Madrid homenajea al Maestro Rodrigo en su 120 aniversario
En el distrito de Tetuán apenas hay placas de vecinos ilustres (pensamos que no porque no los haya habido, de toda condición social), y una de las pocas que figuran sobre nuestras fachadas es la del músico Joaquín Rodrigo, colocada en 1990 en la que fue su casa en el número 11 de la calle San Germán. Existen en Tetuán otros homenajes a la memoria del compositor del Concierto de Aranjuez, como el nombre del auditorio del Centro Cultural Eduardo Úrculo (que tomó la denominación en 2011, centenario de su nacimiento).
En el número 11 de la calle, donde el músico se mudó para vivir con su familia en 1975, se sitúa hoy la Fundación Victoria y Joaquín Rodrigo, constituida justo después de su muerte, en 1999. Su función es preservar su fondo documental, así como la memoria del músico universal a través de su legado guardado durante años por su esposa, la pianista turca Victoria Kamhi.
En los años en los que Rodrigo se muda a Tetuán, aún mantiene una actividad profesional intensa, con viajes a lo largo de todo el mundo, estrenos y reconocimientos internacionales. Así lo atestigua la placa del Ayuntamiento que, rara avis, dice Aquí vive y trabaja, en presente, pues se colocó antes de su deceso.
Ahora, con motivo del 120 aniversario de su nacimiento, el distrito de Tetuán le homenajea con una exposición en el Úrculo titulada El niño que soñó con la música, que se inaugura el 5 de noviembre, con fondos, por supuesto, provenientes de la fundación.
El domingo 21 de noviembre la Orquesta Filarmonía, que tiene su residencia en el centro cultural de la Plaza Donoso, interpretará un concierto homenaje en el auditorio que, como dijimos, lleva su nombre.
Joaquín Rodrigo nació en Sagunto (Valencia) en 1901, un 22 de noviembre, día de Santa Cecilia (patrona de la música). Miembro de una familia numerosa, quedó ciego con solo tres años a consecuencia de la difteria, razón por la cual se trasladaron a Valencia: para que él pudiera asistir a un colegio especial para ciegos. La música le atrapó, mostrando pronto unas excelentes condiciones como pianista y compositor.
En 1927 se mudó a París, como antes habían hecho los Falla, Albéniz y Turina, convirtiéndose en alumno de Paul Dukas. Allí también conoció a Victoria Kamhi, que se convirtió para siempre en compañera, tanto en la vida como en la música.
La pareja volvió a España en 1939, recién acabada la guerra, con una partitura para guitarra y orquesta que sería su pase a la posteridad: el Concierto de Aranjuez, que se estrenó solo un año después en el Palau de la Música Catalana de Barcelona. Los siguientes fueron ya todos años de trabajo y reconocimiento.
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