Secar el Puerto, extraviar la Feria
“Deixant descabdellar la madeixa del cor i de la imaginació
sota el silenci evangèlic, plau pensar si la salvació
del desè (malalt llebròs) no salvaria els altres nou,
essent els deu, com cal pensar, bons amics i companys
en la terrible prova del mal immund“.
Martí Domínguez Barberà. “¿No eren deu?”. Algemesí,1960
El Puerto y la Feria de València, dos cajas de resonancia de la economía que fueron cardinales, han padecido el embate de las olas del temporal político-empresarial y el resultado está a la vista de todos, con el escarnio y la desnudez de la frustración permanente..
Tiempo perdido
El estériil cese, de última hora, del catedrático Aurelio Martínez en la cúspide presidencial de la Autoridad Portuaria de València marca un record en las decisiones que se toman tarde y mal. Ximo Puig lo nombró y ahora los destituye, después de ocho años de mandato y con la faena por hacer. ¿Cuánto tiempo hubiera resistido en puesto semejante en la empresa privada sin cumplir objetivos? Podría responder su principal valedor –no imparcial– Vicente Boluda Fos, presidente de la Asociación Valenciana de Empresarios (AVE). Ahora se comprueba –a pesar de los botafumeiros y escritos encomiásticos de encargo– que ocho años después de designar (en el mítico 2015) a quien no creía en el Puerto de València ni en su futuro, para que solucionara los problemas de la ampliación norte –la legendaria terminal– y catapultara su emplazamiento, sus instalaciones y sus recursos al éxito. Ni una cosa ni la otra y como colofón una despedida descafeinada para colocar a Joan Calabuig –político para todo– dos meses antes de las elecciones del próximo 28 de mayo. Fecha en la que sí se decidirá el porvenir del País Valenciano y de sus habitantes.
Democracia municipal
¿Por qué este cambio repentino después de varios años de que el Puerto de Valencia no saliera del embarrancamiento y la bronca entre socios políticos? También la discordia entre instituciones cardinales para los intereses de los ciudadanos: Nada menos que la Generalitat y el Ayuntamiento de la capital autonómica. ¿Merecía la pena enzarzarse en una discusión bizantina entre dos instituciones sagradas para los valencianos cuyo cometido a lo largo de los siglos ha sido procurar el bienestar y las más altas cotas de progreso a sus administrados? El pueblo valenciano ha sufrido innecesariamente las tarascadas y las bravatas –próximas a la chulería y al chantaje– entre la ciudad y su puerto. Este torneo es nuevo. Nunca, hasta ahora, en la historia conocida, el Puerto de València se ha enfrentado a la ciudad ni a su municipalidad. La democracia valenciana es municipal. Quienes conocen la historia del Regne de València, en su idiosincrasia, tienen presente que su funcionamiento se basó en principios democráticos y participativos, con gran peso de los municipios que sustentan sus cimientos. Las Corts eran de representación de brazos (militar, universitario, eclesiástico), y territorios. ¿A qué viene ahora convertir dos legislaturas –ocho años– en sendos torneos entre quienes tienen la obligación y la responsabilidad de entenderse y de encontrar soluciones?
Alarma electoral
La otra cara del conflicto entre socios de coaliciones la han descubierto los estrategas del PSOE, partido que, desde tiempo atrás, se ha situado en el bando de los menos, de la mano de Aurelio Martínez para enardecer a los más. Voluntades que han ido sumando apoyo ciudadano, acciones, asociaciones, colectivos, partidos, además de criterios profesionales y académicos. Las elecciones autonómicas y municipales están a la vuelta de la esquina. Los sagaces sabuesos que contabilizan los caladeros de votos perciben que el PSOE se ha alineado con los poderosos y con Puertos del Estado. Enfrente tiene a su coaligado Compromís que sólo con permanecer firme en sus convicciones y con escaso poder efectivo, consigue el creciente favor popular. En el Consejo de Administración de la APV el Ayuntamiento acorralado (Joan Ribó) ocupa un solo puesto igual que los ediles socialistas de Gandia y Sagunt. Nunca tan poco consiguió tanto a pesar de las malas artes.
