De zamburiñas y los aranceles de Estados Unidos

Este pasado fin de semana, caminando por las calles de Portland, Oregon, junto con dos amigas, encontré una pequeña tienda de especialidades culinarias. La parte delantera del comercio la formaban un surtido de utensilios hechos de sal rosa del himalaya y chocolates de rosas y flores silvestres. A sabiendas, ignoré todo esto y me dirigí a la parte de atrás de la tienda, en busca de lo que a mí me interesaba: las latas.

Detrás de los más afamados productos italianos, en las baldas de abajo de la estantería más remota de la tienda, ahí estaban: anchoas del cantábrico, bonito del norte, aceitunas rellenas de anchoas, mejillones en escabeche y berberechos al natural me recibieron, todos muy bien alineados.

A 9 dólares americanos la lata de sardinas en salsa de tomate, ni caro me pareció. Con como está en cambio, dentro de poco cuestan lo mismo en el Mercadona. Un módico precio por un trocito de mi país en la lejanía del exilio voluntario.

Estos precios seguramente aumentarán dentro de poco debido a los aranceles del 15% que los productos europeos tendrán que pagar para entrar en Estados Unidos, según un acuerdo firmado por la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen y el presidente estadounidense Donald Trump.

La cara de circunstancia de von der Leyen en la rueda de prensa ya nos dice que el acuerdo, bueno no es.

A raíz de esto, ya han salido los empresarios sevillanos a decir que se podrían perder de ganar 140 millones de euros. Esto me dejó un poco patidifusa, pensando de dónde habría salido tan exacta cifra, hasta que googleé “15 por ciento de 932” (los millones de euros que las empresas sevillanas exportaron a Estados Unidos en 2024) y voilá, ahí estaba un 140 como una casa de grande. La sofisticación de los empresarios sevillanos a la par de la de Trump, que dicen las malas lenguas, calculó sus aranceles con la ayuda de Chat GPT.

Quienes van a pagar el pato de los arancelitos vamos a ser los españoles emigrados. ¿Tú te crees que alguien que no sea español se va a tirar al suelo de lo más atrás de una tienda de alimentación de Portland, Oregon, para comprarse una lata de zamburiñas en salsa de vieiras por 9 dólares? Obviamente no

El presidente de la Confederación de Empresarios Sevillanos, Miguel Rus, no se debe haber enterado de algo que aquí en Estados Unidos nos llevan martilleando desde hace ya casi un año: los que vamos a pagar los aranceles somos los consumidores estadounidenses. ¿Que por qué? Porque los empresarios no se “comen” ese sobrecoste, como dice el señor Rus, sino que suben el precio y se lo pasan a… (redoble de tambores)... el consumidor. Esto no lo digo yo, sino macroeconomistas muy, muy listos.

Y voy un paso más allá: quienes van a pagar el pato de los arancelitos vamos a ser los españoles emigrados. ¿Tú te crees que alguien que no sea español se va a tirar al suelo de lo más atrás de una tienda de alimentación de Portland, Oregon, para comprarse una lata de zamburiñas en salsa de vieiras por 9 dólares? Obviamente no.

Seguidamente, me dispongo a googlear “cuánto es el 15 por ciento de 9 dólares”. La respuesta: 1 dólar con 35 centavos. Si le sumamos 9, en total la próxima lata de zamburiñas en salsa de vieiras me va a costar $10.35. Hay que aguantarse, qué le vamos a hacer. (Esto de la macroeconomía es muy muy cansado).

Al día siguiente, junto a un idílico río de aguas cristalinas en el bosque de Tillamook a unos 100 kilómetros de Portland, mis dos amigas americanas y yo almorzábamos zamburiñas en salsa de vieira y chorizo de Los Palacios con pan de panadería francesa. También, para que veáis que soy buena gente, les hice un gazpacho y lo llevé en una neverita.

Mis amigas, no muy convencidas con las zamburiñas, me miraban y me preguntaban “¿Hay algo que no comas?” Y yo, por dentro, pensé: “nada, hasta los aranceles me los voy a tragar”.