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Éramos pobres, y apareció la COVID-19

Beatriz García Zornoza

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Si antes de la pandemia las diferencias entre ricos y pobres ya eran exorbitantes, dos años después de su irrupción en nuestras vidas, la Covid-19 ha llevado al siguiente nivel las desigualdades que día a día sufrimos la ciudadanía como consecuencia de los problemas estructurales de nuestra sociedad.   

El ser joven se contempla como una posibilidad más de exclusión, actualmente somos 1,4 millones de jóvenes en esta situación, 500 mil más que en 2018, llegando a cifras mucho más alarmantes que en los peores momentos de la crisis financiera.

Las personas jóvenes sufrimos las consecuencias de dos crisis económicas muy fuertes, justo en la fase más importante de nuestras vidas como es la incorporación al mercado laboral.  El hecho de que la edad sea un factor más de exclusión, en lugar de ser el comienzo de un proyecto futuro de gente muy preparada, debería tanto alarmar como obligar a la clase política a un profundo análisis de la realidad social y a la adopción de medidas urgentes para transformarla.

Muchas personas jóvenes en España se ven obligadas a vivir con sus padres y madres por la imposibilidad de independizarse aun teniendo trabajo. Según el informe “Las desigualdades matan” de Oxfam Intermón hay 616.000 hogares que no tienen ningún tipo de ingreso, condenándolos a la incapacidad de generar cualquier tipo de proyecto vital ni presente ni futuro.  

Mientras tanto, los ricos se siguen haciendo más ricos. Siguiendo el mismo informe de Oxfam, la desigualdad de ingresos resulta más determinante que la edad a la hora de estimar si alguien perderá la vida a causa de la COVID-19.

Un dato alarmante, que ha pasado completamente desapercibido en los debates políticos y mediáticos, es que desde 2018 la exclusión social ha aumentado considerablemente en los hogares en los que se encuentra al frente una mujer. La etnia sigue siendo un factor determinante de exclusión sobre todo entre la población gitana, lo que evidencia que las políticas de inclusión de personas migrantes y otros colectivos no han sido efectivas.

El escenario español que tenemos ante nuestros ojos es de una sociedad con importantes problemas estructurales, que no han hecho más que aumentar desde el inicio de la pandemia y que ha dejado a la vista la terrible situación de pobreza y exclusión social que millones de españoles y españolas viven cada día. Es inaceptable que en una democracia como la nuestra existan personas trabajadoras viviendo en la pobreza.

La clase política tiene la obligación de adaptar los servicios sociales a las necesidades de todas las personas, así como afrontar los retos globales tanto actuales como futuros sin dejar a nadie atrás.

Para más información sobre pobreza y exclusión en España consulte el informe FOESSA 2022.

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