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La COVID-19 no se olvida: un estudio de la Universidad del País Vasco analiza el impacto del estado de alarma en la memoria

Un anciano, con mascarilla y solo, descansa en un parque durante la pandemia de COVID-19

Maialen Ferreira

Bilbao —

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El atentado del 11 de marzo o el asesinato de J. F. Kennedy son acontecimientos que quedaron grabados en la mente de los ciudadanos y, recientemente, las investigadoras de la Universidad del País Vasco (EHU) Alaitz Aizpurua y Malen Migueles han concluido que la declaración del estado de alarma por la COVID-19 se sitúa entre esos acontecimientos grabados en la memoria. “En el ámbito de la psicología, este tipo de eventos de gran carga emocional que retenemos con mucho detalle y seguridad se conocen como memorias flash, destello o relámpago. Históricamente, se han catalogado así sucesos con gran impacto social como el atentando del 11M o el asesinato de John F. Kennedy. Y, recientemente, nosotras hemos concluido que el anuncio del estado de alarma por COVID-19 también cumple las características de este tipo de recuerdo”, reconocen las investigadoras.

Aizpurua y Migueles, ambas doctoras en Psicología, han llegado a esta conclusión después de haber analizado las respuestas que dieron 112 personas a un cuestionario diseñado ellas. El formulario online, al que los participantes contestaron pasado un mes desde la orden de confinamiento, incluía preguntas sobre la fecha del anuncio, qué tiempo hacía cuando conocieron la noticia, qué ropa vestían, qué estaban haciendo, etcétera. A su vez, los encuestadao debían indicar la confianza que tenían en la exactitud de lo que estaban diciendo.

“Recordaron muchos detalles del acontecimiento y mostraron mucha seguridad en lo que habían retenido. Que respondieran con certeza no significa que los recuerdos se ajustasen a la realidad. La veracidad es algo que no podemos comprobar, pero tampoco es un factor determinante para valorar si un evento ha generado un gran impacto en la mente o si es una memoria relámpago. Lo que caracteriza a las memorias flash es que los niveles de especificidad y de confianza que otorga el o la participante sean altos. En este caso, así lo eran. Por lo tanto, se puede considerar que la declaración del estado de alarma por COVID-19 es una memoria flash”, explican Aizpurua y Migueles.

Esta conclusión ha servido para contribuir al debate existente a nivel científico sobre si es necesario que un evento suceda inesperadamente para que su impacto dé lugar a una memoria destello. Lo más habitual es que se emplee este término para denominar sucesos repentinos, pero existen estudios que demuestran lo contrario. El trabajo de la Universidad del País Vasco (EHU), bajo el título, Flashbulb memories for the declaration of the COVID‑19 alarm state: Age‑related differences, engrosa la lista de investigaciones que evidencian que el factor sorpresa no es indispensable para generar memorias relámpago. “Aunque el 52% de los encuestados opinaron que la declaración del estado de alarma por COVID-19 había sido predecible y lógica, los resultados mostraron que el evento sí que había generado en los participantes recuerdos muy precisos, acompañados de una gran seguridad o confianza”, sostienen las investigadoras.

Otra de las cuestiones que aborda el estudio es la diferencia del impacto en la memoria según la edad de las personas dividiendo a los encuestados en tres grupos: jóvenes (19-29), mediana edad (30-54) y mayores (55-78). En este sentido, han concluido que los jóvenes son los que aportaron más detalles sobre el momento de la declaración del estado de alarma, mientras que los mayores, pese a lo que estaba ocurriendo, cuando se enteraron del estado de alarma se mostraron “más positivos”.

Sobre el hecho de que los jóvenes tuvieran más presente el estado de alarma o aportaran más detalles sobre ello, para las investigadoras, ha sido algo esperable. “Esto era algo esperable, porque así lo indican también los trabajos previos. Las personas mayores suelen ser menos específicas que las jóvenes. Sin embargo, nuestro estudio aporta información novedosa sobre las personas de mediana edad, que hasta ahora generalmente han sido las grandes olvidadas en las investigaciones en nuestro ámbito. Es decir, se han analizado las diferencias entre los extremos y, por lo tanto, apenas hay datos sobre la etapa de los 30-54 años. Nuestro estudio revela que, en ese rango de edad, el nivel de detalle de los recuerdos se asemeja más al de las personas mayores que al de las jóvenes”, reconocen.

Mientras que la positividad en las personas mayores, que formaban parte del colectivo de personas a las que más les afectaba la enfermedad, les ha hecho llegar a la conclusión de que el ser humano es más positivo a medida que envejece. “Preguntamos a los participantes de la encuesta cómo se sintieron en el momento de enterarse de la noticia y las respuestas menos negativas fueron las de las personas mayores (de entre 55 y 78 años). Diversos estudios señalan que el ser humano tiende a ser más positivo a medida que envejece. Nosotras hemos comprobado que esa tendencia se mantuvo incluso en época de COVID-19. Confirma la idea de que las personas mayores tienen más mecanismos de control cognitivo para suprimir estímulos negativos y así mejorar su regulación emocional. Y en eso, tenemos mucho que aprender”, concluyen.

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