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CV Opinión cintillo

A quien lea

¿Quién perderá las elecciones?

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“Llàstima de país amb líders mentiders,

amb fanàtics botxins que dominen les trones,

que ignoren els seus savis o els volen fer callar.“

Jaume Pérez- Montaner. L’Alfàs del Pi, 2009

Una vez más el País Valenciano ha salido perdiendo. En un territorio, con amplio y sólido pasado, nadie se ha preocupado por revitalizar el tejido industrial e inversor seriamente deteriorado. Plan para la Reindustrialización Valenciana. Ni las patronales, CEV/CEOE de Salvador Navarro – las primeras involucradas–, ni las Cámaras de Comercio e Industria presididas por José Vicente Morata– cinco corporaciones centenarias, competencia plena de la Generalitat–, ni el Instituto Valenciano de Investigaciones Económicas que comanda Francisco Pérez, ni la Fundación de Estudios Avanzados que preside Vicente Boluda. Al alimón con la todopoderosa Asociación Valenciana de Empresarios que inspira Juan Roig- Ni la responsable Conselleria de Economía detentada por el comprometido Rafael Climent. Ha sucedido entre el 20 de marzo y el 20 de octubre de 2022 que alguien corrió demasiado para proclamar que la fábrica de baterías de Volkswagen se instalaría en Sagunt. Los más altos directivos de la multinacional alemana, los presidentes Pedro Sánchez y Ximo Puig de los gobiernos español y valenciano, patronales y sindicatos, lanzaron las campanas al vuelo. Meses después la gran gesta acaba sofocada por un gélido cubo de agua. Ni aquello estaba tan claro a ese precio ni el fiasco se lo merecen, sobre todo, los ciudadanos.

Cita electoral

El tiempo de afrontar el reto electoral –autonómico y municipal– previsto para primavera del 23 se acaba. El Espíritu de Morella que ha guiado la Comunidad Valenciana los últimos ocho años acusa desmotivación y agotamiento. No conduce a nada ignorar nuestras debilidades. Repasemos: en 2015 los políticos que consiguieron conformar el primer Consell del Botànic, asumieron hacer más competitivo el tejido empresarial e implantar un nuevo modelo económico para conseguirlo. La política valenciana ha pivotado sobre dos objetivos: la justa y digna financiación de la Comunidad Valenciana y la conclusión de una incierta infraestructura – el Corredor Mediterráneo– que tenía que dar lugar al ciertísimo Arco Mediterráneo– junto a Catalunya y les Illes Balears–. A modo de la proclamada “Commonwealth Mediterránea”. Sugerente proyecto que diera sentido a dos legislaturas regeneradoras. La fortuna no ha sido favorable. No funciona la entente mediterránea ni la financiación equitativa entre los pueblos ibéricos. Con los presupuestos del Estado de 2023 se minimiza el peso específico de la política valenciana en el contexto español y se agranda la distancia entre los territorios hispanos más privilegiados –Madrid, Euskadi, Navarra, La Rioja, Galicia, Santander– y el resto, en cuya nómina la Comunidad Valencia ocupa los puestos de cola.

Rol de los partidos

El panorama político valenciano ofrece un horizonte desolador. Los principales partidos en escaños y votos siguen siendo PSOE y Partido Popular. Nada nuevo. Seguidos del emergente Vox de ultraderecha y U. Podemos. Los restos de Ciudadanos se dan por amortizados. Mención aparte merece Compromís. Alianza progresista a tres bandas, que surgió en 2015 con sesgo valencianista. La única formación política autóctona alejada de los parámetros del centralismo y que no tiene su sede en Madrid. Junto a esperanzadores resultados domésticos, únicamente cuenta con un representante en el Congreso de los Diputados: Joan Baldoví. Primus inter pares con mejor voluntad que resultados. La política valenciana está huérfana en Madrid (Conexus ha resultado un bluf) y ha quedado arrumbada en Barcelona, por los partidos hegemónicos en Catalunya. Los que ejercen el poder en las instituciones catalanas –Junts, PdCat, ERC– han decidido prescindir de acuerdos y alianzas con los dirigentes del Consell del Botànic . La política valenciana únicamente conserva abierto el cordón umbilical con los partidos de vocación centralista (PSOE, PP, U. Podemos). Ajena a otras conexiones, ha consumado su distanciamiento del natural Arco Mediterráneo, donde confluyen sus intereses económicos, comerciales y culturales. Vuelve la amenaza de revitalizar el esquema franquista del ‘Sureste’ y del ‘Levante español’. Alineada con Murcia y Albacete o la exploración del Corredor Atlántico por Aragón hacia La Rioja, Santander y el País Vasco.

Compromís

En este tablero el perdedor, de cara a las próximas elecciones, es Compromís. Sus expectativas han resultado dañadas por falta de agilidad táctica. Sin agilidad de respuesta ante las circunstancias que han rodeado y motivado la caída de la vicepresidenta del Consell y líder del partido, Mónica Oltra. Sigue sin cerrar la crisis interna en la designación de cabezas de lista ante los próximos comicios. El paso adelante de Joan Baldoví, única opción sensata para intentar el resurgimiento ha provocado el revuelo de grillos por parte de quienes carecen de visión política y de sentido de la oportunidad. El cese de Mireia Mollà en el Consell abre otra grieta. En el Ayuntamiento de València, pieza fundamental y decisiva para conseguir resultados vencedores en la Generalitat, la designación de quien ocupará el segundo puesto en la lista municipal de Joan Ribó, es clave para ofrecer al electorado confianza suficiente ante un posible relevo en la Alcaldía. Los políticos y los partidos han de mostrar además inteligencia y generosidad para renunciar a los escalafones y a las prebendas sectarias, con el objetivo de alcanzar resultados para ser necesarios y visibles. Quien controla el aparato del partido no es siempre el candidato idóneo. Compromís cuenta con bastantes extravagancias en la designación de cargos y puestos de responsabilidad. Decisiones ineficientes que, en vez de sumar apoyos y respaldo al partido, le han mermado eficacia y dimensión de futuro.