El tren no pasa dos veces
Ximo Puig ha perdido una oportunidad preciosa mientras su partido, el PSOE, gobierna el el ejecutivo de Madrid y quien designa al presidente de la APV, encabeza el Consell de la Generalitat . Ocasión de difícil coincidencia para imponer su modelo portuario controlando el puesto de mando. No ha sido así. La ciudadanía percibe que el puerto que derribó las verjas separadoras del recinto con el PP, trata de hurtar a la ciudad y más grave a la conurbación portuaria el uso y disfrute de uno de sus valores y espacios con solera y futuro. ¿Que sería València sin el mar? ¿Quién pretende cerrar el acceso al recinto o ponerle precio sin considerar sus consecuencias? El Puerto de València, cuando mandaba el PP(2007) perdió la ventaja que le ofrecían sus dependencias en Sagunt para situar la ampliación norte que ahora complica su futuro por problemática. Se ha repetido el esquema de lo ocurrido con la implantación de la ZAL impulsada por su anterior presidente Rafael Aznar. ¿Quién ganó con aquello?. El origen de la ampliación perimetrada en la actualidad se decidió en la misma etapa presidencial y sirviendo a idénticos intereses.
Silencio portuario
El grupo de poder que influía en 2007 es el que sigue mandando ahora. La Comunidad Portuaria calla y acepta pero son conscientes desde cuando mantenían sus posiciones en la Asociación Naviera Valenciana de que no se puede ir contra la opinión pública cohesionada y argumentada a las bravas. Siempre es un mal negocio. Desde 2007 hasta 2013 se acabó, con manifiesta mala fe, el perímetro de la terminal cuestionada. Se hace lo que no se puede eliminar. Y se dejó hecho el mal que heredó el Pacte del Botànic. El que contravenía los argumentos cívicos del alcalde Joan Ribó. Se pidió desde el Ayuntamiento una negociación entre las partes implicadas, con audiencia de las entidades que representan a los afectados. La prepotencia y la cerrazón han impedido llegar a una solución que contemple la forma de evitar o reducir los inconvenientes que afectan al ecosistema y al territorio. Ocho años sin diálogo ni ampliación de un recinto portuario de indudable peso logístico y estratégico.
Sociedades públicas
La Feria de Muestras de València, institución municipal de 106 años de existencia, como IFA de Alicante, han acabado en anodinas sociedades anónimas cuyo único accionista es la Generalitat Valenciana. Algunos dirigentes empresariales ocurrentes –Eva Blasco dixit desde la presidencia provincial de la CEV– reclaman que han de ser de gestión privada. En Feria València se libró una batalla sin cuartel en torno al eterno dilema sobre lo público y lo privado. A pesar del empeño de su último expresidente efectivo, José Vicente González,ex CEV y Cierval, Feria València siempre fue pública. Ahora no hay duda a pesar del proceloso mar de las sociedades anónimas públicas. Si hubiera sido privada y con las vicisitudes que pasó (quiebras, Eres, despidos, irregularidades y cacicadas) más de uno podría haber acabado ante los tribunales sin capotazos que han evitado su responsabilidad dolosa.
1.100 millones en el debe
El último agujero en sus cuentas cubierto con dinero de los contribuyentes valencianos ha ascendido a 1.100 millones de euros. Endeudamiento en condiciones draconianas aprobado y avalado por la Generalitat Valenciana, en los períodos en que fue gobernada por el Partido Popular ( Zaplana, Olivas, Camps). Fue ese mismo partido, el PP de José María Aznar, el que en 2002 entregó las competencias en materia ferial a las comunidades autónomas y en este caso al Consell de la Comunidad Valenciana. Las ferias entonces eran tentadoras y políticamente atractivas. Se vieron inmersas en un conflicto patrimonial, en su gestión y en su indefinición política. Feria València nunca fue privada porque ningún empresario ni inversor privado arriesgó un euro en el proyecto. Un dictamen del Consell Jurídic de la C.V. (2014)., en ningún caso vinculante, se inclinó por que la Feria era privada, aunque se emitieron dos votos particulares – de los consejeros Federico Fernández Roldán y la juez María Luisa Mediavilla– que negaban la naturaleza privada y argumentaron su carácter público de acuerdo con los criterios del Banco de España y de varias sentencias judiciales emitidas al respecto.
