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La bisexualidad crece con fuerza entre las mujeres jóvenes en España, mientras se mantiene estable en hombres y generaciones mayores. Los datos del CIS revelan un cambio sin precedentes cuyo origen —cultural, identitario o social— aún necesita explicación
Una manifestación del Orgullo Crítico en Madrid. (Archivo) Álvaro Minguito
11 de diciembre de 202506:01 h
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A principios de año el Centro de Investigaciones Sociológicas hizo públicos los datos de una encuesta de gran interés. Se trata del estudio 3501 sobre “relaciones sexuales y de pareja”. Se trata de un estudio muy relevante porque incluye preguntas de gran importancia para la vida, pero que suelen hacerse muy poco a menudo en las encuestas por ser delicadas, como la orientación sexual, el número de parejas que se han tenido o la percepción de la infidelidad.
Uno de los resultados que llama más la atención de este estudio es el porcentaje de personas jóvenes que se identifican como bisexuales (gráfico 1). Entre las personas de 40 años o más, apenas un 3% se ubican en esa categoría. En cambio, entre las cohortes más jóvenes, cuanto menor es la edad, mayor es la proporción de personas con esta orientación. De hecho, 1 de cada 5 personas de 25 años o menos se autodefine como bisexual.
Gráfico 1. Porcentaje de personas que se autodefinen como bisexuales, por grupo de edad
El gráfico anterior, no obstante, oculta un aspecto clave. La relación entre juventud y orientación bisexual se debe casi exclusivamente a las mujeres (gráfico 2). De 40 años para abajo, el porcentaje de mujeres con esta orientación es mayor cuanto menor es la edad, e incluye a 4 de cada 10 mujeres entre las que tienen entre 18 y 21 años. Entre los hombres, en cambio, la proporción aumenta solo muy ligeramente, y no supera el 6 de cada 100 entre los más jóvenes. Es importante identificar que esta divergencia entre grupos de género desaparece entre las personas de mediana edad y mayores. Entre las personas que superan los 40, el porcentaje que se define como bisexual es pequeño en ambos grupos –no más del 4%--, y es bastante estable en relación con la edad.
Gráfico 2. Porcentaje de mujeres y de hombres que se autodefine como bisexuales, por grupo de edad.
Esta tendencia tan marcada en la identificación como bisexual no tiene un reflejo paralelo en la identificación como gay o lesbiana (gráfico 3). La proporción que se considera homosexual no es mayor entre los más jóvenes y, lo más crucial, no es mayor entre mujeres. De hecho, observamos que, para todos los grupos de edad, la proporción de hombres que se autoidentifican como gays es mayor que la de mujeres lesbianas. Asimismo, se puede observar que el porcentaje de personas que se identifican como gay o lesbiana es bastante limitado, no alcanza el 5% entre mujeres ni el 10% entre hombres.
Gráfico 3. Proporción de hombres y mujeres que se identifican como gay/lesbiana, por grupo de edad.
El aumento tan fuerte y rápido entre las mujeres más jóvenes que se consideran bisexuales –sin cambio concomitante en la identificación como lesbiana- plantea preguntas muy relevantes, tanto sobre el origen de este cambio como a la hora de estudiar las consecuencias que puede tener para los vínculos sexoafectivos. Resolver estas preguntas con suficiente solvencia desborda con mucho el propósito de este artículo. En lo que resta me limitaré a enunciar una lista ni exhaustiva ni mutuamente excluyente de posibles explicaciones a este patrón empírico tan llamativo y aprovecharé también para explorar de manera muy preliminar una de estas explicaciones.