Perder es posible

En la visión de las formaciones políticas hay dos objetivos a medio y largo plazo: el primero es la defensa incuestionable de los intereses de los valencianos. En segundo lugar, se debería postergar el culto a la personalidad de los dirigentes, el empecinamiento en asegurarse cargo- sueldo y finalmente la conquista de parcelas de poder ansiadas en los partidos. La dedicación a la actividad política no se basa en el beneficio directo y prioritario de sus protagonistas ni en el encumbramiento de los egos partidistas. Los dos gobiernos del Botànic en la Generalitat y los de La Nau y Rialto en València ciudad, se debieron a repetidas carambolas que dieron esos resultados. Imaginar que la baza se puede repetir es una temeridad. Hoy el activo político más relevante de Compromís es Joan Ribó, alcalde prudente y eficaz. Es inexplicable mermar las posibilidades de su candidatura si se sitúa junto a él a personas inadecuadas. La ciudad de València, que puede ser progresista, no es mayoritariamente de izquierdas. Los electores no están dispuestos a aceptar los dictados de los partidos políticos en función del clásico planteamiento de: “ahora me toca a mí”. Con el peligro de que no le toque a nadie. Si Compromís pierde las parcelas de poder conseguidas desde 2015, puede volver a la larga noche de los tiempos. De ser así el despertar del valencianismo político probablemente pasaría a mejor vida. Perder es más posible de lo que parece y podría suponer el final de un espejismo mal gestionado.

Visión económica

La acción de gobierno exige preservar la urdimbre económica del país. No se puede optar a presidir el país sin conocer su estructura productiva. Sin anteponer la garantía de sus recursos. Los partidos políticos con vocación de poder han de velar por el bienestar de sus ciudadanos. La economía es el campo indeclinable de sus desvelos. No hay país ni municipio sin que cuadren sus cuentas. El País Valenciano sufre la decadencia de uno de los pilares sectoriales de su industria con la crisis energética del clúster cerámico ubicado en Castelló. Equilibrar la diversidad económica y expandir su distribución territorial es la prioridad. Un país sin una industria consistente en expansión carece de futuro. El País Valenciano ha perdido el liderazgo en la actividad ferial, cedida a Madrid y Barcelona como síntoma de la decadencia de su industria. El sector agroalimentario, salvo en flores y plantas con Iberflora, ha dejado de ser puntero cuando la Comunidad Valenciana fue pionera mundial de la agricultura intensiva y conquistó la iniciativa del desarrollo comercial agrario en los mercados exteriores. El Parque Tecnológico de Paterna murió, sin pena ni gloria. El proyecto inteligente de la década de los 90’ se frustró por la alta traición del Partido Popular, guiado por la caverna empresarial. La Generalitat Valenciana víctima de su déficit financiero crónico, sin posibilidad de recuperación ni capacidad política reivindicativa, arrastra la imposibilidad de desarrollar iniciativas de relanzamiento e inversión económica a medio y largo plazo. La consecuencia es la dependencia y el sucursalismo con respecto a la Administración central del Estado que frustra cualquier aspiración periférica. Sin autonomía económica no hay autonomía política.

Ser y poder

Ganará las elecciones autonómicas y locales en 2023 quien inspire mayor confianza en el electorado. El punto de partida es el descrédito de varios lustros de desgobierno y corrupción entre 1991-95 y 2015, que llevó al Partido Popular a perder los resortes de poder en la Comunidad Valenciana. La segunda secuencia está compuesta por dos legislaturas de gobiernos de signo progresista (Consell del Botànic I y II) con expectativas pendientes. No se puede enfocar la política moderna aplicando métodos timoratos y postulados anclados en el pasado. La ciudad de València superó los lastres heredados a partir del saneamiento de sus finanzas y mediante la gestión eficaz aplicada al modelo de ciudad que se quiere implantar. La Comunidad Valenciana, asfixiada por la incapacidad para normalizar la financiación, ve agravar su impotencia con los rigores que se derivan del estancamiento provocado por la crisis económica de 2008, el parón de la pandemia (2020- 2022) y las consecuencias de una economía de guerra. Con ramificaciones inflacionarias, brutal encarecimiento energético, crisis en la industria automovilística (incertidumbres en Ford - Volkswagen), empobrecimiento de las familias, restricción del consumo, nubarrones sobre la actividad turística intensiva, precariedad y temporalidad en el empleo y factores de inestabilidad en el mercado inmobiliario por el encarecimiento crediticio. Las elecciones las ganará quien enmiende los entuertos y proponga un proyecto solvente que sosiegue y convenza a los votantes. La política valenciana no se regenerará, como opción de futuro, mientras se mantenga supeditada a modelos ajenos a sus raíces. Vencerá quien aporte soluciones innovadoras a la medida.

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