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Un teatro inundado consigue movilizar a su público para reabrir: “Casi que merece la pena haber pasado por esto”

Situación en la que quedó la entrada a La Teatrería con la riada.

Blanca Sáinz

9 de enero de 2022 21:46 h

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El proyecto de La Teatrería de Ábrego arrancó en 2015, aunque realmente, y tal y como cuenta uno de sus dos fundadores, Pati Domènech, “todo empezó mucho antes”. Y es que María Vidal -la otra parte de la compañía- y él llevaban ya 15 años girando por el mundo actuando, dirigiendo y produciendo, pero encontraron una buena razón para instalarse en Oruña, en el municipio de Piélagos.

“Decidimos que teníamos que devolver a nuestros compañeros de diferentes partes del mundo parte de lo que ellos nos habían dado acogiéndonos en sus teatros, y también lo veíamos como una forma de dar la oportunidad al público de Cantabria de presenciar espectáculos alternativos, minoritarios y que tienen difícil encaje en los teatros públicos”, indica Domènech. Así, y en la planta baja de su propia casa habilitaron una sala de teatro por la que han pasado miles de personas y decenas de actores.

Sin embargo, con la llegada de la COVID-19 la situación comenzó a ser insostenible tras cuatro años de crecimiento y, sobre todo, un enorme reconocimiento por parte de los espectadores: “Después del cierre inicial obligado del confinamiento, las posteriores limitaciones de aforos y las restricciones, la continuidad del proyecto comenzó a ser inviable”, revela el artista y empresario. Pero gracias al “público fiel” y al Ayuntamiento de Piélagos y el Gobierno de Cantabria lograron tapar el hueco que la pandemia les había dejado y siguieron hacia delante.

Y llegó el 29 de noviembre, un día en el que muchos cántabros sufrieron inundaciones y riadas y un día en el que La Teatrería de Ábrego iba a dejar de ser lo que era. “El agua empezó a subir y llegó a más de un metro y medio, pero lo peor era la virulencia con la que atravesaba el espacio... Arrancó un ventanal de cinco metros, que es el de acceso, y salió por otro ventanal de tres metros”, cuenta Pati Domènech.

De esta forma, las intensas lluvias lograron que la casa se integrase en el río “y arrasase con todo”. Tanto fue así, que los creadores de este espacio cultural calculan las pérdidas en unos 50.000 euros, “aunque lo más duro fueron los daños morales porque aquí estaba nuestra historia”.

En cambio, mientras ellos sufrían ante las pérdidas y ante lo inquietante de su futuro, un espectador habitual de La Teatrería se puso en contacto con Domènech: “Nos dijo que el público, que había recibido tantas emociones en Ábrego, iba a sentir la necesidad de apoyar la recuperación. Y así fue. Lo que empezó como una iniciativa individual para recaudar fondos se convirtió en un movimiento que arrastró a muchísimas personas”, revela emocionado.

Pero además de la sociedad cántabra, las instituciones también respondieron a la llamada de auxilio, y el Ayuntamiento de Piélagos, el Gobierno de Cantabria, la Fundación Botín o la Fundación Caja Cantabria decidieron hacer sus contribuciones para que esta ya clásica sala de teatro de Oruña mantuviese su actividad. “Nos hemos sentido muy arropados porque hasta que no te pasa algo así no eres capaz de atisbar la dimensión de hasta dónde puede responder la gente. Así que en ese sentido casi merece la pena haber pasado por algo así”, explica aún contenido.

Por lo que tanto Pati como María ya se encuentran sumergidos en la reapertura, para la que ya han puesto incluso fecha: “En primavera siempre hacemos el festival 'Solo tú', y este año también será así”. Sobre la posibilidad de que el río Pas vuelva a ocupar la sala de trabajo, el artista reconoce que no hay forma de evitar que esto vuelva a ocurrir debido a la proximidad de la casa con el río: “Es nuestra espada de Damocles”, admite.

No obstante, pensando en futuras ocasiones, Domènech reconoce que tratarán de exponer el mínimo material, pero que nunca renunciarán al espacio: “Lo que no sé es cuántas veces seremos capaces de reaccionar y reconstruir...”, revela con cierta esperanza de que esta sea la última vez que su querido río les ponga en un aprieto.

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