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En Abierto es un espacio para voces universitarias, políticas, asociativas, ciudadanas, cooperativas... Un espacio para el debate, para la argumentación y para la reflexión. Porque en tiempos de cambios es necesario estar atento y escuchar. Y lo queremos hacer con el “micrófono” en abierto.

Angustia

Imagen de archivo de un aula. EFE/EPA/FILIP SINGER

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Empieza el curso escolar y en las familias son días de nervios y preparativos. En algunos hogares, en los que hay niños y niñas con necesidades educativas específicas además, son días que se viven con angustia: se adaptará bien mi niño a las rutinas escolares, irá mi hija contenta al cole, la entenderán cuando habla… En mi caso, me preocupan dos cosas: si podrá subir sin caerse las enormes escaleras -a mí como madre me lo parecen-  que llevan a su clase y, sobre todo, si sus amigas seguirán siéndolo, si Livia seguirá sintiéndose integrada, si jugará en clase como lo que es, una más.

Hasta ahora, mi experiencia en la escuela pública, a pesar de la falta de personal y medios, ha sido positiva. En el cole solo hemos dado con buenos profesionales que la han cuidado y querido como lo que es, una niña de infantil con ganas de aprender. Y que han suplido con su entrega las carencias del sistema.

Pero este curso es diferente porque empezamos una nueva etapa: Primaria. Lo que para muchos niños y niñas no es más que un cambio de ciclo ilusionante a mí me hace sonar todas las alarmas. Porque el juego irá dejando paso a un trabajo que requiere mayor concentración y mayores competencias y cada vez le resultará más difícil seguir el ritmo. Porque a esas edades, los dos meses de verano los hacen madurar y no sé si sus compañeros la encontrarán aburrida para jugar o la entenderán cuando habla. Y lo peor, porque si esto último pasa, ella lo sabrá. Y lo sufrirá. Y nosotros, con ella.

Es cierto que el apoyo personal y material no va a suplir todos y cada uno de esos obstáculos. Pero yo no estaría escribiendo estas líneas si viviéramos en una sociedad con una política decidida de inclusión, en la que se apostara porque los niños y niñas con capacidades especiales tuvieran todo el apoyo que necesitan. Empezando por monitores y monitoras que los ayuden a realizar las tareas más básicas: ir al baño, subir las escaleras, abrir la botella de agua para beber o sacar el bocadillo. Y profesorado de apoyo en el aula para que les expliquen lo que no entiendan, para que les enseñen a leer, sumar y restar y todo lo que sean capaces de aprender. Para que desarrollen al máximo su potencial, porque lo tienen y merecen alcanzarlo, como todos, como todas.

Tendré que ir a Delegación a solicitar más apoyos con esa sensación odiosa de que tengo que pedir disculpas porque mi hija necesita más que el resto. Porque parece que es culpa suya. O mía.

La indignación que siento con el Señor Imbroda y su Gobierno es tanta que no sabría por dónde empezar. Porque en vez de estar preocupada únicamente por aquello que es inevitable, tengo que estarlo por las horas que tendrá de atención por parte de los profesionales de audición y lenguaje o de pedagogía terapéutica. Porque no sé si seguirá contando con apoyo para ir al baño o bajar y subir las escaleras. Porque he asumido que la educación pública no le proporcionará los apoyos que necesita y no aprenderá todo de lo que es capaz. Porque tendré que ir a Delegación a solicitar más apoyos con esa sensación odiosa de que tengo que pedir disculpas porque mi hija necesita más que el resto. Porque parece que es culpa suya. O mía.

Y no lo es. Yo solo quiero preocuparme de lo que se preocupan las madres: si se ha comido el bocadillo, si juega en el recreo y lo pasa bien, si atiende en clase. No quiero estar echando cuentas de cuánto profesorado de apoyo tenemos y cuánto haría falta. No quiero pensar en cómo se está quedando atrás porque no se le dedica el tiempo que necesita. No quiero redactar escritos para la Delegación de Educación.

Y no quiero asumir sin más que tenemos un Gobierno que deja desatendidos a los que más lo necesitan, que abandona al que se sale de la media, al que necesita un poco más. Porque no es esta la sociedad que quiero dejarle a mis hijas. Porque no podemos asumirlo. Y si lo hacemos, habrán ganado. Y habremos perdido todos los demás.

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