Cesión
En 2017 se aprobó y firmó un protocolo de acuerdo entre las partes con la bendición del Institut Valencià de Finances(IVF de la Generalitat, que mantenía y respetaba la paternidad municipal en un consorcio entre Ayuntamiento de València (propiedad) y Generalitat Valenciana (competencias) que se repartían las responsabilidades y la gestión. Aquel acuerdo que había pasado por aprobación jurídica, Comité Ejecutivo y Patronato de la Institución, quedó en el olvido para arrogarse la Generalitat del Botànic el “rescate” de Feria València en virtud de créditos suicidas y avales emitidos por sus antecesores. La fórmula aplicada es la de cesión o mutación demanial del suelo y las instalaciones que ocupa Feria València–propiedad del Ayuntamiento- a la Generalitat por concesión hasta 2051 y para el uso exclusivo de la celebración de ferias y certámenes comerciales que tiene encomendada la entidad.
Sufre la sociedad
Las opiniones de los protagonistas nunca han sido escuchadas ni respetadas por los políticos ni por los dirigentes empresariales. Quienes han padecido durante más de 25 años el calvario de Feria València, herederos y colegas de otros que aún viven y contribuyeron a construir con su trabajo y esfuerzo la oferta ferial valenciana, todavía tienen voz. Recuerdan que Feria València es la historia de un fracaso de la sociedad valenciana. Uno más. Las ferias tienen origen y finalidad empresarial, tanto en su creación como en su destino. No es cierto que los cambios generados en la actividad económica hayan dejado obsoletas a estas instituciones. Madrid-Ifema y Fira Barcelona, junto con otras muchas ciudades–volvemos a la municipalidad– en Europa y en el mundo, han conseguido mantener y transformar su oferta ferial eficiente y rentable para las empresas que participan y para las ciudades e hinterland donde se celebran. Es un episodio más en la abdicación de las administraciones y de los dirigentes económico-empresariales en la tutela y en el impulso de las instituciones. El previsible declive sufrido siempre ha tenido como protagonistas a políticos de dudosa catadura (Zaplana, Camps, Barberá) y a empresarios empeñados en hacer política empresarial sin aportar ni responsabilizarse. Desconocen la política como servicio e ignoran casi todo sobre la empresa.
Herencia envenenada
Desde 2015 los gobiernos del Botànic recibieron una herencia endiablada. El debe supera con creces al haber. En la época del PP se pensó que el conglomerado de las Ferias podía resultar un excelente “negocio” con el marchamo del sector privado y la retropropulsión empresarial. Lo que quisieron todo para ellos, lo arruinaron y ahora no les ha quedado más remedio a las administraciones, autonómica y municipal, que rizar el rizo en forma de sociedad anónima de capital público e intervención privada. Nadie , excepto el subsecretario de la conselleria de Economia, Natxo Costa y la secretaria autonómica de la de Hacienda, Maria José Mira, sabe cómo puede llegar Feria València a buen puerto. Una entidad pública, con la complejidad de su marco normativo, difícilmente conseguirá atraer la confianza de las empresas privadas y es incapaz de llegar a ser una entidad dinamizadora de la economía. Para lograrlo ha de ser ágil, competitiva, resolutiva, adaptable a las circunstancias y versátil. Cualidades y aptitudes hasta ahora incompatibles con la administración pública. Imposible si los gestores que las han de lograr desconocen qué es una empresa e ignoran cómo funciona.
Pasividad empresarial
A modo de convidados de piedra han actuado durante estos años las entidades económico-empresariales( Cámara de Comercio, CEV) adalides de la iniciativa privada al amparo de la oficialidad y de las subvenciones. Desde luego sin que los empresarios implicados aporten más allá de exigencias e imposiciones. Difícilmente contribuirán a la recuperación de las ferias y de su institución que debería ser un consorcio coordinador, cuando en su historial cuentan con una larga serie de tropiezos e ineficiencias de funcionamiento y financiación: escándalos de malversación fraudulenta en la CEV con los cursos de formación, descalabros (quiebra) en Cierval (autonómica), Coepa (Alicante), CEC (Castellón), Fundesem y Cámara de Comercio de Alicante. Turbias caídas de presidentes, secretarios, gerentes, junto a la innecesaria adquisición de edificios para sedes que han acabado en alquiler o embargados (València y Alicante). El reto de Feria València es dual: ser y seguir siendo pública con la resistencia en la necesaria implicación de las empresas privadas en su faceta comercial. Los dirigentes empresariales desprecian lo público –salvo las subvenciones y convenios– sin capacidad de gestionar lo privado.
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