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De “la transacción más grande del fútbol mundial” a la rebelión de la afición del Valencia CF contra el empresario que compró el club

La pancarta que encabezó la manifestación del pasado sábado 11 de diciembre a la que asistieron 15.000 aficionados.

Carlos Navarro Castelló

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Unos 15.000 seguidores del Valencia CF se manifestaron hace una semana en los aledaños del estadio de Mestalla contra el máximo accionista del club, Peter Lim, en una reacción popular nunca antes vista en los 102 años de historia de la entidad. La pancarta que encabezaba la manifestación, a la que asistieron figuras míticas del equipo como Santiago Cañizares, rezaba: “Per la dignititat del Valencia CF. Lim go home” (“Por la dignidad del Valencia CF. Lim, vete”).

Varios son los motivos que han desencadenado esta rebelión por parte de la gran mayoría de la masa social de la centenaria institución. La entidad valencianista, con los altibajos normales de un club de tan larga trayectoria, ha pasado de ser un referente internacional de prestigio, reconocido como mejor club del mundo por la Federación Internacional de Historia y Estadística en el año 2004, a una triste caricatura, principalmente por la gestión y por las salidas de tono de sus actuales dirigentes, designados por el propio Lim.

El comienzo de este declive empezó cuando en octubre de 2014 se cerró “la transacción más grande del fútbol mundial”. Así calificó el expresidente del club, Amadeo Salvo, la venta de la mayoría accionarial, en manos de la Fundación del Valencia CF, a Meriton Holdings, una de las empresas del magnate de Singapur Peter Lim. Salvo fue uno de los principales responsables de la operación de venta junto al entonces presidente de la Fundación, Aurelio Martínez, actual responsable del Puerto de València.

No obstante, la situación económica, sin llegar a la situación límite actual, ya era delicada en el momento de la venta de la mayoría accionarial, principalmente por la construcción de un nuevo estadio a partir de una recalificación urbanística en los terrenos de Mestalla que debía servir para sufragar el coste, pero que se dio de bruces con la crisis inmobiliaria. Esto hizo que no se pudiera vender la parcela que ocupa el actual terreno de juego del club, por lo que en 2009 se paralizaron las obras del nuevo coliseo, iniciadas dos años antes, tras una inversión de 150 millones de euros.

La falta de liquidez del club y la imposibilidad de la Fundación del Valencia de devolver el crédito que le concedió Bankia, para costear el paquete accionarial que obtuvo tras una ampliación de capital aprobada precisamente para obtener recursos, obligó a la entidad bancaria a ejecutar el aval de la Generalitat Valenciana, que se convirtió durante unos meses en máximo accionista del Valencia CF, en un contexto de crisis y recortes brutales.

Ante estas circunstancias, se optó por el mencionado proceso de venta de la mayoría accionarial de la Fundación como única fórmula para que la Generalitat Valenciana recuperara los primeros 4,8 millones abonados y se liberara de la obligación de pagar los 81 restantes. Un momento en el que, justo es decirlo, ningún empresario de la región se interesó por adquirir la mayoría accionarial.

Así pues, se abrió un proceso de venta en el que desde el primer momento, los máximos dirigentes del club y de la Fundación, Amadeo Salvo y Aurelio Martínez, abanderaron la oferta de Peter Lim como la más ventajosa entre las siete que se presentaron, en un proceso en el que la transparencia brilló por su ausencia y en el que los patronos de la Fundación, salvo dos excepciones, no opusieron prácticamente ninguna resistencia ni cuestionaron la venta al magnate de Singapur, que se aprobó en octubre de 2014.

Unos meses más tarde, el Valencia CF, ya con Lim como propietario, el Ayuntamiento de València y la Generalitat Valenciana firmaron la Actuación Territorial Estratégica (ATE) por la cual el club obtuvo mejores condiciones urbanísticas para finalizar toda la operación de traslado del estadio (finalizar el nuevo coliseo y urbanizar en los terrenos del antiguo) con unos plazos estipulados que ya se han incumplido.

Ninguna de las principales promesas realizadas por Salvo y Martínez con respecto a la oferta de compra de Meriton se ha acabado cumpliendo. De hecho, en el plano deportivo la plantilla se ha debilitado cada temporada, especialmente desde la salida del técnico Marcelino y del director general Mateu Alemany, contratados por Lim y paradójicamente despedidos dos años después, tras clasificar al equipo dos temporadas para la Champions y ganar la Copa, en un momento en el que el club volvía a revolarizarse. El desmantelamiento de este proyecto fue el punto de inflexión definitivo de la ruptura entre la afición y el máximo accionista, ya que desde entonces la gestión deportiva se ha instalado en la más absoluta mediocridad.

En el plano económico, el accionista mayoritario se ha visto obligado a aprobar dos ampliaciones de capital para evitar la causa de disolución tras perder 134 millones en sus siete años de gestión, pese a haber movido casi 1.000 millones de euros en fichajes, mientras en el plano social, ha expulsado a la Agrupación de Peñas de su sede de Mestalla, mantiene las redes sociales del club cerradas a la interacción con los aficionados y se ha vetado y denunciado a periodistas críticos con su gestión.

A esto se suma que en la junta de accionistas del pasado 16 de diciembre la dirección del club subió de 9 a 3.598 el mínimo de acciones para poder acudir, lo que redujo la asistencia a 10 accionistas y amenazó con denunciar a quien difundiera el contenido de la reunión.

Por no hablar de las formas del presidente del club, Anil Murthy, cuando desde el palco mandó callar a la grada de Mestalla por manifestar su descontento o cuando acudió a la reunión con el presidente del Gobierno valenciano, Ximo Puig, para solicitarle una prórroga en los plazos para finalizar el nuevo estadio sin presentar ninguna garantía que justificara esa moratoria. Esta actitud provocó el enfado del jefe del Consell, quien afirmó que la credibilidad de Meriton estaba “bajo mínimos”, a lo que Murthy respondió con críticas hacia su gestión de la pandemia.

Ahora, Murthy ha solicitaro una nueva reunión con Puig, supuestamente para presentarle el acuerdo con el fondo de inversión CVC, que según informó en la junta de accionistas, reportará a la entidad 120 millones de euros, de los que dedicará 80 a finalizar el nuevo estadio, cuyas obras podrían reiniciarse en septiembre del año que viene.

La finalización del coliseo se ha convertido en un auténtico quebradero de cabeza para los diferentes responsables políticos, por la triste imagen que da el enorme esqueleto de cemento abandonado durante 12 años, ubicado en una de las principales entradas a la ciudad. Por este motivo, tanto la Generalitat Valenciana como el Ayuntamiento se han implicado en la búsqueda de soluciones para resolver este entuerto urbanístico que afecta al conjunto de la ciudad. Recientemente, el Gobierno valenciano dio un último plazo de 90 días al club para que presentara los avales necesarios para reiniciar las obras si quería mantener las ventajas urbanísticas de la ATE.

Todo este caldo de cultivo ha hecho estallar a la masa social del club que acudió de forma multitudinaria a la manifestación convocada por la asociación Libertad Valencia, que trata de aglutinar el 5% del accionariado para fiscalizar la gestión de Meriton y de recuperar el paquete de acciones de Lim para democratizar el club. La afición visibilizó así que no resigna a la situación más delicada que atraviesa en sus 102 años de historia y de paso lanzó un SOS a las instituciones, que de momento, como verbalizó el propio Puig, no son partidarias de intervenir.

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