazón. Algunos dirán que se van a utilizar los casos de acoso sexual en el PSOE para que otros tapen sus vergüenzas. Sin duda, exactamente igual que lo que harían los socialistas. El problema es que es eso, y no otra cosa, lo que va a ocurrir. Y les va a funcionar.

Sánchez puede seguir pidiendo tranquilidad e intentar alargar hasta 2027 el gobierno. Al menos, soñarlo. Pero la pregunta es ¿para qué? ¿No será mejor ir a elecciones y que gane la coalición de PP y Vox, apretar el culo, e intentar rearmarse? En estos momentos, una estrategia a dos años vista no parece la mejor solución. Lo razonable obliga a pensar en elecciones y, mínimo, cuatro años para que el partido pueda renacer de sus cenizas. Porque, cada día que pasa, la marca PSOE vale menos y, como sigan esa senda, en 2027 podrían votar a la derecha hasta los de Izquierda Comunera. Lo que va a pasar en Aragón, Castilla y León y Andalucía antes del verano debería marcar los próximos pasos.

¿Apocalypse When? Cuanto antes, mejor, porque cuanto antes empiece más cerca está de su fin. Para eso hace falta un Plan B que aún no existe. También algo de sangre nueva. Joan-Carles Martí, director del Levante-EMV, apuntaba que están intentando recuperar a Ximo Puig, referente de los más jóvenes, que cuando vuelva de sus vacaciones en París estará a tope de power. Puig, Lerma y Ciprià Císcar añado yo. ¿Para qué conformarse con uno si tienes a tres ases en la manga? Y, si te queda alguno más, en la recámara o criogenizado, igual llegas a póker. Pero ahora, o Sánchez se saca algo de la chistera (si le queda chistera) o, como Virginia Woolf, de perdidos al río.

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