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“Con el caso de Cifuentes vimos que no podíamos confiar en el sistema”

Debate sobre periodismo de investigación organizado por la Institució Alfons el Magnànim.

Laura Julián

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¿Existe el periodismo de investigación o se debería llamar periodismo de filtraciones? ¿Qué maquinarias se ponen en marcha para obstaculizar la profesión periodística y proteger al poder? ¿Todo el periodismo es (o debe ser) de investigación? ¿Existe un lector ‘reposado’ que pueda digerir con calma tanta información? La Institució Alfons el Magnànim-Centre Valencià d’Estudis i d’Investigació inició este martes el ciclo de ‘Els Debats del Magnànim’ con una mesa redonda titulada ‘Contra l’opacitat del poder. Periodisme d’investigació hui’ en la que participaron las periodistas valencianas Raquel Ejerique (eldiario.es) y Laura Ballester (Levante-EMV) y la catedrática de la Universitat de València Beatriz Gallardo. El acto estuvo moderado por el también periodista Adolf Beltran (director edición valenciana eldiario.es).

Beltran empezó el debate recordando que, cuando se habla de la opacidad del poder, “no únicamente tiene que ser político, también puede ser el poder económico, militar o eclesiástico” y presentó a dos periodistas que han tenido que luchar contra el oscurantismo para llevar a cabo su profesión. Raquel Ejerique es la periodista que destapó el caso del máster de Cifuentes y Laura Ballester siguió durante años el caso del accidente del metro de València y es autora del libro Lluitant contra l’oblit, que relata la lucha de la Asociación de Víctimas de Metro del 3 de julio. Ambas coincidieron en que el sistema es capaz de poner en marcha toda una maquinaria para silenciar y enterrar las noticias que le son molestas. Tanto Ejerique como Ballester contaron en primera persona cómo fue lidiar con información incómoda para el poder, los obstáculos que tuvieron que superar para dar con la verdad o las alianzas con personas que, a través de filtraciones, se han convertido en una gran baza para el periodismo actual.

Ejerique relató el proceso de investigación sobre los casos de los fake masters de Cifuentes, Casado y Montón, donde se toparon con un sistema universitario público, pero opaco, que dificultó el acceso a la información desde el principio. “Un día llegaron unos papeles a la redacción con unas notas modificadas con el apellido Cifuentes y, en un primer momento, ni pensamos que se trataba de Cristina Cifuentes. Cuando lo comprobamos, lo primero que hicimos fue llamar a nuestros abogados para ver qué nos podía pasar si publicábamos esa información”, contó Ejerique. Cuando decidieron “lanzarse” porque “todo indicaba que le habían regalado el máster”, se organizaron en la redacción para empezar llamar a la vez a personas implicadas para que no pudieran ponerse de acuerdo en las versiones. Aun así, a la tercera llamada los periodistas ya se dieron cuenta de que las fuentes habían hablado entre ellas y “ya tenían una versión común”.

Pero eso fue sólo antes de publicar la información. “Una vez ya teníamos la noticia hecha, la maquinaria se puso en marcha para decir que no era verdad, que todo era un ataque de sus enemigos. La noche que lo publicamos no dormí”, explicó Ejerique. Se estaban metiendo directamente en un sistema universitario corrupto que les dificultó la labor de contraste, las fuentes oficiales no sabían nada o incluso intoxicaban la información. Únicamente contaron con la ayuda de unos pocos funcionarios públicos, de algunos profesores -siempre bajo el anonimato- y de alumnos que contactaron a través de Linkedin. “Con el caso Cifuentes vimos que no podíamos confiar en el sistema” y aunque “una demanda civil era esperable, lo que no nos esperábamos era una querella personal”.

Según Ejerique, esos días sintió la “vulnerabilidad” a la que se enfrentan los periodistas, “sobre todo los free-lance que no tienen un medio con abogados detrás”. Por eso, la solución pasa por “exigir transparencia a los políticos” y “pedir a las instituciones públicas que den respuestas”. “Hay políticos que confunden ser majos con ser transparentes”, apuntó.

Mantener “la llama” encendida

Laura Ballester luchó durante años para mantener “la llama” encendida de las reivindicaciones de la Asociación de Víctimas de Metro del 3 de julio (AVM3J). Según Ballester, “el periodismo de investigación no existe, existe el periodismo de filtración bien investigado”, que define como un “GPS de gente honrada y decente que decide compartir información con un periodista o con la Fiscalía”. Es entonces cuando, con las herramientas periodísticas, se puede “escarbar” en la información.

La periodista valenciana relató cómo fue contar “una historia triste y lamentable que nunca habría querido escribir” y enfrentarse a un sistema que “reaccionó virulentamente”. Se refiere a un caso que ha marcado su vida, tanto en clave personal como profesional, y que le continuará acompañando siempre. “Con Jordi Évole volvió a despertarse todo y la Fiscalía pasó a tener una actitud activa”, recuerda de un tema en el que incluso se contrató a una consultora -H&M Sanchis- que se encargaba de manipular y diseñar estrategias de Ferrocarrils de la Generalitat Valenciana (FGV) para contrarrestar las denuncias públicas de las víctimas y la versión de los medios de comunicación. “Éramos cuatro periodistas y delante teníamos a una consultora que cobraba más de 600.000 euros por elaborar informes anuales haciendo seguimiento de lo que publicábamos”, contó.

La periodista recordó que la ocultación de información en el caso del accidente de metro de València, en el que murieron 43 personas y hubo 47 heridos, “no es un caso aislado, también se ha repetido con el accidente del Alvia en Santiago”. “Vivimos en un país de cero responsables y la lástima es que tengan que ser los ciudadanos y las asociaciones los que luchen por la transparencia”, lamentó.

Por su parte, Beatriz Gallardo, catedrática de la Universitat de València y analista del discurso público, incidió en que “el periodismo, por definición, sigue siendo un perro guardián que vigila al poder”. También recordó que hay veces que “los profesionales tienen claras sus funciones, pero los medios no” y que el periodismo de investigación “es una metodología que exige independencia y tiempo”. Pero no sólo los periodistas deben dedicarle tiempo a trabajar la información, también se necesita de un “lector reposado” que “digiera” la información y “ciudadanos que sepan distinguir entre qué información es válida o no”.

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