Una 'cremà' a fuego lento pone fin a las Fallas que aspiran a dejar atrás la pandemia

A las once de la noche el fuego comenzaba a trepar por la estructura de la falla del Ayuntamiento de València para hacerla desaparecer. Y con ella, se espera que se esfume también lo peor de la pandemia. La cremà de este sábado ha puesto punto final a las Fallas de 2022, las primeras sin más restricciones que el uso de mascarilla desde que el estado de alarma dejara la fiesta sin arrancar para anunciar el inicio de la emergencia sanitaria.

Tres años después de la última celebración, con el paréntesis de las fallas aplazadas a septiembre de 2021, las fiestas valencianas se han convertido en las primeras multitudinarias que se celebran en su calendario habitual. Con ellas se traslada una expectativa: que la vida regrese a la normalidad.

La lluvia que ha acompañado a toda la semana de actos falleros ha dificultado la quema de los monumentos, pero no ha generado incidentes. El mal tiempo, que sí ha obligado a posponer algunos disparos pirotécnicos, tampoco ha impedido el desarrollo de la ofrenda durante las dos jornadas ni la llegada de visitantes ávidos de observar el arte satírico en la capital.

La borrasca, protagonista de la semana, también lo ha sido de algunas esculturas, con el cambio climático como eje de la Falla municipal. Obra de Alejandro Santaeulalia y el artista urbano Dulk, llevaba por lema medioambiental la frase “Protegix allò que estimes” (protege lo que amas), con la imagen de una osa derretida por la acción humana sobre el planeta.

En el balance del alcalde de València, Joan Ribó, el edil ha destacado que las fiestas han supuesto “la vuelta a la normalidad” con la mascarilla como “único elemento limitativo”. “Han sido unas fiestas que han generado una gran ilusión”, ha expuesto, además de subrayar que “han devuelto la vitalidad” a los valencianos. No obstante, Ribó ha reseñado varios incidentes de gravedad: un joven fallecido durante una verbena en el Mercado Central, la vandalización de dos monumentos falleros y los excesos en algunas verbenas, denunciados por los vecinos.

El ritual que pone fin a la fiesta fue vigilado y atendido por un dispositivo reforzado de bomberos y por 1.400 trabajadores del servicio extraordinario de limpieza municipal que permitió que este domingo la ciudad regrese a su ritmo cotidiano.