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El cese de Susana Díaz a Mario Jiménez activa una corriente crítica en el PSOE andaluz al margen del sanchismo

Susana Díaz, Mario Jiménez y Juan Cornejo, en el Parlamento andaluz.

Daniel Cela

Desde el fracaso de las elecciones andaluzas del 2 de diciembre, Susana Díaz ha cambiado su núcleo duro varias veces: primero para pasar de un equipo de Gobierno a otro de oposición; luego para protegerse de los intentos de la dirección federal por forzar su renovación al frente del PSOE andaluz; por último, ya con la tormenta orgánica en calma, para acompasar sus movimientos a los de Pedro Sánchez, apaciguando los años de guerras intestinas por el control del partido.

En esta última etapa ha caído en desgracia Mario Jiménez, relevado a las puertas del mes de agosto como portavoz parlamentario del PSOE andaluz, un cargo que ha ejercido durante nueve años. Su puesto lo ocupará José Fiscal, ex consejero de Medio Ambiente, y nuevo hombre de confianza de la ex presidenta de la Junta. El cese de Jiménez ha abierto una espita que estaba latente: una corriente crítica con la estrategia de dirección del PSOE andaluz al margen del sanchismo. Apenas el esbozo de un movimiento interno que plante cara a la secretaria general en un futuro proceso congresual -en 2021-, pero que puede sumar fuerzas con ese reino de taifas desordenado que es el sanchismo andaluz.

El PSOE andaluz está exhausto después de cuatro campañas electorales en seis meses, de la pérdida traumática del Gobierno autonómico, y del pulso agotador entre sanchistas y susanistas que ha durado tres años. Estaban a punto de irse de vacaciones cuando el cese fulminante de Mario Jiménez ha dejado petrificado a todos. No porque no tocara renovar el grupo parlamentario para “dar un nuevo impulso a la oposición”, como ha explicado la ejecutiva regional, sino porque el relato (no oficial) que acompaña su cese habla de una maniobra para “reconciliarse” con Ferraz e integrar a sanchistas en su equipo. “Susana se queda y a cambio sacrifica el susanismo”, ironiza un miembro del comité ejecutivo regional. La dirección federal reconoce que conocía estos cambios, pero niega que le haya pedido a Díaz la cabeza de su lugarteniente.

La clave del cese de Jiménez no está en Madrid, sino en el Parlamento andaluz y en los primeros seis meses de legislatura estrenándose como oposición. El enfriamiento de la relación entre la líder socialista y su portavoz era notorio. También sus discrepancias en cuanto al modo de hacer la oposición al Gobierno de PP y Ciudadanos, hasta el punto de que Díaz llegó a corregir el sentido del voto del PSOE sobre una iniciativa parlamentaria sin consultarlo ni comunicárselo a Jiménez (contra una proposición de la formación naranja para eliminar los aforamientos).

Sin la figura de Mario Jiménez y las funciones antipáticas que le fueron atribuidas (y que él desempeñó al pie de la letra) no se podría entender la última etapa del PSOE andaluz con Susana Díaz al frente. El onubense fue el portavoz de la gestora que dirigió el PSOE federal tras la rebelión de los susanistas y de la dimisión forzosa de Pedro Sánchez, en octubre de 2016. La ejecutiva andaluza ha vendido este lunes su relevo como un movimiento natural, consensuado, aprobado por unanimidad de todos los miembros (aunque el aludido ha expresado su malestar ausentándose de la sede en San Vicente).

Tras la reunión, las voces críticas han empezado a aflorar desde distintas provincias andaluzas, siempre desde el anonimato. Díaz ha elogiado la “capacidad”, la “lealtad” y el “compromiso” demostrado por su portavoz, y quienes le han afeado el modo de cesarle han subrayado esos calificativos preguntándose por qué entonces prescindían del él. “No es verdad que Mario fuera el impedimento para apaciguar las relaciones con Ferraz”, protestan en su entorno, y recuerdan que el onubense es “quien más ha insistido a Díaz para que abandonase la estrategia de confrontación con Sánchez desde las elecciones andaluzas”. La ejecutiva regional niega rotundamente que el cese de Jiménez esté ligado con la estrategia de acercamiento al sanchismo. “No tiene nada que ver. Hace tiempo que nuestras relaciones (con Ferraz) son fluidas”, avisa el secretario de Organización, Juan Cornejo.

Malestar en Huelva y Jaén

El clima es tenso. Media docena de dirigentes socialistas consultados admiten “preocupación” por lo que pueda desatar la destitución del hasta ahora hombre fuerte de la ex presidenta. Los más críticos -y aquí ya no hay sanchistas por ninguna parte- acusan a Susana Díaz de haber “sacrificado a Mario Jiménez, usándolo como cabeza de turco para su propia supervivencia orgánica y para su estabilidad política”. El cese de Jiménez, como una suerte de ofrenda de paz a Ferraz, está revolviendo las aguas del partido en Andalucía: quienes discrepan de la estrategia de la dirección política alzan la voz, quienes acusan de “errática” la forma de hacer oposición a la derecha empiezan a organizarse.

