Viva Franco, Visca Franco
Las algaradas a las puertas de la sede del PSOE en Madrid se han sucedido en protesta por el acuerdo de investidura con ERC, contra la amnistía, contra Pedro Sánchez, pero, sobre todas las cosas, impugnando la mera posibilidad de que haya gobierno. Entre las voces, algunas preocupantes, y vivas a Franco.
En ausencia de mayor locuacidad por parte socialista, las voces contrarias a un acuerdo de investidura arrecian, aunque quizá esa sea la estrategia: dejar que se retraten ellos, y bien que lo están haciendo. En las algaradas está saliendo a relucir lo más granado de las derechas; entre los alborotos se sitúan igualmente los insurrectos del CGPJ y los demás miembros del brazo judicial del PP y, desde luego, la derecha mediática comprometida. La algarada está cargada de mentiras orquestadas, todo con el propósito de crear la gran confusión, quizá para intimidar, también para mostrar que si no hay gobierno, la campaña electoral venidera de la derecha radical está hecha. Una advertencia a los demócratas para tener en cuenta.
Y no se están ahorrando esfuerzos incluso callejeros con la agria dirección de un Aznar cada día más radical. Apreteu grita en su intimidad. Van desde llamar a una rebelión sin especificar, a proponer a Emiliano García Page, el más bizcochable, que lidere la revuelta socialista del 11,93% de los militantes que se han expresado en contra del acuerdo de gobierno; se entiende que el apretón a García Page es para que gobiernen ellos porque no hay noticias ni propuestas para Catalunya. El PP se destapa incluso ofreciendo precio público por la insurrección.
La amnistía, incluso sin saberla, está creando zozobra, activismo, desasosiego y dudas entre muchos demócratas
Ciertamente, aún no lo sabemos todo sobre la amnistía y, en general, poco de las contrapartidas de unos y otros en la negociación, pero sí sabemos cuál es la alternativa. En esa confusión que va desde negar la amnistía, confundir con indultos, generales o no, o mentar el desmoronamiento del Estado de Derecho, que nunca se desmoronó desde la primera amnistía en los treinta del siglo XIX –ni siquiera quebró el régimen con la amnistía de Franco–, participan activamente miembros muy destacados de la nobleza de Estado, olvidando todo mecanismo jurídico y proceder institucional. Parece como si las duras oposiciones los hubieran dejado en meros opositores eternos sin otro acceso al raciocinio jurídico y, mucho menos, al principio de favor libertatis.
La amnistía, incluso sin saberla, está creando zozobra, activismo, desasosiego y dudas entre muchos demócratas, pero también la alternativa y la incertidumbre de qué pasará después, si habrá merecido la pena. También se escuchan voces razonables en contra de la amnistía que merecen ser oídas y, desde luego, obtener explicaciones de presente y futuro que reconforten.
El protagonista inesperado, Carles Puigdemont, cada día más derrotado desde los últimos comicios catalanes, ha encontrado el perfil que le permita sobrevivir políticamente, pero, sobre todo, personalmente. En algunos mentideros de la derecha se comenta que el líder de la derecha independentista catalana ha prometido a los suyos que Sánchez “meará sangre” y que no dejará atrás ningún soldado en la amnistía.
Las confesadas conversaciones entre el PP y Junts fueron auspiciadas por esa burguesía que afirmó que prefería una dictadura a la revolución
Lo curioso es que lo dice uno que dejó atrás e incluso en la cárcel a muchos oficiales y salió corriendo. No es tradición del catalanismo burgués quedarse para responder de sus acciones políticas; la historia, desde la Lliga, así lo acredita. Y en cuanto a los soldados, quedarán muchos abandonados, más los rasos, el catalanismo burgués siempre ha peinado para los dos lados. Nunca se ha sabido a ciencia cierta quiénes son esos soldados... Por eso no tuvieron empacho en conceder la Creu de Sant Jordi a un capitán de la Legión como José Manuel Lara Hernández.
Las confesadas conversaciones entre el PP y Junts, en un ambiente propicio entre las derechas españolas y catalana, fueron auspiciadas por esa burguesía, esa que afirmó que prefería una dictadura a la revolución y lo practicó y que es lógico que viera más natural un pacto con la derecha española, como siempre.
Un antepasado de ellos, el alcalde de Barcelona José María de Porcioles, peinó rápido para el franquismo. Sus apologetas afirman que en su dilatada alianza y servicio le sacó mucho a Franco y le dio disgustos, pero sangre, sangre, no creo que meara el caudillo golpista. Visca Franco, sin despeinarse.
La pregunta es si tanto sacrificio emocional y ético conducirá como recompensa a una España distinta
Sin alternativas, la gente digiere mal la amnistía aunque comprende en su mayoría la génesis tóxica de todo el proceso, el activismo patriótico de jueces y policías, más allá de toda solución política a un conflicto que lo es. Las intenciones de la propia amnistía parecen loables, el entendimiento, el diálogo… La pregunta es si tanto sacrificio emocional y ético conducirá como recompensa a una España distinta, entre otras cosas que no se parezca en nada a la insurrección y corrupción institucional propiciada por el sector más ultraderechista del PP.
La pregunta es también si para ese empeño se puede contar con ese catalanismo burgués, organizado en partidos o agazapado en los consejos de administración, puente aéreo y organizaciones del poder económico y financiero. Quizá alguna vez, esa sería la noticia más esperanzadora, que dejaran de hablar de lo suyo y hablaran más de lo de todos.
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