Un primer tipo de explicaciones pueden ser aquellas que ponen el foco no tanto en cambios en la orientación sexual de fondo sino en cómo esas preferencias se manifiestan en categorías identitarias. Podría ser, por ejemplo, que la orientación bisexual sea similar entre cohortes de edad, pero que solo las más jóvenes reflejen esa preferencia en términos identitarios. Esto, a su vez, podría ser porque identificarse como bisexual les resulta más aceptable socialmente que a las mujeres más mayores o porque han tenido más libertad para explorar y tener experiencias sexuales más diversas y eso cambia su autopercepción. También podría ocurrir que la categoría bisexual sea más aceptable socialmente que la de lesbiana y que, por tanto, actúe como categoríarefugio para mujeres que en realidad se sienten mucho más atraídas por mujeres que por hombres. Ahora bien, eso podría ayudar a explicar el patrón del gráfico 2 solo si la percepción de bisexualidad como categoría refugio ocurre únicamente entre mujeres menores de 40 años.
Una segunda familia de explicaciones sería aquella que plantea que la orientación sexual de las mujeres más jóvenes es realmente distinta de las de mediana edad y mayores. Sobre esto pueden plantearse multitud de posibles argumentos. Aquí solo abordaré –y de manera superficial- uno de estos posibles argumentos. Este hipotetiza que el mejor desempeño educativo de las mujeres jóvenes en comparación con sus coetáneos varones, unido a la hipergamia en la selección de pareja, puede estar contribuyendo a un cambio de fondo en las preferencias sexuales. Así, mujeres que alcanzan un nivel educativo alto en mayor proporción que los varones y que prefieren emparejarse con personas de nivel sociocultural elevado encuentran muchas más mujeres “interesantes”.
¿En qué medida es esta hipótesis compatible con los datos mostrados anteriormente? La hipergamia en las mujeres -la preferencia por parejas de nivel socioeconómico alto- no es un fenómeno nuevo. Está documentado desde hace décadas[1]. Lo que es novedoso es la reversión en la brecha educativa de género. Si hace no tanto los hombres alcanzaban niveles educativos formales superiores a las mujeres, ahora ocurre lo contrario: Entre las cohortes más jóvenes, las mujeres superan a los hombres en resultados educativos y son mayoría en los estudios superiores.
Si la hipergamia en las mujeres se mantiene en un contexto en que ellas obtienen un mayor éxito educativo y cultural que los hombres, eso crea un problema de oferta de hombres atractivos, es decir, de hombres percibidos como buenos candidatos con los que formar pareja. En paralelo aumenta la proporción de mujeres con nivel educativo alto y plena autonomía económica. Una posible consecuencia de todo ello sería un cambio en la orientación sexual de las mujeres, con un menor interés por los hombres y una mayor disposición a formar parejas con otras mujeres.
Si esta hipótesis fuese cierta, deberíamos observar que la propensión a identificarse como bisexual es mayor entre mujeres con estudios superiores y/o de clases acomodadas, ya que sería este perfil de mujer el que tendría más dificultades para encontrar hombres de nivel socioeducativo igual o superior. Como evaluación preliminar de esta predicción empírica, los gráficos siguientes examinan si tener estudios superiores o declararse de clase media-alta o alta influye en la identificación como bisexual (gráficos 4 y 5).
Gráfico 4. Porcentaje de mujeres que se autodefine como bisexuales, en función de si tiene estudios superiores o no.
Gráfico 5. Porcentaje de mujeres que se autodefine como bisexuales, en función de si se consideran de clase alta o no.
Ambos gráficos muestran que no existe relación entre el nivel de estudios o la clase social subjetiva de las mujeres y su probabilidad de clasificarse como bisexuales. La variable clave sigue siendo la edad, pero entre mujeres jóvenes no hay diferencias entre aquellas con estudios superiores o sin ellos, ni tampoco en función de la clase social subjetiva. La asociación entre juventud y orientación sexual parece ser, pues, un fenómeno transversal.
Este análisis, en todo caso, es muy preliminar y no hace justicia a la importancia del fenómeno empírico que emerge del estudio del CIS. Futuras entradas en Piedras de Papel y trabajos científicos abordarán esta cuestión con mayor profundidad y, espero, con datos comparados entre países. En todo caso, permanezcan atentas/os porque se trata de un fenómeno fascinante y sin precedentes.
[1] Una referencia académica relevante es Lichter et al. (2020). “Mismatches in the Marriage Market”, Journal of Marriage and Family. https://doi.org/10.1111/jomf.12603
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