En Huelva están molestos porque, recuerdan, ellos fueron de los primeros que pactaron con Madrid las listas para las generales, sin los pulsos que se vivieron en Sevilla o Cádiz. Lo mismo ocurre en Jaén. Hay malestar en las filas por el “menosprecio” que la dirección ha causado a la diputada Ángeles Ferriz. Ferriz fue promocionada como nueva portavoz del PSOE andaluz a principios de legislatura, pero su papel fue menguando poco a poco hasta la inexistencia en favor de quien ocupaba antes ese puesto, el número dos Juan Cornejo. “Han castigado al que más discrepa y al que más fácilmente se entendió con Ferraz”, dicen. Es pronto para saber si esta corriente crítica se canalizará como una candidatura alternativa a Díaz en un futuro congreso. De momento, la dirección estatal está al margen de estos movimientos, centrada en lograr la investidura en septiembre o en preparar otras elecciones para el 10 de noviembre.

Una oposición “desdibujada”

Detrás de estas tensiones internas hay un partido desorientado. Los seis primeros meses del Gobierno andaluz de PP y Ciudadanos han arrojado una imagen desdibujada del PSOE en la oposición. Los más críticos han trasladado su preocupación a la dirección regional, algunos culpan a Jiménez y otros dicen que Díaz no le hace caso. Los socialistas tienen 33 diputados y diez son ex consejeros del anterior Gobierno, con menos experiencia en el control de los tiempos y las iniciativas parlamentarias. En estos seis meses, el PSOE no ha perfilado una estrategia de oposición sectorial, política a política, y dirige todo su discurso a condenar la relación de PP y Cs con la extrema derecha. Ellos mismos admiten estar “desordenados” y “a rebufo de la agenda de Vox”.

En seis meses, la oposición de izquierdas ha registrado en el Parlamento más de 11.000 preguntas escritas dirigidas al Gobierno andaluz (la mayoría del PSOE), el doble que en toda la legislatura pasada. La Junta les acusa de no estar haciendo una oposición constructiva, de ralentizar y bloquear la acción de Gobierno con tantas preguntas, imposible de responder en tiempo y forma con el personal que tienen las consejerías. La propuesta de reestructuración de la dirección del grupo parlamentario socialista para impulsar la estrategia de oposición recae en cuatro ex consejeros: José Fiscal como portavoz; Rodrigo Sánchez Haro, como secretario general; y Rosa Aguilar y Manuel Jiménez Barrios, como portavoces adjuntos. Quienes más han protestado por el cese del portavoz cuestionan duramente esta decisión.

En esta última etapa de reconciliación se han pactado con Ferraz la entrada de algunos nombres de sanchistas para las Diputaciones provinciales más susanistas -Sevilla y Cádiz- y se ha incluido en la ejecutiva regional a un exdirigente alineado, en los últimos meses, en la órbita del sanchismo: el cordobés Joaquín Dobladez, que ocupará el área de Transición Ecológica y Cambio Climático. En el PSOE andaluz, hay quien lo interpreta como un gesto de integración con Ferraz, aunque los más veteranos se han encogido de hombros. En Córdoba, Dobladez es un sanchista tardío, de cuarta fila, que hasta ayer era susanista, y que saltó de acera tras un enfrentamiento con el ex líder provincial, Juan Pablo Durán. La ex alcaldesa Isabel Ambrosio lo incluyó en su lista, pero no en puestos de salida (fue de número diez y no salió), y tras las municipales fue recolocado como jefe de gabinete en la subdelegación del Gobierno de Córdoba.

Su entrada en la ejecutiva de Susana Díaz no reviste “ni integración real ni peligro”, más allá de que el cordobés tiene amistad con el sevillano Alfonso Rodríguez Gómez de Celis, eterno crítico de la ex presidenta andaluza. En cambio, tiene más peso significativo en sentido contrario el otro nombramiento que ha aprobado este lunes la ejecutiva regional: el PSOE andaluz ha recolocado en el Senado al muy susanista Fernando López Gil, después de que la dirección federal lo vetara en las listas de las generales del pasado abril (Ferraz no le perdonó los duros mensajes que escribió contra Sánchez en las redes sociales años atrás).

Díaz ha usado la puerta de atrás -la designación de senadores por comunidad autónoma- para meter a López Gil en sustitución del recientemente fallecido José Muñoz. El gaditano López Gil fue viceconsejero de la Presidencia en su último Gobierno, y uno de los hombres de su guardia pretoriana antes del declive electoral. De aquella guardia de corps que acompañaba a la otrora poderosa Susana Díaz, el último en caerse ha sido Jiménez, “el hombre que se comió todos los marrones en su nombre”.

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