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¿Por qué las derechas no harán nada importante por el mundo rural?

Carles Arnal

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Resulta curioso que las derechas, bien sea la popular, la ciudadana o la vociferante, presuman de ser defensoras del mundo rural, aportando como muestras su defensa de la caza o de la tauromaquia.

Pero si analizamos el tema con un poco de atención y seriedad veremos que hay argumentos sólidos para no creerse tamaño interés, tan castizo como poco útil. Todo lo contrario, las políticas de las derechas no benefician a los habitantes del mundo rural, al menos en temas importantes, relacionadas con la economía, el bienestar y la calidad de vida, aunque tal vez tengan éxito en el plano de las emociones y las fábulas.

Fijémonos en la despoblación, un problema que parece que todos han descubierto hace dos días, como si fuera cosa de hace poco. En realidad, todas nuestras comarcas rurales de interior, con pocas excepciones, vienen despoblándose durante todo el siglo XX. La mayoría alcanzó su máximo poblacional entre 1910 y 1920. A partir de ahí fueron despoblándose hasta ahora, con ciertos matices diferenciales en cuanto a ritmos y picos de despoblación según lugares.

Por ejemplo, la comarca que mayor despoblación ha sufrido desde principios del siglo XX es Els Ports, que pasó de 31.296 habitantes en 1910 a 6.700 en 1981. Es decir, casi quedó en una quinta parte. Las demás comarcas de Castelló, excepto la Plana Alta y la Plana Baixa sufrieron un proceso similar, con pautas semejantes, si bien no tan drásticas. Algo parecido pasó con las demás comarcas de interior de Valencia y Alicante, si bien con una polaridad interior-litoral no tan acentuada y con más excepciones y variaciones de detalle.

Durante todo ese tiempo gobernaron en España primero las derechas monárquicas con sus matices, las dictaduras de Primo de Rivera y de Franco y los posteriores gobiernos de derechas de la transición. El pequeño lapso de gobiernos de izquierda durante la República no llegó a ocupar tiempo suficiente como para notar cambios significativos; más aun viniendo después una guerra civil y la brutal dictadura. Si fuéramos tan simplistas como algunos opinadores reaccionarios diríamos que la política de derechas despobló el interior de España y desde luego nuestro interior valenciano.

Pero el tema es más complejo y profundo y obedece a causas socio-económicas de gran calado que actuaron en toda Europa y en muchos otros países. Sencillamente responden a las enormes transformaciones globales, que no vamos a detallar aquí, a lo largo del siglo pasado. En casi todas partes las actividades económicas tradicionales como la agricultura y la ganadería fueron perdiendo inexorablemente peso en favor la industria y los servicios. Dentro del sector primario, la agricultura de secano y la ganadería extensiva fueron casi extinguiéndose frente a la agricultura de regadío intensiva ubicada básicamente en zonas litorales. La industria y el comercio se ubicaron, en nuestro caso, sobre todo cerca de la costa, así como las grandes infraestructuras, como puertos, aeropuertos, autopistas,… y también universidades, grandes hospitales, etc.

Es decir, han sido las llamadas eufemísticamente “leyes del mercado” las que han logrado vaciar el interior de nuestro territorio como en prácticamente todo el Planeta. En todo el mundo el proceso de concentración en las grandes urbes es imparable y dinámicas macroeconómicas semejantes han ocurrido también básicamente en todas partes, con algunas diferencias locales.

Y aquí viene el porqué las derechas no van a hacer nada importante por remediar esto. No digo ya para revertir, pero al menos frenar la despoblación y para mejorar las condiciones de vida del interior y establecer alternativas económicas con posibilidades de futuro. Para lograr estos objetivos hacen falta políticas transformadoras que se enfrenten, aunque sea parcialmente, a esas “leyes del mercado” que se nos presentan como inexorables y fatales. Hacen falta políticas que apoyen a los habitantes rurales por motivos éticos y de solidaridad y no esperando una rentabilidad únicamente económica, sino social y ecológica. Se ha de apostar por medidas de protección de los recursos naturales, no por su precio de mercado, sino por su inmenso valor social y ecológico y se ha de potenciar el empleo, las alternativas económicas y los servicios y dotaciones sociales no por su rentabilidad inmediata, sino por justicia social y visión de futuro.

Pero esto no lo harán las derechas que consideran “sagradas” esas “leyes del mercado” que no piensan moderar ni rectificar de ninguna manera. Los políticos de derechas en la pasada campaña electoral competían por ver quien ponía la alfombra más grande a cualquier inversión multinacional que quisiera “bendecirnos” con su presencia, sin cuestionar si esto supondría beneficios reales para la población o no, si generarían empleos netos o si arruinarían a las medianas y pequeñas empresas y al comercio tradicional que dan empleo a muchas personas y tejen un entramado empresarial y social denso y diversificado, pero que no pueden competir con multinacionales, sobre todo si a éstas se les ofrecen privilegios, ayudas y ventajas y se hace la vista gorda con los impactos ambientales y sociales. Esa sumisión a los grandes intereses inversores, muchas veces especulativos, no servirán en absoluto para mejorar la vida de territorios y colectivos desfavorecidos, como los que viven en las comarcas del interior.

Para luchar contra la despoblación; para defender nuestro patrimonio natural, que es fuente de riqueza; para hacer nuestra economía más avanzada y sostenible… necesitamos políticas valientes, transformadoras y solidarias, no una política de sumisión a los grandes capitales internacionales especuladores y oportunistas, sin preguntarnos cuanto nos costará a nosotros en materia social y ambiental y en términos de adaptación a la nueva economía circular, eficiente y resiliente ante el cambio climático.

Las “leyes del mercado”, sin control ni racionalización laminan a los más desfavorecidos, destruyen el medio ambiente y generan paro y pobreza. Son efectos secundarios que a los grandes especuladores no les importan ni tampoco a la derecha liberal (sea centrista, derechita cobarde o vociferante) que es partidaria del “laissez faire” sin controles ni cortapisas: menos impuestos para los ricos, menos regulaciones, menos leyes, menos administración, menos funcionarios, menos ayudas sociales, menos servicios públicos (que cada cual elija libremente qué servicio privado desea pagarse, ya que los públicos entorpecen el libre mercado)… Barra libre a la “libre” competencia en condiciones desiguales y que gane el más fuerte.

¿Cómo vamos a creernos que los discípulos de la gran religión del libre mercado sin regulaciones ni cortapisas que abarca desde el PP a Vox, pasando por Ciudadanos, serán los que solucionen los problemas del mundo rural que han sido creados precisamente por esas fuerzas mercantilistas desatadas y sin freno que ellos adoran con fe ciega, y que actúan sin ninguna piedad con los más débiles (“perdedores”, según su lógica)?

Sin hacer nada por suavizar o encauzar esas “leyes del mercado” jamás solucionaran ningún problema social ni ambiental, ni tampoco, por cierto, la insostenibilidad de nuestra economía. Esas políticas neoliberales (o sea, el capitalismo desatado de siempre), que son simplemente la ley del más fuerte y que solo obedecen al máximo beneficio, caya quien caiga, sean personas, sea el medio ambiente, sea nuestro Planeta, no respetan nada; sobre todo no respetan a los más débiles, como los que viven en el medio rural valenciano, a los que nuestras cínicas derechas piensan ayudar con la caza y el toreo, pero no con políticas de desarrollo sostenible. Para ello tendrían que enfrentarse a las grandes presiones de los más poderosos, que son quienes aúpan y financian a estos benditos partidos de derechas.

*Carles Arnal. Doctor en Biología y experto en Desarrollo sostenible

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