Opinión: Guerra a los guarros; educar, sí... sancionar, también
Coincidiendo con el aniversario de la muerte del ex alcalde Tierno Galván, recuperábamos en Somos Malasaña una frase que pronunció el 'viejo profesor' durante las fiestas de Malasaña de 1979: “Aquí no se va a tirar ninguna casa más ni se va a proseguir con los expedientes de ruina. Pero os voy a pedir un favor: no me tiréis papeles al suelo y reprended a los que lo hagan”. Veintisiete años después, la parte de aquella sentencia en la que habla de la suciedad sigue teniendo sentido. Han pasado casi tres décadas y poco se ha avanzado en cuidado de la ciudad por parte de quienes la habitan; ¡ojalá fuera sólo cuestión de papeles en el suelo!
En Madrid, muchos ciudadanos siguen ensuciando las calles de todas las formas imaginables y hacerlo les sale barato, prácticamente gratis si nos fijamos en las pocas sanciones económicas que se ponen al año castigando su nulo civismo. Hablamos de cacas de perro sin recoger, de bolsas de basuras sacadas a destiempo y colocadas en los alcorques de los árboles, de trastos abandonados en cualquier acera, del mal uso que se les da a las islas de reciclaje, de los restos de botellones y de un ocio nocturno mal practicado, de desperdicios esparcidos en torno a los cubos de basura por algunos de quienes rebuscan entre lo que les sobra a los demás y, por supuesto, de los insufribles ríos de orines.
Educar, sí; sancionar, también
Educar, sí; sancionar, también
La alcaldesa Manuela Carmena, consciente de un problema que en Malasaña se multiplica por mucho con los miles de personas que habitualmente nos visitan y que colaboran con los 'guarros' locales a la hora de dejarlo todo hecho una porquería, siempre ha dicho que la solución a estos comportamientos pasa por educar y concienciar al ciudadano de lo que no debe hacer. Sin embargo, esperar a que las necesarias campañas de educación sean efectivas nos aboca a soportar de nuevo un largo período viviendo entre inmundicias varias y pedimos que, paralelamente, se empiece a multar a base de bien.
Sobre el papel, escupir, tirar chicles o colillas, o satisfacer sus necesidades fisiológicas en la calle se considera falta grave y conlleva una multa de entre 750 euros y 1500 euros; no recoger los excrementos de las mascotas está sancionado por la misma horquilla económica de castigo, con penalización extra por reincidencia; abandonar basura y trastos en la vía pública o en torno a las islas de reciclaje se pena con 750 euros. Que así sea, pero de verdad.
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